martes, 12 de agosto de 2025

El eternauta: A la espera de los arcontes

 

El eternuta. Mi reseña se centrará más en el comic que en la serie. A medio camino de la afirmación del héroe combatiente por la propia comunitas y del héroe trágico que se abre a su propio refinamiento en la confrontación con fuerzas superiores; acaso menos sabias y ajenas a toda capacidad de amar. Veremos como la segunda parte de la exitosa serie de Netflix resuelve la complejidad narrativa del El eternauta...



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Juan Salvo es el protagonista de El eternauta y este relato gráfico una reflexión sobre la perspectiva del héroe en un tiempo apocalíptico. El guión presenta una enorme riqueza y sus potenciales lecturas operan en registros bien diversos. La diversidad de lecturas compendiara desde un punto de vista político y social hasta, incluso, registros soteriológicos y ontológicos en el contexto de la acción que se desarrolla. No debe pues extrañar que ante este comic de acción y combate estemos ante un reputadísimo comic argentino que se configura como un hito dentro del mundo del relato gráfico internacional. Tras la exitosísima serie de Netflix El eternauta el comic vuelve a estar de actualidad en tanto fenómeno de la sociedad global de masas. Esta reseña se centrará preferentemente en el comic, glosando su excelencia y hondura, en tanto referente de la serie.

La fama devenida ha lanzado a German Oesterheld, el guionista, a un merecido revival que transciende el mundo del relato gráfico. Centraré mi reseña, sobre todo, en la primera entrega de El eternauta que durante no poco tiempo, casi veinte años, fue la única. Por lo que se requiere a “los eternautas apócrifos” en los que cambia alguno de los autores originales los dejaré de lado. Considero que merecerían un comentario aparte.

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La primera entrega de El eternauta delimita su núcleo canónico y es la que consagra el gran umbral de calidad alcanzado. También es la que delimita los personajes. Las ulteriores entregas de la serie, a partir de la radicalización política de Oesterheld, introducirán cambios en el perfil del personaje de Juan Salvo acentuando su dimensión política… De ahí las diferencias que aparecieron entre el guionista, de un lado, y el dibujante y los editores, de otro, en relación a la segunda parte de El eternauta publicada varias décadas después. Tanto Solano como los editores entendían que se modificaba el cartograma del comic a partir de la radicalización política del guión. Con todo, las reflexiones políticas planteadas por el guionista en esa segunda parte de El eternauta suscitan cuestiones bien interesantes como la posibilidad del que quien lucha en justa rebeldía contra un poder tenebroso encuentre su límite en convertirse en el contraespejo de ese poder... Terminar siendo como la sombra con la que se combate en la práctica del horror… Solo esta reflexión redime la segunda aparte del El eternauta.

Oesterheld, para aquel entonces, ya militaba en Montoneros y estaba completamente implicado en la lucha revolucionaria. De hecho, la nota introductoria del propio Oesterheld a El Eternauta I, dando una pauta de interpretación y entendiéndolo como una vindicación del héroe colectivo, del héroe en comunidad diría yo, es de esa época. La nota no traiciona en modo alguna el comic original aunque basta leer el comic para entender que El eternauta es mucho más y ese será precisamente su genio y el genio de su guionista.

Juan Salvo como héroe humano profundamente humano se afirma y se entiende junto a sus compañeros siendo uno más -un hoplita más- en la comunitas a la que pertenece. Estamos muy lejos de la figura del superhéroe del comic anglosajón. Efectivamente, su propio proceso y el de sus compañeros va avanzando, paso a paso, hacia la cooperación en el combate arraigando en la necesidad de sobrevivir junto a los más cercanos y acogiéndose a esos vínculos de hermandad que nos facilitan ser. Con todo, habrá que ir más allá ya que el desafío de los ellos, los invasores, opera a muy diversos registros. Los ellos, los destructores de la civilización humana en la tierra, serán equiparados con el dragón de la leyenda de San Jorge; lo maligno que se combate… ¿Por qué Oesterheld los entenderá de ese modo?

En el combate desatado, Salvo, será también ejemplo del héroe trágico que queda confrontado con fuerzas que lo superan exigiéndole tal pugna su propia transfiguración. Así es, al héroe solo le quedará una transmutación íntima que le permita ir más allá de sí, salir de sí, para rehacerse. Este duelo interior lo abordará desde la memoria enamorada de su mujer y de su hija a las que buscará tenazmente para sortear el mundo de pesadilla prefigurado por los ellos. El ser humano para Oesterheld será por tanto incomprensible sin las redes de parentesco y de amor en las que se integra.

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Tras ese salir de sí Salvo quedará confrontado con la soledad cósmica en su pretensión de retornar a su Itaca más íntima. Estamos en una narrativa de ciencia ficción y, así las cosas, el guión recurre al arsenal de narrativas y metáforas propias del género … Lo ya acaecido, la invasión extraterrestre, no se puede cambiar pero sí que cabe un pasaje que permita volver a las horas doradas para hacerlas aún más intensas encontrando así la felicidad y el propio llegar a ser -gygnomai-. De eso se trata, de salvaguardar la propia felicidad. La felicidad del que, sencillamente, es en el amor de sus cercanos y entre los más íntimos. Con todo, Salvo no pretende un imposible retorno al pasado ni se deja coaccionar por nostalgia alguna vinculada a lo que ya dejó de ser. En la trama cósmica nada deja de ser y todo es en paralelo atendiendo a la diversidad de los mundos que son. El eternauta será iniciado a esta complejidad de lo real por otro resistente perteneciente a la estirpe extraterretre de los manos en la certidumbre de que el tiempo lineal que nos acoge no es más que la elaboración que nos hacemos para ordenar la propia existencia. La percepción del tiempo que tenemos es humana demasiado humana, y solo compone la sección de realidad desgajada de las múltiples realidades y de los universos paralelos que son. Desde la perspectiva del Todo un Misterio irreductible se expresa en los diversos mundos que son y todos ellos se remiten a ese mismo Misterio. De este modo lo real acogerá diversas líneas de tiempo que dan cuenta de las diversas posibilidades existentes. El Eternauta, en un acto de libertad suprema y desde su coraje, decidirá acogerse y viajar a la línea que le reporta la plenitud de ser; esa Ítaca íntima junto a los suyos.

Con la finalidad de poder alcanzar esas briznas de felicidad y plenitud quedará abierta la vía del héroe trágico y su porfía por acceder a la sección de lo real en la que viven su mujer y su hija. De lo que se tratará será de preservar la vida de lo que la violenta; primero en la guerra abierta contra los invasores extraterrestres y, después, en el peregrinaje trágico hacia esa Itaca sublime de su mujer y su hija indagando en los recodos del tiempo y de una realidad tan unitaria como diversa y compleja.

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Sobre los ellos decir que nunca terminamos de saber quien ha invadido, realmente, la tierra. Supondrían, al tiempo, un desplome ontológico como una presión extra a la vida para alcanzar su propia sublimación. De la mano de los ellos, en la invasión, aparecen diversos linajes extraterrestres que seran, en realidad, quienes gestionen la invasión. Estos linajes tendran capacidades varias pero actuaran con su identidad y voluntad completamente alienada y gobernada por estos invasores universales. Los hombres combatirán con esas razas que actuan teledirigidas por los ellos. Incluso los propios resistentes terminaran combatiendo contra hombres alienados por los ellos privados de voluntad propia.

Los ellos serán los intérpretes cósmicos de una praxis de alienación vital de las muy diversas estirpes existentes en el universo. Su disposición hacia la vida operará desde una tercera persona universal, arraigando en la ausencia, que solo pugnara por la quebradura de lo vivo y el colapso de lo que es real. No parecen tener otro interés que no sea el de la alienación de los vivientes que encuentran sometiéndolo todo a su control y a su peaje de sombra y degradación. Un manos, uno de los linajes extraterrestres que aparecen en el relato gráfico y también combatiente como él, le revelará a Juan Salvo el gran  propósito: Hacer valer la belleza frente al odio que los ellos sienten por todo lo bello. Se tratará, por tanto, de quedar confrontados con estos misteriosos opositores a la vida que alienan a los seres que son enajenando su vida. Para ellos esta praxis nihilista será un fin en sí mismo… Liberarse de su operar supondrá la afirmación del propio ser para sencillamente dejarlo ser.  Gobernando el cosmos los ellos desplegaran su arcontado contra el ser y la belleza. Combatirlos con garantías será inviable por ser los ellos invencibles en términos de fuerza y poder. Solo se les podrá vencer siendo iniciado en la urdimbre del cosmos para poder peregrinar por el mismo conociendo su complejidad. El combate por la belleza, por la libertad y por el propio ser tendrá como condición el desvelamiento del gran misterio cósmico.

Acogiéndose a tal misterio divisará El Eternauta el espíritu -el propio espíritu, el del cosmos, el de todo lo vivo- como esfera que se encarna en la libertad y el llegar a ser. El espíritu; la vida animada, la animación de la materia preñada de belleza… Tanto la voz latina de espíritu como el pneuma de los griegos aludirán al soplo vital que todo lo anima. La determinación del espíritu y de la vitalidad del cosmos generando belleza será lo que suscite el odio de estos arcontes empecinados en interceptarla. El manos iniciador será quien le transmita al eternauta la evidencia de la esfera del espíritu en tanto gran fuerza motriz del cosmos.

En estas claves soteriológicas y ontológicas será en las que descanse toda la estructura de El Eternauta apuntando a la vía del héroe en tanto gran combate por el ser. La serie se centra más en la resistencia contra la invasión apuntando a ese héroe colectivo; y lo hace muy bien. Basta con ver a Darín. Veremos cómo la segunda parte resuelve -o no-  la complejidad narrativa de El eternauta.

sábado, 26 de julio de 2025

Roma en Castilla: La villa romana de la Olmeda

 


Para un bello y sugerente asueto veraniego. Una magnífica excursión hacia el corazón de la Castilla altomedieval. Ya casi llegando a la montaña, desviándose hacia al norte de Palencia, nos encontramos con la villa romana de la Olmeda. Testimonio de la historia y de su agitado devenir. Completamente recomendable. Muy cerca de Saldaña con su envidiable oferta gastronómica.


Villa romana de la Olmeda. Equidistante entre León y Burgos. Según se avanza desde el sur hacia la montaña palentina. Ya al norte del camino de Santiago. En las proximidades de Saldaña. En el corazón de la Castilla altomedieval; esa tierra de pocos nobles y mucha caballería villana, de tierras comunales y concejos abiertos, de gente del común -la baja nobleza era del común- que, ante las dudas, hacía jurar a los reyes su inocencia (cfr. jura de Santa Gadea; si non è vero è ben trovato). Esa tierra singular que deslumbró a republicanos como Sánchez Albornoz, por su contundente tradición medieval de libertades, fueros y cortes, pero también a los curas trabucaires.

Como preámbulo del viaje a la Olmeda vamos atravesando el paisaje de la meseta norte. La España vacía como gran víctima del desarrollismo y de la violencia migratoria. El peso del gran azul sobre los hombros; la respuesta seca de una tierra amplia, cultivada y vacía. No hay casi nada entre cielo y tierra. El cielo pesa y urge a las amplias llanuras moteadas de colinas y de vegas. Recuerdo la sorpresa de un conocido alemán al saber de estos espacios vacíos, la impresión que le causaban.  Estamos en un área poco habitada pero saturada de tesoros y de historia. No todos esos tesoros son medievales. La villa romana de la Olmeda da buena muestra de ello. Por cierto, estamos cerca de Frómista; esa joya ebria y pétrea del románico. Nunca vi ebriedad tan serena ni belleza tan medida.

Según llegamos a la Olmeda el paisaje va refrescando. Como digo la villa sorprende entre tantas resonancias del Medioevo. Por la vistosidad y el aceptable estado de conservación de sus mosaicos y de las instalaciones de la villa; por su propia presencia desatando la memoria de lo antiguo; por las figurillas del dios Helios que se encontraron en las excavaciones y de las que se venden magníficas réplicas en la tienda; por la vida sofisticada que se desvela en el área de aguas y termas y en su sistema de pavimentos calefactados, por el oecus o salón mayor de la casa y sus mosaicos figurativos de contenido mitológico…. La Olmeda sorprende e incluso entusiasma. Así lo hizo con su descubridor, José Cortés Alvárez de Miranda, que se encontró con ella en los sesenta del pasado siglo según roturaba y araba la tierra de su propiedad. La villa, una auténtica villa palaciega, estaba cubierta por toneladas de la tierra parda del olvido que todo lo cubre. Cortés, entusiasmado, se consagró a lo que descubría y el yacimiento arqueológico fue viendo la luz cada vez con más extensión. La villa impresiona. Nos desvela una historia de retorno a la tierra provocado por la inseguridad de la llamada anarquía militar del siglo III. En ese tiempo no pocas gentes decidieron dejar las ciudades e instalarse en el campo en villas residenciales bien pertrechadas y organizadas en una sociedad que contaba aun con muchos recursos humanos de alta cualificación. De ahí la alta calidad artística y técnica de lo encontrado. Estas villas fueron verdaderos núcleos de civilización en su tiempo, de arte y de economía, de repoblación del territorio, de redifinición del espacio. Estas gentes volvían al campo con sus talentos y la sofisticación romana del siglo III. De hecho, en la Olmeda se ha especulado incluso con la existencia en la villa de un hidraulis, es decir, de un órgano musical de agua.

En este retorno al campo, lo que reformulaba la idea del imperio como red de ciudades, la población se nucleaba en torno a una de estas grandes villas residenciales organizando todo un asentamiento que, prácticamente, producía todo lo que necesitaba. El tradicional modo de producción esclavista romano se fue viendo superado por las circunstancias siendo frecuentes los repartos de tierra a colonos libres a cambio de rentas y sin que se diera una transmisión efectiva de la propiedad. El dominus o señor debía, por su parte, garantizar la seguridad fuera ya de la ciudad. La Edad Media parece ya empezar a resonar y la vieja división -y tensión- entre patricios y plebeyos, que tanto estimuló el expansionismo republicano romano. dejaba paso a la escisión, menos ciudadana, entre honestiores (grandes propietarios) y humiliores (campesinos sin tierra, jornaleros, artesanos pobres; todos ellos libres), en tanto eje de la división entre unas clases sociales que se van asimilando cada vez más a estamentos. De hecho, el término de honestiores, aludirá a una pretendida honestidad, lo que irá situando la consideración de los sectores más pudientes de la sociedad y de los grandes propietarios en un supuesto ideal de arete y excelencia que sirve de prolegómeno al concepto de nobleza medieval.

Tras superarse la crisis militar del siglo III la fundación de villas en el siglo IV continuo sin que quepa entenderlo como un proceso desatado de decadencia del modelo ciudadano romano. La época de Diocleciano, de Constantino y de Teodosio supuso una renovatio exitosa de la sociedad romana aunque algo había ya cambiado. La sociedad imperial romana, tan basada en la fortaleza de las civitas, no sobrevivirá al caos creciente del siglo V. En este sentido uno de los méritos de los diseñadores del espacio creado en la Olmeda ha sido recrear y dejar a la luz un área con lo que era ya el aspecto del terreno tras el colapso definitivo de la villa. Con la creciente crisis y el desgobierno la villa fue languideciendo hasta confirmar su colapso tras los desastres del siglo V y en la época de alta inestabilidad política que legó el siglo VI. Sorprende y dispensa coraje la tenacidad de estos hispanorromanos resistiendo con uñas y dientes a la decadencia y, además, haciéndolo con éxito durante un tiempo prolongado. La villa vivió los tiempos de la cristianización pero resulta curioso que no se hayan encontrado en los enterramientos adyacentes vestigio cristiano alguno. Son todos enterramientos paganos y lo que si se ha encontrado son esas figurillas del dios Helios como perfecta muestra del paganismo tardoimperial. Sobre esta cuestión no olvidemos que la cristianización fue arraigando en las ciudades hasta el punto que el termino pagano era, originariamente, la forma despectiva de designar a los paletos de campo y a sus “creencias viejas”. Resulta curioso constatar como los habitantes de la villa transitaron desde su condición de refinadísimos colonos que decidían volver al campo, asegurando así civilización y bienestar, a esos endurecidos paletos a los ojos de las ya cristianas ciudades. Para ese momento estaríamos a finales del siglo V ya disuelto el poder romano. De los hispanorromanos se dice poco. Lo cierto es que su vigor estuvo a la base del cierto auge de la Hispania visigótica, del esplendor cultural califal y, también, de la reconquista como esforzada epopeya. Asomarnos a la villa de la Olmeda supone pues dirigir la mirada a un origen que siendo decisivo en nuestro propio quehacer histórico ha sido poco vindicado por ser la base paciente y receptiva de lo que iba viniendo. Por cierto, tras a visita a la Olmeda no olviden dedicarse al buen yantar en alguno de los magníficos restaurantes de Saldaña. Les propongo El Molino con un magnífico jardín del que se disfruta. Al fin y al cabo de lo que se trata en un buen viaje es de comulgar con la tierra y su sustancia.

sábado, 12 de julio de 2025

El camello que llora


 



El camello que llora, un film de Byambasuren Davaa y Luigi Falorni. Quedamos ubicados en un drama de animales y de hombres promoviendo la vida en los quicios que le son propios. También en una película en el umbral del género documental sin por ello dejar lo narrativo. A la base, la pregunta por el dolor en la intimidad de lo humano y que, en nuestras vidas, desdibuja el exceso de velocidad. En el horizonte, la belleza, destilándose que acaso pudiera redimir del dolor. El paisaje de lo dicho el chamanismo originario de las estepas siberianas y sus liturgias…

 

A un pequeño camello la madre le niega la teta y, por tanto, la vida. La tribu –una tribu mogola viviendo en las estepas- se moviliza al unísono para salvar la vida del pequeño camello. Finalmente, un músico y una chamana con su canto, una mujer medicina podríamos decir, obrarán el milagro desatando la belleza anudada a partir de la palabra que sana. Se habla de camellos pero, sobre todo, se habla del alma del hombre, de sus dependencias y redenciones, de sus nudos y de la belleza en tanto sobreabundancia de la vida. También se habla de la potencia partera de esos ritos y liturgias que nos dicen en nuestras fibras más íntimas… Lo que, dicho sea de paso, nos invita a considerar la debilidad del hombre actual casi privado de su dimensión ritual. El rito, en su dimensión más elemental como un juego y un escenario que sana.

El hecho que lo detona todo. Una madre que no quiere a su hijo por un parto doloroso. Un hijo que se sumerge en el desafecto y el rechazo de lo que sería ese núcleo íntimo que nos debe nutrir. Un vástago recién nacido al que se rechaza… El resultado se hace claro; incertidumbre, enfermedad, fragilidad… Contra lo que nos indica Freud en “El malestar en la cultura” por mucho que seamos singulares y eso requiera de ajustes delimitando nuestra tarea personal somos en estrecha relación con nuestras redes de parentesco -básicamente familia y amigos; familia y clan-. Me viene a la cabeza ese emperador medieval que quiso “descubrir” el lenguaje primigenio de la humanidad. Con ese fin encerró a un grupo de recién nacidos en una torre. Las nodrizas que les atendían tenían prohibido hablarles e intercomunicar con ellos. Todos murieron.

El camello que llora, acaso esta fabula siberiana y mogola, tan magistralmente llevada al cine, nos confronte con el núcleo más primigenio del dolor en lo que sería un mundo desarreglado que descuida los vínculos de parentesco que nos hacen humanos... La fuente de todo desarreglo acogida a una infancia de carencias en una familia áspera y fría, en una madre que evita y en un entorno que agrede. Ahí, al vástago le cuesta prosperar, le cuesta respirar, le cuesta andar, le tiemblan las piernas... En una situación así cada cual sale por donde puede. Las diversas alternativas desgranaran los muy variados horizontes de lo enfermizo aunque también de la supervivencia. Esta perspectiva nos empuja a una idea de la gran salud entendida como arte y tarea. De todo esto trata esta película; de la salud, de la buena vida y de cómo ciertos rituales pueden promoverla integrando la sombra y el horror. ¿De qué manera?. Congregando al buen espíritu y a la vida triunfante que recobra su propia figura. En la película se nos habla de los espíritus y de cómo estos se retiran ante la vida moderna –la vida pierde así su propio rostro-. Se escenifican rituales, se hacen ofrendas y libaciones para congregarles, para que retornen y para que aseguren el buen discurrir de las cosas salvando al pequeño camello.

Los hombres quieren ayudar al camello y van tejiendo diversas estrategias para solventar la situación. Finalmente será un ritual el que reconcilie a la madre con su camello. El ritual será sencillo. Unas salmodias, un canto y la bella llamada de un violón oriental. Ante el buen espíritu y la belleza convocadas la madre camello llorará y así reconocerá su dolor sin desagüarlo en el bebé. La camella llora y el llanto la mueve el alma aconteciendo una katarsis y una  anagnórisis, esto es, una toma de conciencia. Finalmente, la conciliación se produce.  El cachorro accede contento y demandante a la teta de la madre y se nutre de su leche. El mundo en su quicio. Ni más, ni menos.

Esta fábula mogola nos coloca en uno de los núcleos más elementales del dolor al tiempo que nos muestra esos rituales que saben promover la salud y restaurar los equilibrios perdidos. Sólo un bobo quedaría insatisfecho porque la historia se desplace a un camello ya que los animales nos dicen. Y si esto es cierto en términos generales lo será con más fuerza en relación a las tradiciones chamánicas; precisamente por ser tradiciones de la physis, esto es, tradiciones de la naturaleza animada.

La relevancia de lo ritual nos hará divisar ese chamanismo ancestral que, en tanto sabiduría de la salud, sabe manejar determinados estados extáticos –acaso muy discretos- para equilibrar lo desordenado y la salud perdida. Podemos tirar del hilo y siguiendo la directriz de Eliade utilizar nociones helénicas para arrojar luz sobre algo que, en principio, nos resulta ajeno. La salud como el equilibrio de las diversas potencias del alma, la salud como la tarea que nos devuelve la forma perdida; rememorar el propio eidos, la propia figura de plenitud, la salud como la intensidad vivida en el horizonte de la propia forma; la enfermedad como el lastre, como deformación, como desequilibrio y fractura de la propia figura…

Si bien cada cual no construye la realidad no es menos cierto que realidad y conciencia se encuentran estrechamente vinculadas. Hasta el punto que la copula entre ambas quede determinada no sólo por aquello que se nos confronta –lo que nos sucede- sino por la elaboración que desde el imaginario hacemos de eso que se nos confronta. De ahí que haya quienes se pasen la vida inmersos en infiernos privados o en territorios amables sublimando la necesidad. En este proceso la relevancia de las facultades imaginativas del alma serán algo decisivo. De tal suerte que sanar el imaginario se traduciría en reordenar la percepción y visión de lo que nos acontece. Hay visiones que enferman, que nos enferman profundamente.

Apelo a una manera de entender la imaginación en tanto cognoscitivamente relevante y muy distante al modo en que es entendida hoy en día. Apelo a esas tradiciones helénicas y mediterráneas de la imaginación creadora. De acuerdo a las mismas, la imaginación tendrá una enorme relevancia en el enhebramiento de nuestra imago mundi y en nuestro capacidad de vida y conocimiento. Así, según veamos el mundo, el perfil de la experiencia resultante nos conducirá a texturas de vida completamente diferentes. Y no, no se trata de constructivismo alguno, lo real no deja de ser lo dado. Se trata más bien del carácter de phantasmata de todo contenido de conciencia tal y como nos recuerda Aristóteles… La magia pneumática o ritual intentará mover ese punto de encaje del imaginar humano con el fin de corregir ciertos desequilibrios; lo que supondrá tomar conciencia de nuestras dosis de dolor y de nuestra propia cruz. Convocar el buen espíritu, el buen demon -la eudaymonia que decían los griegos-, será convocar el orden y la propia figura de plenitud en medio de la contracción y del dolor. Una simple canción, una voz que irrumpe, un sonido que nos devuelve la vida, una salmodia que nos atraviesa cuerpo y mente... La memoria de la palabra que sana... Un instante privilegiado y propicio fuera del tiempo ordinario y capaz de reordenarlo desde su riqueza. La mujer-medicina atenderá al manejo de ciertos escenarios con el fin de dinamizar esos procesos que promueven la salud fracturando las inercias del tiempo y su coacción.

miércoles, 18 de junio de 2025

Breve cala en María Zambrano.

El siglo XX deparó una importante cosecha de filósofas y pensadoras de gran nivel. Para algunos seran pocas pero lo cierto es que supieron destacar en un mundo tradicionalmente de hombres alumbrando el siglo XX con los muy diversos cambios que supuso. Piénsese desde perspectivas diversas en Hanna Arendt, en Simone Weil, en Edith Stein, en Ayn Rand, en Julia Kristeva... Codo a codo con las mismas y en ese destacadísimo nivel nos encontramos a Maria Zambrano a la que debo desde hace tiempo un acercamieno en este blog. Aquí va uno y vendran más.




Atender a la vida del alma. Renombrar una idea metafísica tan singular. El alma, la vida del concreto humano, el bullicio de la persona singular en sus muy diversos umbrales. Habitando el claro del bosque donde la luz alcanza y, también, lo más sombreado de la arboleda...

Desde las entrañas de la vida del alma la melancolia para Zambrano nos permitiria alcanzar ese claro, en el mismo pálpito del tiempo, y allí atisbar el ser de las cosas, su esencia, en lo que sería un tener no teniendo que arraigaría en esa escucha de la vida más íntima... Lo que delimita como algo inagural en el hombre el quedar abierto a la mera presencia de "lo que hay" dejando de lado toda pulsión y pasión puramente instrumental y tecnooperatoria; "lo que hay", lo que nos falta, lo que añoramos, lo que nos hace ser, lo que las cosas de suyo son en la humana medida descrita en ese tener no teniendo... Una perspectiva estrictamente ontológica, indagando en las potencias de nuestra vida más íntima, y una racionalidad distante de la soberbía de la administración de la vida, se nos brindará en su proyecto filosófico

Zambrano fija una carencia raíz en la que viviría completamente instalado el hombre moderno y de la cual dependería su permanente estado de exilio, exiliado y distante de la vida misma. En la estela de Ortega, para la malagueña, la filosofía se habría olvidado de la vida y del vivir como gran cuestión filosófica.

Abriendo el pensar a la vida advertirá en la trama del alma el encuentro con lo divino y la vida bullente. Como podemos advertir indagando en la capacidad de vida irá más allá de Ortega ensanchando la programática orteguiana... En esa indagación arraigará su razón poética entendiendo que la palabra poética escucha la penumbra del alma. A la base de tal indagación la condición de exiliado del hombre contemporáneo. Ella misma será una exiliada tras dejar España, su España querida, al acabar la guerra. Cruzará la frontera a pie junto a su admiradísimo Antonio Machado. Desde su propia experiencia tematizará filosoficamente la condición del exiliado y reconocerá la carencia raíz del hombre contemporáneo en tener obturado el acceso a la esfera de "lo que es", a la mera presencia de lo que se desvela, a lo que habitando el mundo en nuestra inmediatez nos inhabita donándonos lo que somos. En este sentido sus decires me recuerdan a Alberto Caeiro, uno de los heterónimos de Pessoa tan atento a la mera presencia y a la atención desnuda.

Como ya indiqué la melancolía quedará reconocida como ese motor del alma en su proceso de aquilatamiento. El estado melancólico al que aboca ese estado de exilio interior, dinamizando la vida del alma, estará a la base de la capacidad de apertura simple a lo que las cosas simplemente son. Siendo ella misma una exiliada, tanteará la fertilidad hermenutica de la idea de exilio entendiendo al hombre contemporáneo desde su condición de exiliado a las potencias más señeras de la vida del alma. En el envés de la idea de exilio se alojará, por tanto, esa melancolia que, a pesar de sus dolores, afirmará la vida. Melancolia, exilio; en su vida íntima abordó dificultades muy duras de asumir lo quele llevo a afirmar que "las ruinas son lo más viviente de la historia pues solo vive historicamente lo que ha sobrevivido a su destrucción, lo que ha quedado en ruinas". La pensadora y poeta tratará de este modo alcanzar un umbral capaz de estar a la altura del dolor del exilio, tanto del personal como del propio de nuestro tiempo.

En resumen, la razón poética quedará abierta a la indagación en el alma, a hacer luz en la vida que bulle en ella, a la palabra poética que la manifiesta y a ese claro del bosque en que "lo que hay" queda desvelado. En la idea de alma, en la de ser y en la de verdad como aletheia descansará la razón poética. La aletheia; lo que se recuerda, lo que no se olvida, lo que viene a desvelarse estando hasta entonces discretamente oculto... La idea griega de alma en tanto vida anímica y vida del cuerpo vivo capaz de lo divino sobrevolará la reflexión de esta filósofa. Esta razón poética tratará precisamente de hacer luz en la vida del alma desde el silencio, desde la propia escucha y desde la palabra para acceder a ese logos sumergido al que se acoge la vida del alma.
Para Zambrano el acceso al claro del bosque, desde la profundidad y la penumbra de lo más denso del arbolado, exigirá habitar esa nada o vacío que parece amenazarnos en nuestro condición de exiliados. Indagar en esa capacidad de vacío deparará el asombroso hallazgo de la propia nada, de la propia capacidad de vacío, habitando en el templo del alma. Inhabitando esa Nada y a partir de un gran silencio, la vida vivida desvelará la presencia simple de las cosas que son. La nada y el vacio del alma, más allá del sinsentido, indicando un silencio sacro... La mística del Carmelo, en concreto San Juan de la Cruz, resuena con fuerza en la filósofa española.


jueves, 12 de junio de 2025

Nicolas Gómez Dávila: Reaccionarios de lustre


Nicolás Goméz Dávila, colombiano, bogotano, de la tierra de Costa Firme tanto en un sentido metafórico como geográfico. La lectura de su obra arraiga en los tiempos más originarios de Occidente lo que, paradojoicamente, le ubicará en una posición distante de su devenir. Alguien así solo podria ser reaccionario. No apto para ideólogos...
 




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Un amigo del FB me preguntaba por la difusión y la reputación en España de la obra del colombiano Gómez Dávila y desde entonces he andado indagando sobre el tema y leyendo fragmentos de sus escolios. Me llamó la atención su buena relación con García Márquez, con el que coincidía en las más selectas tertulias de la intelectualidad bogotana. Gabo decía que si él no fuera marxista pensaría del mismo modo que Dávila reconociendo así la buena relación que había entre ambos y la elevada estatura intelectual que le reconocía. Y todo nos indica que acertaba ya que ante Dávila estamos en presencia de uno de los más finos artesanos de la palabra escrita en castellano de la segunda mitad del siglo XX al tiempo que con alguien tremendamente singular y de apabullante cultura que veía en el cultivo de la literatura, de la filosofía y de las tradiciones humanísticas una paideia[1] atenta al cultivo del espíritu y al cuidado de sí. Este vínculo con las humanidades, abiertas a la propia creatividad y al saber vivir, será decisiva para Dávila. Hasta el punto de indicarnos una manera de habitar el mundo entendida desde el ocio más libérrimo dedicado a la indagación en esas tradiciones humanísticas en tanto templo del espíritu y recurso de abundancia. La vindicación del ocio y de las humanidades entrelazándose en estos tiempos de tecnociencia triunfante... No se me ocurre nada más intempestivo…

Franco Volpi, uno de sus lectores más originales, acuñará la expresión biblioterapia para indicarnos esta potencia que serviría el acercamiento a las disciplinas humanísticas según el bogotano. Estas serían capaces de poner a nuestra disposición otros paisajes y otras veredas que las impuestas por nuestro tiempo permitiéndonos ver con otros ojos; lo que siendo condición para el pensar amparará un viaje que bien nos podría sacar de los condicionantes de nuestro tiempo y de sus exigencias hermenéuticas. Para Dávila la condición de lo afirmado será ese carácter puramente ocioso del acercamiento al margen de cualquier interés, por ejemplo, académico o curricular, que intercepte la riqueza potencial divisando así "una vida que no quiere hallar sino en sí misma la causa de sus ocupaciones y de sus quehaceres". De ahí su radicalidad en defender la intimidad y la privacidad de una tarea que excluría incluso exigencias de orden político. En sus propias palabras "la indiferencia social es una de las posiciones más respetables de nuestra civilización agonizante y conviene defenderla". Se trataría, por tanto, de dejar hacer a tal encuentro dejando de lado cualquier finalidad al margen del mismo y cultivando el llamado pathos de la distancia, que dijera Nietzsche, respecto de lo contemporáneo. No nos deberá extrañar la distancia y el desprecio que Dávila cultivó hacia la crítica literaria de oficio o la filosofía profesional.

La forma de entender y de entenderse en la literatura delimita su vínculo con la palabra y su peculiar modo de escribir a través de escolios o comentarios. El colombiano escribirá para sí viviendo la literatura a partir de sus propias aclaraciones e indagaciones en sus lecturas y sin pretender comunicar ni sistema ni discurso terminado alguno. Abordará su relación con la palabra como un escoliasta haciendo comentarios sobre asuntos que, básicamente, le estimulen y le den que pensar. Dávila nos trasladará asi su relación íntima con la literatura desde la vida que desvela.

Este tiempo íntimo, de absoluta libertad interior, quedaría confrontado con el tiempo del trabajo productivo ordenado desde el altar del consumo. Un tiempo que pugnaría por la finalidad pecuniaria que se persigue a diferencia del tiempo de la paideia en la que la actividad que como tal se realiza y la finalidad de lo que se hace coincidirían en el propio cultivo de sí. Del consumidor nos dirá “Ideario del hombre moderno: comprar el mayor número de objetos; hacer el mayor número de viajes; copular el mayor número de veces”.

Recuérdese lo dicho por Aristóteles sobre cómo la felicidad del hombre, la eudaymonia, en tanto vida plena del alma fruto de la virtud, debe ser cultivada como un fin en sí mismo y no como medio para conseguir algún fin. En la eudaymonia actividad y finalidad son uno y lo mismo. Lo aristotélico resuena con fuerza en el dictum del bogotano.

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Nicolás Gómez Dávila se declarará explicitamente reaccionario y contramoderno. Algo que no puede sublevar a quien esté familiarizado con discursos críticos con la modernidad al tiempo que escandaliza a quien se mueva nítidamente dentro de sus parámetros. En mi caso, influido por autores como Nietzsche y por su estela crítica del nihilismo, la distancia con la modernidad no es algo que pueda conmoverme, al revés, me parece una perspectiva disidente que solo puede abrir veredas y desmontar determinados relatos oficiales más frágiles de lo que suele suponerse. No olvidemos que la historia, también la historia de la filosofía, la escriben los vencedores y que no pocas cosas se quedan en la recámara o en un discreto segundo plano. En tal sentido si algo exige lo contemporáneo es volver a pensar, que no será sino pensar desde otros quicios para levantar acta del carácter crepuscular del proceso histórico que nos mece. Su modo de entender el pathos de lo reaccionario, en tanto reacción ante lo dado, creo que se explicita muy bien cuando nos dice "la historia de la filosofía se ordena desde dos reacciones victoriosas: Platón y Kant"  

Entiendo que a un moderno Dávila le desafiará en sus argumentarios; lo que no se traducirá en problema alguno para quien, al modo de García Márquez, valore la finura intelectual de quien escribe y sepa leer, como invitado a un viaje, sin la exigencia de consenso con quien se lee. Personalmente tampoco me disuade su carácter cristianocatólico por el modo en que establece tal referencia. Dávila, en sus propias palabras, es un pagano que se hace católico, un griego que como griego queda abierto a Cristo. Su cristianismo está muy lejos de las modas intelectuales del siglo XX y, efectivamente, se recrea en la patrística, en el valor de lo ritual -de ahí su crítica a la refoma litúrgica- y en esa mirada griega que atenderá a Cristo enamorada del perdón que irradia el logos encarnado… En sus propias palabras: “El cristianismo no inventará la noción de pecado sino la de perdón”.

No será, por tanto, casual que este bogotano ilustre se distancie del modernismo católico, sin por ello acusar una perspectiva claramente neoescolástica o tradicionalista, o que vindique a Platón desde su manera de mirar el cristianismo. En sentido estricto su perspectiva no se ajustará a la del catolicismo tridentino al uso o, en todo caso, la enriquecerá desde otra perspectiva; la propia de la sabiduría cristiana que empieza a cuajar en gentes como Orígenes, cuaja ya en Gregorio de Nisa y cristaliza quedando compendiada en Agustín de Hipona. Me refiero a la perspectiva de los padres de la Iglesia. Desde tal perspectiva filosofía, teología, rito y espiritualidad se encuentran completamente ensambladas desde la esfera de un cristianismo interior que sirve un itinerarium, en palabras del de Hipona, de descubrimiento de Cristo en el interior del alma y de profundización en la fe. Credo ut intelligam -creo para entender- nos dirá el de Hipona lo que compendiará todo el debate occidental sobre la razón y la fe y sobre el saber del que el hombre es capaz. Avant la lettre y a pesar de la vindicación que se hace de Dávila en ciertos entornos tradicionalistas le veo más en la estela del catolicismo promovido por Cisneros en la primera mitad del XVI, renacentista y de acento erasmista, que en el catolicismo de combate puramente contrarreformista y ciertamente cauteloso por lo que se refiere a las viejas veredas del espíritu. No en vano entenderá el catolicismo desde el ejercicio y la figura del alma que se nos demanda en la orientación a lo divino pero tambien desde el amor de Dios y desde la gracia y, por tanto, desde el reconocimiento de la insuficiencia del hombre ante el ejercicio de orientación y transformación que se le exige en el pasaje hacia ese itinerarium. Muy provocadoramente nos dirá que nuestra última esperanza es la injusticia de Dios ya que desde la mera justicia y desde el mero merecimiento solo quedaríamos desvalidos y desfondados. La dependencia de la gracia y del amor de Dios será plena exigíendosele al hombre, por su parte, su propia capacidad para la libertad, su libre albedrio, en el movimiento hacia la gracia derramándose que pone al hombre en ese itinerarium que dijera el de Hipona 

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Nicolas Gómez Dávila. Estamos ante un platónico helenista y este perfil es lo que desvela la perspectiva de complejidad de todo lo afirmado. Consideremos que si algo mide y calibra al colombiano es la gran relevancia que da a la literatura y al pensamiento griego y, a partir de ahí, a la cuestión del eros capaz de abrirse a lo sensual y también a lo transcendente. Dávila creo que entendería a la perfección eso que dijera Eliade de que la atención a la belleza es lo que delimita la religión griega... Recuérdese la escala de Diotima en el que eros, en su pasaje orientándose hacia lo transcendente, atiende tanto a la belleza de los cuerpos como al más allá del ser. La atención a la erótica de los cuerpos e incluso a la sensualidad ocupará un papel relevante en la reflexión del bogotano. Sin vacilación alguna pretenderá delimitar y reconocer lo sensual desde una clave metafísica. Al tiempo nos dirá expresamente que la promiscuidad sexual no será más que esa propina con la que el poder aquieta a sus esclavos. Sin mojigatería alguna es plenamente consciente de la potencia que ahí se mueve y de su relevancia psicoanímica.

Da de sí la crítica de este pensador colombiano al tiempo que cuestiona esa dulce sensación de libertad sexual consagrada por la cultura de los sesenta y, finalmente, puesta al servicio de la sociedad de mercado en su programática de gestión del deseo. Análogamente, da también de sí ese vínculo que Dávila pretende trazar entre la esfera de la sensualidad y el espíritu desbordándose. No, no estamos ante un católico pacato sino, acaso, con un renacentista que se complacería con la glorificación del cuerpo a la que nos lanza la gramática estética de la Capilla Sixtina y que chirriaría ante el tapado de los cuerpos que en 1564 ordenó Pio V ya en una estela post-tridentina. Un error que la Iglesia tuvo a bien rectificar hace unos pocos años y que devolvíó la Capilla Sixtina a su semántica y esplendor original.

Quedamos confrontados, por tanto, ante alguien singular que, sin embargo, expresa una fibra relevante y casi constitutiva, repito constituiva, de la cultura occidental. Efectivamente, no deja de ser revelador que alguien que se ubica con nitidez en ese gozne grecocristiano que alumbra la cultura occidental solo pueda ser percibido, hoy en día, como alguien singularísimo y extraño. Ahí nos las vemos; en pleno ocaso y hallando una clave.

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Desde el marco esbozado por este pensador intenso y provocador y cuestionando el devenir de Occidente se declarará reaccionario para a partir de ahí acometer una praxis de derribo de ídolos contemporáneos que pondrá al servició de una crítica tremendamente erudita y sutil. No se declarará reaccionario gratuitamente. Tampoco estaremos ante un reaccionarismo puramente estético. Con tal etiqueta pondrá en cuestión la vereda tomada por la cultura occidental en los últimos siglos y lo hará, en sus propias palabras, como lo haria un campesino medieval indignado. Reaccionando visceralmente ante la disolución de un legado y de un patrimonio intelectual. A la base de esa crítica encontraremos la crítica del olvido de la alteridad divina en tanto esfera que orienta la reflexión y la mirada del hombre. Así, el hombre alcanzaría su figura y su potencia cognoscente a partir de una alteridad divina que lo constituye en su intimidad. Recuérdese lo ya afirmado sobre ese itinerarium el cual delimitará la plenitud del conocer del hombre… Muy lejos de lo dicho el hombre moderno habría sustituido esa esfera íntima de transcendencia por la apelación secularizada a la idea moderna de hombre. Esta programática solo habría venido a empobrecer en lo humano demasiado humano, que dijera Nietzsche, su capacidad de vida. En resumen, para Dávila la negación y el no reconocimiento de la esfera de lo sagrado en el atanor del alma, básicamente, habría servido impotencia y vulgaridad anímica. Al tiempo, los desajustes políticos modernos tendrán todos a su base un error teológico.   

Ahí arrancará su crítica a la ciencia moderna en tanto saber mitificado que para la sociedad de masas revela la verdad de las cosas desvelándonos lo real. Dávila la entenderá como un saber aplicado y meramente instrumental dependiente de la mentalidad técnica que, por lo demás, se ocupará de parcelas específicas de realidad en clave tecnoperatoria pero en ningún caso de la verdad como gran cuestión teorética. Codo a codo con Ortega o María Zambrano el bogotano, a partir de la prevalencia del conocimiento científico en la modernidad y de la mentalidad científicotécnica, entenderá el modo contemporáneo de entender la razón atravesado por ese caràcter instrumental dado al conocer. Lo que alumbrará, en términos filosóficos, una racionalidad analítica completamente alejada de la vida del alma y de la esfera de lo vivido. Desde esta estela crítica orteguiana Zambrano y Dávila divisaran las viejas veredas del espíritu como horizonte decisivo en la vida del hombre.  

La crítica a la democracia moderna arraigará también en ese olvido de lo sagrado por presuponer lo puramente democrático su desplazamiento en tanto esa fuente poderosa capaz de constituir al hombre en sus relaciones sociales. En realidad, para Dávila solo la religión y sus rituales tendrán capacidad de constituir comunitas… Recuerdese a Platón en Las leyes. De ahí el colosal y sonado fracaso de la modernidad, desde la ausencia de rituales, a la hora de constituir politicidad desde la mera razón. A la hora de calibrar la crítica de Dávila no olvidemos que todo el proceso político moderno, formateado desde la tecnociencia, pareciera culminar en el paisaje transhumanista de la tecnocracia y sus colosales entramados de poder diluyendo lo humano. En tal paisaje la persona singular se verá desplazada por una innominable maquinaria colectiva en la cual quedaríamos todos integrados como consumidores. La percepción del mundo como gran maquinaria será importante para el bogotano ya que apunta al desvanecimiento de lo humano en las sociedades modernas. En sus propias palabras “la máquina moderna es más compleja cada día, y el hombre moderno cada día más elemental”. Me he referido a algo tan a pie de obra, tan referido al aquí y al ahora, como el desvanecimiento de lo humano. Matizo que me refiero al desvanecimiento de la persona singular, del concreto humano, del cuerpo vivo, y al acoso que éste padece en las sociedades masificadas del presente desde los procesos de standarización en curso

Desde lo dicho se entenderá la distancia de Dávila respecto de la sociedad de masas en la medida en que en esta cristaliza tal medida de degradación de lo humano. De las ideologías nos dirá “las ideologías se inventaron para que pueda opinar el que no piensa”. O lo que es lo mismo para que todo el mundo crea tener criterio sin tener idea alguna en la cabeza. Para Dávila las ideologías aseguran grandes rentabilidades a la hora de consolidar el dispositivo de poder moderno y tecnocientífico enajenando lo humano.

A partir de su propia mirada, solo comprensible en quien es consciente de que habita un mundo en finiquito y errado en sus mismas bases, las provocaciones irreverentes de Dávila a la conciencia del hombre contemporáneo afloraran en su obra jugando con el lector y con sus tópicos. Desde esa finura intelectual que deslumbra y a partir de la tradición filosófica occidental a la que se adscribe.



[1] Paideia; podría traducirse por educación pero el campo de significación  es mucho más amplio ya que alude a la formación integral que debe facilitar todo el legado intelectual, artístico, literario, filosófico, ceremonial y ritual en el que el griego de la época clásica adquiría la condición de buen ciudadano.

jueves, 15 de mayo de 2025

La cabina: la revuelta de los objetos (el cine que nos dice)

 

Jose Luis Garci. La cabina. Un película de culto a la que puso de actualidad el apagón vivido como gran escenario para el finiquito. Experimento, ensayo, acontecer del caos que termina generando una complejidad siempre creciente en su propia fragilidad... La revuelta de los objetos emergiendo y ajustando cuentas... Vivimos en una sociedad en la que no cuadran las cuentas y antes o después eso dejará un saldo... Dicho lo dicho sin el más mínimo apasionamiento. No deja de ser una cuestión de medida



El pasado apagón que nos vivió me ha traído a la memoria, La cabina, esa joya maestra del cine fantástico de la España de los setenta con realización de Mercero, guión de Jose Luis Garci y magistral actuación actoral de Jose Luis López Vazquez sin decir una sola palabra. Todo es magistral en La cabina, desde el guión repleto de sugerencias a una realización que sin dejar de traslucir el tremendo dramatismo todo lo contempla desde el ángulo de la observación detenida. A pesar de ser un mediometraje para TVE lo cierto es que La cabina es considerada, desde hace ya bastantes años, cine de culto completamente consagrado. Recuerdo haberla visto de niño y sentirme arrojado a la incertidumbre más absoluta en la inexistencia de un desenlace convencional y previsible que libere a la víctima de una trampa tan cotidiana... López Vázquez no dejaba de quedarse encerrado en una cabina… ¿Cómo no se le iba a poder liberar?. La normalidad más ramplona como gran trampa que esconde algo que discretamente opera sobre quien cometió el error de estar en el sitio y el lugar inapropiado. La normalidad animándose y sirviéndose de la fría administración del mundo de la que todos participamos. Todos somos culpables y lo real nos responderá con dureza librándose de nosotros a su debido tiempo y, poco a poco, ya parece hacerlo… En La cabina quedaremos pues confrontados con el desasosiego y la angustia dimanando de lo más cotidiano en la más absoluta inmediatez existencial. Un aviso a navegantes sobre nuestra vida desquiciada y desquiciante.

En La cabina son, efectivamente, los objetos mas cotidianos los que se nos confrontan proclamando la revuelta de los objetos frente al control y la torsión de la vida que caracteriza nuestras sociedades de capitalismo avanzado. Además, no se revuelven cualquiera de los objetos existentes sino los que tienen que ver con el tráfico de información en tanto gran red que constituye la apariencia y la virtualidad que entreteje nuestras sociedades contemporáneas. La revuelta acontece, por tanto, en el núcleo mismo del poder operando sobre quienes parecen ser los apéndices necesarios de esa engrana de administración de la vida que la propia vida padece.

Recordemos la relevancia de la obra de Mc. Luhan o de Guy Debord  en los sesenta y setenta denunciando la trama cada vez más virtual de una vida medida desde la instauración de lo existente que establecen los medios de información y de comunicación de masas. Así lo real se irá viendo sustituido por lo virtual.  Vivimos en un mundo en el que el cuerpo a cuerpo que desde siempre ordenó las relaciones humanas se va diluyendo como un azucarillo. ¿Qué quedará de la persona singular en tal escenario?. Nada más que su propio crepúsculo. El último tercio del siglo XX verá el emerger de esa sociedad de lo virtual desapegada cada vez más del cuerpo vivo y con pretensiones de salirse de la materia. Al día de hoy nos hemos adentrado mucho más en esa virtualidad emergente. La genialidad de La cabina será anunciarnos el poder emergente de lo evanescente en su mismo umbral de acceso. Las cuentas no encajaran en esa sociedad de lo virtual que pretende empoderarse y las contradicciones terminaran apoderándose del escenario.

En el relato nuestro protagonista, López Vazquez, quedará encerrado en una cabina de teléfono desde la que solo se le verá gesticular. Quedará mudo en sus demandas de auxilio al tiempo que convertido en motivo de mofa y espectáculo para el resto de la gente que son quienes le ponen voz. Nadie se tomará en serio su destino ni su problema precisamente por arraigar en los objetos que nos son más inmediato. Nadie parece advertir nuestra dependencia extrema de tales objetos cotidianos ni de los flujos de información introduciéndonos en su caverna regida por lo aparente. A nuestro protagonista no se le dejará salir de la trama virtual de comunicación a distancia con que saturan la existencia los medios de información. Quedará atrapado, desde su red de objetos, en una cabina… Solo un grupo de marginales le observará con conmiseración entendiendo su destino fatal.

El final es etremadamente bizarro y descarnado con nuestro hombre conducido a un averno de seres olvidados en su llegar a ser -gygnomai- fallido, una especie de Hades para sujetos ya sin memoria que agonizan en la cabina que se apoderó de ellos para morir y desecarse dentro de ella sin recibir auxilio alguno de nadie. La fría racionalidad más allá de los cuerpos vivos de la administración técnica será la intérprete y la ejecutora final del horror que impone esta revuelta de los objetos. Estos vindicaran su ser desde una crueldad desmedida hacia lo humano. La revuelta de los objetos ejecutando el eterno de retorno que decide reactivamente prescindir de lo humano por la violencia que el propio hombre impone… Ahí va el enlace al video




martes, 6 de mayo de 2025

Morante de la Puebla; rito y belleza que no espectáculo


 


Ahi van una serie de reflexiones a propósito de la tremenda faena de Morante de la Puebla en Sevilla demostrando que la lidia es eso, lidia, a partir de la cual se trenza la belleza que destila el buen toreo. Al tiempo el sufrimiento animal como gran objeción...

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El mundo que nos vive es muy diferente del mundo en el que cuajó la lidia del toro bravo. Las mentalidades vigentes también lo son. Respecto de la lidia la sensibilidad del hombre contemporáneo escolla en el dolor y el sufrimiento de la res. Y, efectivamente, el dolor y el sufrimiento del toro es la gran objeción que encuentran las corridas de toros tanto en términos éticos como estéticos. Me referiré a las corridas de toros como la lidia siguiendo la pauta del inmenso crítico taurino Joaquin Vidal.

Del entorno en el que cuajó el toreo decir que era un entorno silvestre con el hombre viviendo integrado en la naturaleza. El hombre, que compartía con los toros encinares y dehesas, no vivía separado del medio ambiente tal y como vivimos nosotros. Un hombre así sabe del estremecimiento ante lo natural pero, por eso mismo, de sus asperezas y peligros. Este hombre censurará la crueldad gratuita con los animales pero lo que no hará nunca será proyectar sobre el animal una sensibilidad afín a lo humana. El hombre natural convive con los animales en sus mismos ecosistemas, los caza y los cría, se alimenta con ellos, los adiestra y se sirve de ellos amaestrándolos. Este hombre actúa como el gran predador que es en todos los ecosistemas que habita pero, eso si, sin humanizar los animales y siendo muy consciente de lo salvaje desatado, del mundo como bosque y campo abierto. A partir de ahí la lidia empezó siendo un juego de riesgo en todo el Mediterráneo abierto a la sana competencia de los jóvenes; piénsese en los recortadores de toros existentes desde la antigua Creta tal y como acreditan los frescos minoicos.

En toda la Península Ibérica y en el sur de Francia este juego terminó transformándose en una compleja figura antropológica cimentada en un ordenado rito de probatura de valor que encuentra su compás en una elaboración estética bien afinada y aquilatada. Sus valores éticos quedaran pues vinculados a una mentalidad heroica y sus valores estéticos a la plasticidad que emerge de la propia lidia conjurando la belleza a partir del riesgo. Probablemente estamos ante una de las elaboraciones humanas más singulares, muy por encima de lo que acontecía en el circo romano. Y así será por primar en la lidia lo ritual y no el espectáculo que era lo que primaba en los circos romanos de la antigüedad.  A partir de ahí el público, el gentío, participará activamente del ritual actuando como un crítico severo o completamente entregado y enamorado festejándolo. Considérense desde los dicho todos las matices y posibilidades intermedias que pudieran resultar. Recuerden la participación del coro, representando al pueblo, en las tragedias griegas…

Desde una mentalidad moderna o contemporánea lo dicho es, literalmente, incomprensible. Por eso los debates entre taurinos y antitaurinos resultan tan tediosos escenificando básicamente incomunicación. Para el contemporáneo la naturaleza es un objeto a proteger y esa protección desgrana una serie de valores de corte humanitario. Es cierto que el desarrollo tecnoeconómico ha lesionado intensamente la naturaleza humanizándola al extremo; de ahí que deba ser protegida.  Tras degradarla nos toca protegerla… La humanización de la naturaleza, cosificándola desde la estricta perspectiva humana y convirtiéndola así en objeto de gestión y planificación, es uno de los caracteres nucleares de la administración de la vida en tanto gran emblema de lo contemporáneo.

Como vengo indicando vivimos completamente separados de la naturaleza e, incluso, de nuestro cuerpo, desplazado de lo que somos y convertido en un objeto más que enmendar y consumir. Para este hombre contemporáneo la naturaleza es un jardín a proteger, un territorio humanizado. De ahí que en la lidia el antitaurino solo vea desprotección hacia el animal y crueldad. Sincrónicamente el desconocimiento de los animales y vivir al margen de lo salvaje será lo que ampare la pérdida de los simbolismos que movían en el hombre los animales y, al tiempo, lo que termina amparando que proyectemos sobre los mismos sentimientos humanos .

Más allá de que en mi exposición me decante por ese hombre antiguo -no lo voy a negar- y que deje constancia de los límites del hombre contemporáneo la perspectiva ética del hombre actual sobre el sufrimiento animal resulta difícil de objetar. Con todo, nuestra sociedad es la que, de lejos, más sufrimiento animal ha provocado en la historia. Sin ir más lejos y en relación con los bóvidos -vacas y toros; terneras y terneros- la producción industrial de carne y la actividad en serie de los mataderos producen montañas de dolor y de sufrimiento incomparablemente superiores a los de las corridas de toros. Algo similar cabrá decir de la degradación de los ecosistemas yugulando biodiversidad.

Mi intención en esta columna no será tanto defender la lidia del todo bravo de su crítica sino solo exponer la complejidad de la cuestión tanto en el orden moral como estético . Soy consciente de que la objeción del sufrimiento animal no es una cuestión menor, ahora bien, también soy consciente de que nuestra sociedad, en relación al sufrimiento animal, se instala en contradicciones muy graves y en umbrales de sufrimiento que deslegitiman la crítica contemporánea del toreo.

 

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Más allá de todo lo afirmado lo cierto es que las corridas de toros, la lidia como bien decía Joaquin Vidal, son una pervivencia extraordinaria de un mundo antiguo que ya dejó de existir. Por eso su importante aportación enriqueciendo el lenguaje y en la esfera del arte. Quizá, en el juicio que cada cual tenga sobre los toros se mida lo que cada cual pueda preservar de antiguo no siendo completamente moderno. ¿Nos podemos permitir dejar ser a lo que nos quede de antiguo cuestionando la normalidad moderna y su pesebre?.

Lo que vengo indicando lo digo a volapié en relación a la gran faena de Morante de la Puebla el 1 de Mayo en Sevilla mostrando lo que es la lidia de un animal bravo y de embestida compleja para llevar tal lidia hasta el umbral de la belleza desgranada por la geometría de esa lidia. Sencillamente colosal el Maestro Morante. Como decía Juan Belmonte la lidia, torear, es parar templar y mandar. Parar empapando al toro con la muleta y el capote; templar acompasando al propio ritmo la velocidad y la cadencia de embestida del toro; mandar llevando al toro por la trayectoria deseada y al lugar en el que arranca el próximo muletazo. De ahí que estemos ante una lidia precisa pero también ante una sofisticada danza. Vean a Morante lidiar a un toro de embestida compleja haciéndole pasar por donde la lidia requiere y accediendo a ese umbral desde el que la belleza comienza a brindarse. Según sale de chiqueros y en el toreo de capote hasta el final de la lidia. Así, mirará estremecida nuestra sensibilidad antigua mientras la moderna embarrancará en el sufrimiento animal…

Ahí va el enlace a la faena de Morante... Si dais en el enlace lo podeis ver en yuotube. Como digo un ejemplo de toreo antiguo, de lidia que desde la misma es capaz de desgranar plasticidad y ligereza... Para ver estas imágenes, si hay reticiencias no recomiendo verlas, hay que tomar nota de que asistimos a la representación de una tragedia en la que el público, el respetable, ocupa una función muy similar a la del coro en la tragedia griega dando voz al pueblo levantando testimonio y recapitulando lo acaecido. Una tragedia que se ordena desde la inmediatez de la muerte y desde la vida que reporta confrontar la muerte; la muerte menos temida da mas vida que se decía en la Edad Media... No, no estamos ante una sensibilidad contemporánea en su pretensión de desplazar el dolor de la esfera de experiencia de la vida... La tragedia escénica de la tauromaquía hunde sus raices en la asunción del dolor y de la muerte. Por eso estamos ante una sensibilidad antigua completamente ajena a lo contemporáneo.