martes, 16 de septiembre de 2025

De apocalipsis programados y colapsos nucleares: bufones y fin de fiesta


Escribí esta columna para el extinto diario Hércules hace unos meses y he decidido sacarla en el blog por su actualidad. Comenta el famoso kit de supervivencia -en el enlace abajo- para sobrevivir al colapso social y de orden público que difundió la UE; un video entre lo trágico y lo cómico, que si algo suscitaba era, para empezar, el pavor que pueden llegar a inducir los personajes que nos gobiernan. Lo apocalíptico expresándose como parodia bufa en unos tiempos en el que las élites políticas coquetean impúdicamente con acercanors a un posible colapso nuclear en una guerra con Rusia…


Resulta impresionante ver a una cultura crepuscular promoviendo activamente en la opinión pública un pasaje apocalíptico atemorizando a las gentes. No debería llamarnos en demasía la atención. Por un lado, nuestra cultura arraiga en el humus nutricio de ese nihilismo cumplido, casi como de finiquito, que profetizara Fiedrich Nietzsche y, por otro, la nuestra es una tradición de espera apocalíptica en el que la ciudad de los hombres, que dijera Agustin de Hipona, constata su progresivo debilitamiento bajo el control de lo humano (demasiado humano).

En nuestro orden de cosas, el de una sociedad de control, la promoción activa del miedo desde la política eleva la apuesta de las exigencias del control existente, y es que las gentes siempre están dispuestas a ceder libertades y autonomía personal frente a los supuestos beneficios que nos librarían de determinados peligros… Tal será el perfil totalitario de nuestro tiempo considerando las ambiciones de quienes nos administran.

Por si lo dicho fuera poco este escenario, incierto y sombrío, en Europa se ordena aun mas confusamente al quedar instalada la cultura política vigente en un fin de trayecto, o de ciclo, incapaz de reordenarse mediante pactos renovados. Lo que anima a soluciones autoritarias que garanticen el poder y blinden los intereses de las castas que nos gobiernan. Me limito a cartografiar el modo en el que las oligarquías vienen a consolidarse. Increméntense los umbrales de miedo y la gente obedecerá sin fisuras… A partir de ahí lo fascinante es que esto suceda en una sociedad que constitutivamente hunde sus raíces en el apogeo del nihilismo danzando en su propio apocalipsis. He de reconocer que como espectáculo histórico resulta fascinante ver a las élites posthumanistas agitando la bandera del control técnico de la vida e invocando, al tiempo, el finiquito y el propio colapaso. Lo cierto es que no pocas cosas nos indican la posibilidad de un finiquito. Acaso la metáfora de considerar la sociedad como una máquina colosal con un trepidar crecientemente intenso sea indesligable del gripado y colapso de la maquinaria. En tal escenario las personas singulares seríamos poco más que los engranajes de tal maquinaría. Así las cosas, ni los mismos dirigentes serán capaces de sustraerse a la incertidumbre. Lo que prima es el ser colectivo que viene a formarse desde sus propias inercias...

Recuerden el kit de supervivencia con el que las autoridades europeas pretendían recondicionar a los europeos tras aterrorizarles, eso sí, con una sonrisa como de jardín de infancia… El video explicativo en el que se nos enseñaba a sobrevivir tras el colapso suscitaba básicamente mofa y preocupación al dejar a las claras el nivel escuálido de los actores que nos administran. Quien nos hablaba en ese video no era una actriz cómica sino una comisaria europea perteneciente al gobierno europeo; alguien equivalente a una ministra... Tras ver el video muchos dimos por descontado que se trataba de amparar un horizonte de choque con Rusia en un posible contexto de confrontación nuclear. Podrá resultar insólito pero lo cierto es que tal posibilidad trata de normalizarse con la ayuda de la gran mayoría de las élites políticas y mediáticas europeas y de la pasividad de la población… ¿Quien decide que los europeos deban normalizar la posibilidad de una guerra nuclear?. ¿Quien impone mediáticamente un juego de tales características?. ¿Para qué?... Por ser colectivo el poder se hace necesariamente opaco y extraño para las personas singulares. En realidad, nos las vemos con una especie de egregor o identidad colectiva difícil de delimitar pero que apaña sus propias inercias.

Con todo, y en relación al kit de supervivencia, lo verdaderamente sorprendente, es que pocos días después de lanzarse el video sucedió, literalmente, eso mismo de lo que se nos advertía. Un suceso de quiebra civilización, en España con el apagón, pero solo por unas pocas horas. Ensayo, aviso, sincronía…

Impresiona y sobre todo inquieta la sincronía. ¿Estamos ante algo más que en el juego de una imbécil -la comisaria europea-  grabando un video?. Más allá del significado del famoso video el hecho de que se nos traslade la posibilidad de una guerra nuclear en Europa resulta estremecedora e inquietante. ¿Qué finalidades tiene este juego?

Si bien el diseño del video del kit de supervivencia era sencillamente estólido no estamos ante un mero delirio ni la sincronía acontecida resulta un mero azar sin significado alguno. Insisto la sincronía estremece y no se qué estremece más sino detectar a una élite política que frivoliza con vernos arrojados a una guerra nuclear con Rusia o la sincronía como tal. En realidad nuestra pregnancia hacia el apocalipsis y el colapso radica en íntima relación con el perfil de sociedad en la que vivimos controlando vida y naturaleza.

La sensación de finiquito crece y el propio poder la promueve. La promueve y al tiempo queda determinado por ella. Nos movemos, efectivamente, en un cartograma en el que es del todo imposible el encaje y la conciliación entre la sociedad evanescente y transhumanista a la que nos dirigimos, de un lado, y las leyes y los limites que nos impone la vida -la physis-, de otro. Esa physis que nos dice desde su propio horizonte de sentido reclamando capacidad de conciliación entre hombre y naturaleza. Paralelamente las programáticas posthumanistas consagran a los titanes desatados imponiéndose a la vida en el despliegue de poder que les acompaña. En realidad la torsión no es sostenible del mismo modo que no cabe expulsar a la muerte y a la finitud del campo de lo humano. Somos cuerpo y materia, cuerpo animado y en lo referente a las cuestiones espirituales la octava se mueve en otro registro. De un modo o de otro la fiesta parece acabarse y el escenario de incertidumbre se nos impone. Poco más que decir en un mundo en que la política ha devenido opaca y la administración de la vida es creciente. Pasen y vean el tremendo espectáculo de nuestra propia fragilidad desde una virtualidad en la que lo que priman son las imágenes de consumo desplazando a los cuerpos en su encuentro. El olvido del ser realizado que dijera Martin Heidegger.





viernes, 5 de septiembre de 2025

El cuerpo, de la piel hacia fuera: Pensando con Fernando Muñoz (reseña)

Toca la reseña de un amigo al que conocí hace ya un buen puñado de años. Alguien a quien respeto y que, acaso, debiera haber visto en más ocasiones tras mi marcha a Tierra de Campos. La lectura de su libro, Salir de sí, sobre la Modernidad y la crisis incesante que la constituye, me ha espoleado a escribir y escribir excediendo, con mucho, el espacio de una entrada del blog. El texto lo he dividido en parágrafos titulados con la idea de facilitar la lectura de una entrada extensa o, al menos, de facilitar, cierta selección en la lectura. En cualquier caso, el texto me ha salido demasiado largo. Me resulta curioso cómo la lectura del libro me ha espoleado a escribir, con agitación y pasión, de los temas que se van proponiendo. Siempre, cuando reseño un libro en el blog, acabo entablando un diálogo con el autor del libro reseñado y este diálogo, en concreto, me ha sido tremendamente fecundo. Es lo que tiene pensar en paralelo sobre temas candentes y relevantes. De hecho, lo que he escrito, más que una recensión o reseña del libro, es más un comentario al mismo o un escolio. Acaso llevaba demasiado tiempo sin leer filosofía tras entregar mis quehaceres y placeres a la poesía además de a la continuidad de este poliédrico blog de ensayo. Siendo la entrada tan extensa he pensado hacer un cambio relevante. Voy a hacer una etiqueta en el blog específica para textos largos e incluiré en la misma los artículos que ya tengo compendiados en la web de academia.edu con la finalidad de tenerlo todo centralizado en Imaginatio Vera. Esta sección dedicada a artículos, en unas semanas, la inauguraré con el escolio dedicado a Salir de sí. En síntesis, esta renovación del blog, sobre Salir de si y a modo de reseña, son los parágrafos introductorios al libro. El escolio completo lo sacaré en unas semanas inaugurando la etiqueta de artículos y textos largos.

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La edición que tenemos entre manos es un libro “para otra gente” que nos invita a nombrar el proceso histórico de los últimos siglos de otra manera. Como verán el toro sale bravo de chiqueros más allá de la templanza del autor del libro y de su estilo. Y es que pocas cosas de más riesgo, para el lector y para el que escribe, que la ruptura con la convención social impuesta. Estamos ante una iniciativa intensa y valiente de crítica filosófica que exigiendo coraje al lector no busca el aplauso ni el reconocimiento fácil. En términos taurinos no sería esta una faena pinturera de toro pastueño sino una de temple lidiando al astado de más genio. La crítica que aborda Fernando Muñoz, crítica en su sentido de discernimiento -el que manejara Baltasar Gracián en El Criticón- nos abismará a un contarnos las cosas completamente diferente al usual; un relato del otro lado, un libro para partisanos y francotiradores de la filosofía. Nos encontramos ante un libro de crítica filosófica que asume la emboscadura jungueriana. El libro de un emboscado que lanza bengalas a sabiendas de que serán vistas por otros emboscados que, aguardando, también trabajan en lo profundo del bosque desbrozando maleza y, acaso, delineando pequeños claros al calor de un bosque ya convertido en protector. No hablamos de cualquier cosa. Para Ernst Jünger lo que más atemoriza a los poderosos es la existencia de personas no pautadas desde las imágenes colectivas que el poder vigente y la convención social imprimen en las conciencias apuntalándolo dado; imágenes de rebeldía incluidas. Su mera existencia atemoriza al poder pues augura imágenes por venir en tiempos de crisis hondas. Calibre el respetable la faena del diestro en su regalo de ofrecernos la posibilidad, no tan habitual, de entender lo que nos circunda de otro modo. Enriquézcanse; tengan encuentros y desencuentros. Ahí va mi reseña. Por cierto, parafraseo a Skinner en el título al indicar que la conducta no deja de ser el cuerpo; cuerpo vivo, cuerpo animado de la piel hacia fuera.

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A modo de sumario. Salir de si de Fernando Muñoz. El libro compendia y sistematiza una perspectiva crítica de la Modernidad al tiempo que ahonda en esa crítica desde su propio enfoque analizando al individuo de las sociedades modernas desde diversos frentes y en una clave antropológica. La Modernidad acontecería, para el autor del libro, como un proceso y un devenir siempre abierto sin quedar referido a proyecto sustantivo alguno. En palabras de Fernando Muñoz “un curso de transformaciones o un constante devenir que acaso responda a una legalidad sin más fundamento que su misma positividad. Todo es efímero. Nada es, todo deviene”. La revolución que nunca finaliza apostillará Muñoz; un devenir insustancial en permanente cambio.

Tal devenir tendrá a su base la liquidación de la comunitas tradicional y de sus instituciones políticas constituidas cuerpo a cuerpo a partir de la vida y el tejido de relaciones y vínculos comunitarios existente. Confrontándose criticamente con tal devenir el autor vindicará el comunitarismo de la sociedad tradicional; lo que, por lo demás, no le llevará a adoptar planteamiento utópico alguno respecto de la vida comunitaria. En sus propias palabras no se tratará de “celebrar ingenuamente la comunidad sino señalar su valor primario en la constitución del campo antropológico”. Esta es una cuestión bien relevante ya que el utopismo, cincelando una sociedad dirigida a lo ideal, será uno de los totems modernos por excelencia.

Como podemos ya advertir el libro será una invitación a deconstruir ciertos relatos compartidos en el seno de la convención social vigente; especialmente los delimitados desde el mito del progreso y desde la consideración de la modernidad desde los parámetros ilustrados denigrando todo pasado.

El proceso abierto también supondría el desvanecimiento del imaginario previo a la modernidad; de los marcos rituales y litúrgicos que lo daban vida y en los que se encarnaba ese imaginario nutriendo la comunidad. El devenir que así se abrió detonará, no podría ser de otro modo, la crisis de la metafísica tradicional en tanto elaboración teórica a la que se acogía la mentalidad tradicional. A partir de tal movimiento epocal todo lo sólido, nos dirá Carlos Marx en el Manifiesto Comunista, se desvanecerá y todo lo sagrado será profanado. Entiendo que sorprenda esta cita de Marx y, efectivamente, habrá que buscarla su contexto.

La crisis de la sociedad tradicional, la emergencia de un nuevo orden, la modernidad burguesa incesantemente destruyendo y rediseñando la vida a partir de una colosal liberación de energía productiva y dominio tecno-operatorio como nunca se había visto en la historia... En el reverso de tal proceso las fisuras que éste sirve traspasando el alma de los hombres en la exposición al permanente deshacer y rehacer que conlleva tal proceso de transformaciones incesantes… En palabras de Fernando Muñoz el mismo desvelaría “una enorme capacidad de desrealización que concluye en un estado social fantasmagórico o, como se diría hoy en día, virtual” El resultado un caos y un desorden aparente que, según Dostoievski, es el grado más alto del orden burgués. Todo lo sólido se desvanece en el aire que nos decía Marx

La liquidación de las viejas creencias y el precio político pagado por todo ello, la vida de la persona singular en esa caótica liberación de potencia y de producción desatada, los grandes cambios que van aconteciendo… A todo lo dicho nos introducirá este libro y es que acaso la emergencia de lo telúrico, más allá del disfraz de sofisticación y del higienismo político de la vida moderna, sea acaso lo que mejor delimita el devenir moderno. Lo dicho, por cierto, debe mucho a cierta lectura de Marx aminorando su perfil ilustrado y atendiendo a su crítica del orden burgués. La emergencia de lo telúrico, el dominio de lo elemental: Me viene a la cabeza Ernst Jünger divisando la figura del trabajador e intentando afirmar la vida en plena tragedia. Consideremos que la Modernidad ha hecho de la “crisis su propia naturaleza” y a eso pesar de los planteamientos utopistas y de plenitud histórica que enarbola. En palabras del autor de Salir de sí “Ese carácter de plenitud y culminación hacia el orden definitivo se cumple, por el contrario, como una circunstancia siempre en vilo o cambiante que apenas podemos llamar un estado. Por el contario frente a esa plenitud buscada la Modernidad ha hecho de la crisis su permanente naturaleza”

Entre los referentes de Fernando Muñoz podemos intuir a Marx en lo que tiene de crítico duro de la burguesía, a Santo Tomás y su síntesis poderosa entre realismo aristotélico y cristianismo, a Gustavo Bueno renovando la filosofía materialista, a ese Chesterton que decía que “solo la Iglesia Católica puede salvar al hombre moderno de la destructora y humillante esclavitud de ser un hijo de su tiempo”; matizando lo dicho con la sentencia de que “quien deja de creer en Dios pasa a creen en cualquier cosa” o al magisterio de Juan Bautista Fuentes en su crítica a la psicología moderna y en su disenso filosófico respecto de los tiempos modernos y contemporáneos. De hecho, asistiendo a sus seminarios conocí a Fernando Muñoz hace un buen puñado de años. Advierto, estamos ante un libro politicamente incorrecto que no se deja clasificar. De ahí que sea capaz de desafiarnos y asaltar todos esos lugares comunes en los que se refugia la razón a la búsqueda de confort. ¿Cabe aunar el tomismo y el marxismo en un modelo crítico coherente?. Advierto, más allá de toda crítica o disenso la coherencia de Salir de si es plena en su propia figura. Por lo demás, su capacidad para revisar y volver a pensar asuntos cerrados le convierte en un libro escrito desde el disenso frente a la convención social. Un libro para otra gente capaz de asimilar dudas sobre los diversos menús que nos ofrece lo socialmente dado.

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Nuestro Ortega desde el disenso con lo dado nos dirá que “el primer derecho humano es el derecho a la continuidad”. Y no, no se trata de apelar  a visiones rígidas de lo que cada cual pueda entender o de dejar de valorar la flexibilidad, la generosidad hacia los demás, que tan bien se dejaba expresar con el significado que el término liberal tenía en el Siglo de Oro. El derecho a la continuidad no es sino el derecho a la propia soberanía capaz de sellar la autonomía de la voluntad frente a cualquier poder que, unilateralmente, nos quiera mover el escenario y el ánimo. El derecho a perseverar en la propia figura, la de la persona singular, sin que nadie resuelva nuestras cuestiones desde su propio sesgo e interés. Un derecho básico que, de ser vigente, nos resguardaría de la interferencia de todo poder y de toda agencia que pretenda administrar nuestra vida. En realidad, solo un idiota se dejaría seducir por todos esos cantos de sirena al cambio y la innovación, tan habituales, que confunden monstruosamente la propia creatividad con el diseño caracterológico que se nos exige desde el poder. El idiota es, efectivamente, el siempre dispuesto y el siempre administrado a partir de la identidad evanescente que se nos exige…

El libro tiene un subtítulo: Para la revolución de los idiotas... Así es, de los idiotés se trata. De esos idiotas, que dijera Chesterton, a los que alumbra la modernidad liberal como perfectos receptores de lo que disponga la sociedad de mercado. En la apelación a los idiotas no estamos ante un título poco solemne para un libro de crítica filosófica. La delimitación estrictamente racional de la apelación a la idiocia será precisa encontrando su quibla en el propio Chesterton y en el significado que, en griego clásico, se daba a la palabra idiota -idiotés-; un significado en estrecha vecindad de la reflexión griega sobre la polis y la reflexión política de la naciente filosofía. El significado de idiotés alude al mal ciudadano que no se implica en los asuntos públicos atento, en exclusiva, a las cuestiones privadas y desentendiéndose de los asuntos de la comunidad a la que pertenece.

Ahondemos en la crítica que se esboza y en lo desvelado apelando a estos referentes clásicos. Como ya he indicado, en términos de ciudadanía, nada peor para un griego clásico que quien se desentiende de la trama comunitaria a la que pertenece. Es cierto que la condición de ciudadanía, centrada en la condición del ciudadano-soldado y en el ascenso a la dominancia político-militar de las unidades de hoplitas, era exigente pero no dejaba de ser lo que aseguraba la supervivencia de la comunidad y de todos sus miembros. Al tiempo servía una serie de derechos inherentes de ciudadanía y, también, de deberes que variaban según las diversas polis. La ascensión política de las asambleas de hoplitas en tanto soldados de infantería, todos ellos al mismo nivel, había generado en la Grecia antigua comunitas muy atentas a la igualdad económica -Esparta- o a la igualdad política -Atenas-

Ser un miembro de la polis suponía quedar integrado en unas determinadas redes de parentesco, lo que apuntaba a una trama específica de asistencia mutua que cuajaba en esa trama de derechos y deberes, y, también, en una serie de instituciones que emanaban de esas redes de parentesco y, por tanto, de la propia comunidad organizada.

Estas eran las instituciones que ejercían el poder. En toda esta trama de relaciones humanas y de comunicación cuerpo a cuerpo, persona a persona, descansaba la condición de ciudadanía y la perspectiva de lo político. Sobre la base de lo dicho el duro descalificativo que merecía quien se desentendía de la comunidad ya que se desentendía de su propio contexto de vida e intereses compartidos.

Lo indicado sobre la idiocia desvela un perfecto preludio de la edición que tenemos entre manos ya que el libro se ocupa de cartografiar al hombre de las sociedades modernas inserto en las dinámicas de la sociedad de consumo; bien distantes de las propias de una sociedad tradicional. De hecho, esta edición, en palabras de su autor “trata de levantar acta de la transformación que la modernidad ejerce sobre la condición humana”. Esta transformación encontrará figura en la confrontación de las instituciones propias de las sociedades tradicionales con el Estado y su tarea permanente de administración de la vida. De este modo el idiotés de las sociedades liberales y capitalistas, ordenadas desde el Mercado y el Estado, quedará confrontado con el tipo de hombre integrado en la red comunitaria de vínculos interpersonales a partir de la cuales se organiza la sociedad política tradicional. No será casual que el libro destile un discreto, intenso y matizado aroma anarquista.

En perfecta sintonía con lo dicho recordemos como la iniciativa política propuesta por Chesterton, el distribucionismo, si algo pretendía era devolver la economía al marco de decisión de las comunidades naturales y las personas singulares y concretas arrebatándoselo al Estado y a los grandes trust. El individuo moderno, el idiotés, la dócil oveja de un rebaño universal, bien embarazada de derechos evanescentes y condenada a ser poco más que una pieza de engranaje a la que se le exigen rentabilidades específicas atendiendo a los intereses sistémicos de un modo producción de ámbito -el capitalista- ya planetario... “En esa situación -nos dirá Fernando Muñoz- los individuos conciben sus fines individuales como átomos dispersos en el espacio público, llegando a creer que esos fines se coordinan en un plan universal que resulta de la mera suma de fines individuales… Esa sociedad abstracta concluye en el cosmopolitismo del idiota, en el que cada individuo adopta como fin su felicidad individual, suponiendo que no hay contradicción entre los contenidos concretos de dichas felicidades”. La suma de los egoísmos colectivos configurando mágicamente la bonancía y el bienestar general; ¿la fe del idiotés?; una vieja idea del liberalismo a la que no le salen las cuentas a no ser que entendamos unívocamente la felicidad universal desde el crecimiento incesante del modo del modo producción capitalista, en su propio perfil de desarrollo y modo de vida, y atendiendo a aquellos que beneficia. Los individuos como átomos dispersos en un espacio público ordenado desde la economía al que se vinculan desde su condición de consumidores y empleados. El resultado, en palabras del autor de Salir de si, una enorme polvareda desenhebrada de humanos equivalentes sin claros lazos entre sí más allá de los puramente económicos. El imperium del homo aecqualis que nos diría Louis Dumont. Hasta aquí la reseña, en unas semanas el escolio entero


martes, 12 de agosto de 2025

El eternauta: A la espera de los arcontes

 

El eternuta. Mi reseña se centrará más en el comic que en la serie. A medio camino de la afirmación del héroe combatiente por la propia comunitas y del héroe trágico que se abre a su propio refinamiento en la confrontación con fuerzas superiores; acaso menos sabias y ajenas a toda capacidad de amar. Veremos como la segunda parte de la exitosa serie de Netflix resuelve la complejidad narrativa del El eternauta...



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Juan Salvo es el protagonista de El eternauta y este relato gráfico una reflexión sobre la perspectiva del héroe en un tiempo apocalíptico. El guión presenta una enorme riqueza y sus potenciales lecturas operan en registros bien diversos. La diversidad de lecturas compendiara desde un punto de vista político y social hasta, incluso, registros soteriológicos y ontológicos en el contexto de la acción que se desarrolla. No debe pues extrañar que ante este comic de acción y combate estemos ante un reputadísimo comic argentino que se configura como un hito dentro del mundo del relato gráfico internacional. Tras la exitosísima serie de Netflix El eternauta el comic vuelve a estar de actualidad en tanto fenómeno de la sociedad global de masas. Esta reseña se centrará preferentemente en el comic, glosando su excelencia y hondura, en tanto referente de la serie.

La fama devenida ha lanzado a German Oesterheld, el guionista, a un merecido revival que transciende el mundo del relato gráfico. Centraré mi reseña, sobre todo, en la primera entrega de El eternauta que durante no poco tiempo, casi veinte años, fue la única. Por lo que se requiere a “los eternautas apócrifos” en los que cambia alguno de los autores originales los dejaré de lado. Considero que merecerían un comentario aparte.

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La primera entrega de El eternauta delimita su núcleo canónico y es la que consagra el gran umbral de calidad alcanzado. También es la que delimita los personajes. Las ulteriores entregas de la serie, a partir de la radicalización política de Oesterheld, introducirán cambios en el perfil del personaje de Juan Salvo acentuando su dimensión política… De ahí las diferencias que aparecieron entre el guionista, de un lado, y el dibujante y los editores, de otro, en relación a la segunda parte de El eternauta publicada varias décadas después. Tanto Solano como los editores entendían que se modificaba el cartograma del comic a partir de la radicalización política del guión. Con todo, las reflexiones políticas planteadas por el guionista en esa segunda parte de El eternauta suscitan cuestiones bien interesantes como la posibilidad del que quien lucha en justa rebeldía contra un poder tenebroso encuentre su límite en convertirse en el contraespejo de ese poder... Terminar siendo como la sombra con la que se combate en la práctica del horror… Solo esta reflexión redime la segunda aparte del El eternauta.

Oesterheld, para aquel entonces, ya militaba en Montoneros y estaba completamente implicado en la lucha revolucionaria. De hecho, la nota introductoria del propio Oesterheld a El Eternauta I, dando una pauta de interpretación y entendiéndolo como una vindicación del héroe colectivo, del héroe en comunidad diría yo, es de esa época. La nota no traiciona en modo alguna el comic original aunque basta leer el comic para entender que El eternauta es mucho más y ese será precisamente su genio y el genio de su guionista.

Juan Salvo como héroe humano profundamente humano se afirma y se entiende junto a sus compañeros siendo uno más -un hoplita más- en la comunitas a la que pertenece. Estamos muy lejos de la figura del superhéroe del comic anglosajón. Efectivamente, su propio proceso y el de sus compañeros va avanzando, paso a paso, hacia la cooperación en el combate arraigando en la necesidad de sobrevivir junto a los más cercanos y acogiéndose a esos vínculos de hermandad que nos facilitan ser. Con todo, habrá que ir más allá ya que el desafío de los ellos, los invasores, opera a muy diversos registros. Los ellos, los destructores de la civilización humana en la tierra, serán equiparados con el dragón de la leyenda de San Jorge; lo maligno que se combate… ¿Por qué Oesterheld los entenderá de ese modo?

En el combate desatado, Salvo, será también ejemplo del héroe trágico que queda confrontado con fuerzas que lo superan exigiéndole tal pugna su propia transfiguración. Así es, al héroe solo le quedará una transmutación íntima que le permita ir más allá de sí, salir de sí, para rehacerse. Este duelo interior lo abordará desde la memoria enamorada de su mujer y de su hija a las que buscará tenazmente para sortear el mundo de pesadilla prefigurado por los ellos. El ser humano para Oesterheld será por tanto incomprensible sin las redes de parentesco y de amor en las que se integra.

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Tras ese salir de sí Salvo quedará confrontado con la soledad cósmica en su pretensión de retornar a su Itaca más íntima. Estamos en una narrativa de ciencia ficción y, así las cosas, el guión recurre al arsenal de narrativas y metáforas propias del género … Lo ya acaecido, la invasión extraterrestre, no se puede cambiar pero sí que cabe un pasaje que permita volver a las horas doradas para hacerlas aún más intensas encontrando así la felicidad y el propio llegar a ser -gygnomai-. De eso se trata, de salvaguardar la propia felicidad. La felicidad del que, sencillamente, es en el amor de sus cercanos y entre los más íntimos. Con todo, Salvo no pretende un imposible retorno al pasado ni se deja coaccionar por nostalgia alguna vinculada a lo que ya dejó de ser. En la trama cósmica nada deja de ser y todo es en paralelo atendiendo a la diversidad de los mundos que son. El eternauta será iniciado a esta complejidad de lo real por otro resistente perteneciente a la estirpe extraterretre de los manos en la certidumbre de que el tiempo lineal que nos acoge no es más que la elaboración que nos hacemos para ordenar la propia existencia. La percepción del tiempo que tenemos es humana demasiado humana, y solo compone la sección de realidad desgajada de las múltiples realidades y de los universos paralelos que son. Desde la perspectiva del Todo un Misterio irreductible se expresa en los diversos mundos que son y todos ellos se remiten a ese mismo Misterio. De este modo lo real acogerá diversas líneas de tiempo que dan cuenta de las diversas posibilidades existentes. El Eternauta, en un acto de libertad suprema y desde su coraje, decidirá acogerse y viajar a la línea que le reporta la plenitud de ser; esa Ítaca íntima junto a los suyos.

Con la finalidad de poder alcanzar esas briznas de felicidad y plenitud quedará abierta la vía del héroe trágico y su porfía por acceder a la sección de lo real en la que viven su mujer y su hija. De lo que se tratará será de preservar la vida de lo que la violenta; primero en la guerra abierta contra los invasores extraterrestres y, después, en el peregrinaje trágico hacia esa Itaca sublime de su mujer y su hija indagando en los recodos del tiempo y de una realidad tan unitaria como diversa y compleja.

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Sobre los ellos decir que nunca terminamos de saber quien ha invadido, realmente, la tierra. Supondrían, al tiempo, un desplome ontológico como una presión extra a la vida para alcanzar su propia sublimación. De la mano de los ellos, en la invasión, aparecen diversos linajes extraterrestres que seran, en realidad, quienes gestionen la invasión. Estos linajes tendran capacidades varias pero actuaran con su identidad y voluntad completamente alienada y gobernada por estos invasores universales. Los hombres combatirán con esas razas que actuan teledirigidas por los ellos. Incluso los propios resistentes terminaran combatiendo contra hombres alienados por los ellos privados de voluntad propia.

Los ellos serán los intérpretes cósmicos de una praxis de alienación vital de las muy diversas estirpes existentes en el universo. Su disposición hacia la vida operará desde una tercera persona universal, arraigando en la ausencia, que solo pugnara por la quebradura de lo vivo y el colapso de lo que es real. No parecen tener otro interés que no sea el de la alienación de los vivientes que encuentran sometiéndolo todo a su control y a su peaje de sombra y degradación. Un manos, uno de los linajes extraterrestres que aparecen en el relato gráfico y también combatiente como él, le revelará a Juan Salvo el gran  propósito: Hacer valer la belleza frente al odio que los ellos sienten por todo lo bello. Se tratará, por tanto, de quedar confrontados con estos misteriosos opositores a la vida que alienan a los seres que son enajenando su vida. Para ellos esta praxis nihilista será un fin en sí mismo… Liberarse de su operar supondrá la afirmación del propio ser para sencillamente dejarlo ser.  Gobernando el cosmos los ellos desplegaran su arcontado contra el ser y la belleza. Combatirlos con garantías será inviable por ser los ellos invencibles en términos de fuerza y poder. Solo se les podrá vencer siendo iniciado en la urdimbre del cosmos para poder peregrinar por el mismo conociendo su complejidad. El combate por la belleza, por la libertad y por el propio ser tendrá como condición el desvelamiento del gran misterio cósmico.

Acogiéndose a tal misterio divisará El Eternauta el espíritu -el propio espíritu, el del cosmos, el de todo lo vivo- como esfera que se encarna en la libertad y el llegar a ser. El espíritu; la vida animada, la animación de la materia preñada de belleza… Tanto la voz latina de espíritu como el pneuma de los griegos aludirán al soplo vital que todo lo anima. La determinación del espíritu y de la vitalidad del cosmos generando belleza será lo que suscite el odio de estos arcontes empecinados en interceptarla. El manos iniciador será quien le transmita al eternauta la evidencia de la esfera del espíritu en tanto gran fuerza motriz del cosmos.

En estas claves soteriológicas y ontológicas será en las que descanse toda la estructura de El Eternauta apuntando a la vía del héroe en tanto gran combate por el ser. La serie se centra más en la resistencia contra la invasión apuntando a ese héroe colectivo; y lo hace muy bien. Basta con ver a Darín. Veremos cómo la segunda parte resuelve -o no-  la complejidad narrativa de El eternauta.

sábado, 26 de julio de 2025

Roma en Castilla: La villa romana de la Olmeda

 


Para un bello y sugerente asueto veraniego. Una magnífica excursión hacia el corazón de la Castilla altomedieval. Ya casi llegando a la montaña, desviándose hacia al norte de Palencia, nos encontramos con la villa romana de la Olmeda. Testimonio de la historia y de su agitado devenir. Completamente recomendable. Muy cerca de Saldaña con su envidiable oferta gastronómica.


Villa romana de la Olmeda. Equidistante entre León y Burgos. Según se avanza desde el sur hacia la montaña palentina. Ya al norte del camino de Santiago. En las proximidades de Saldaña. En el corazón de la Castilla altomedieval; esa tierra de pocos nobles y mucha caballería villana, de tierras comunales y concejos abiertos, de gente del común -la baja nobleza era del común- que, ante las dudas, hacía jurar a los reyes su inocencia (cfr. jura de Santa Gadea; si non è vero è ben trovato). Esa tierra singular que deslumbró a republicanos como Sánchez Albornoz, por su contundente tradición medieval de libertades, fueros y cortes, pero también a los curas trabucaires.

Como preámbulo del viaje a la Olmeda vamos atravesando el paisaje de la meseta norte. La España vacía como gran víctima del desarrollismo y de la violencia migratoria. El peso del gran azul sobre los hombros; la respuesta seca de una tierra amplia, cultivada y vacía. No hay casi nada entre cielo y tierra. El cielo pesa y urge a las amplias llanuras moteadas de colinas y de vegas. Recuerdo la sorpresa de un conocido alemán al saber de estos espacios vacíos, la impresión que le causaban.  Estamos en un área poco habitada pero saturada de tesoros y de historia. No todos esos tesoros son medievales. La villa romana de la Olmeda da buena muestra de ello. Por cierto, estamos cerca de Frómista; esa joya ebria y pétrea del románico. Nunca vi ebriedad tan serena ni belleza tan medida.

Según llegamos a la Olmeda el paisaje va refrescando. Como digo la villa sorprende entre tantas resonancias del Medioevo. Por la vistosidad y el aceptable estado de conservación de sus mosaicos y de las instalaciones de la villa; por su propia presencia desatando la memoria de lo antiguo; por las figurillas del dios Helios que se encontraron en las excavaciones y de las que se venden magníficas réplicas en la tienda; por la vida sofisticada que se desvela en el área de aguas y termas y en su sistema de pavimentos calefactados, por el oecus o salón mayor de la casa y sus mosaicos figurativos de contenido mitológico…. La Olmeda sorprende e incluso entusiasma. Así lo hizo con su descubridor, José Cortés Alvárez de Miranda, que se encontró con ella en los sesenta del pasado siglo según roturaba y araba la tierra de su propiedad. La villa, una auténtica villa palaciega, estaba cubierta por toneladas de la tierra parda del olvido que todo lo cubre. Cortés, entusiasmado, se consagró a lo que descubría y el yacimiento arqueológico fue viendo la luz cada vez con más extensión. La villa impresiona. Nos desvela una historia de retorno a la tierra provocado por la inseguridad de la llamada anarquía militar del siglo III. En ese tiempo no pocas gentes decidieron dejar las ciudades e instalarse en el campo en villas residenciales bien pertrechadas y organizadas en una sociedad que contaba aun con muchos recursos humanos de alta cualificación. De ahí la alta calidad artística y técnica de lo encontrado. Estas villas fueron verdaderos núcleos de civilización en su tiempo, de arte y de economía, de repoblación del territorio, de redifinición del espacio. Estas gentes volvían al campo con sus talentos y la sofisticación romana del siglo III. De hecho, en la Olmeda se ha especulado incluso con la existencia en la villa de un hidraulis, es decir, de un órgano musical de agua.

En este retorno al campo, lo que reformulaba la idea del imperio como red de ciudades, la población se nucleaba en torno a una de estas grandes villas residenciales organizando todo un asentamiento que, prácticamente, producía todo lo que necesitaba. El tradicional modo de producción esclavista romano se fue viendo superado por las circunstancias siendo frecuentes los repartos de tierra a colonos libres a cambio de rentas y sin que se diera una transmisión efectiva de la propiedad. El dominus o señor debía, por su parte, garantizar la seguridad fuera ya de la ciudad. La Edad Media parece ya empezar a resonar y la vieja división -y tensión- entre patricios y plebeyos, que tanto estimuló el expansionismo republicano romano. dejaba paso a la escisión, menos ciudadana, entre honestiores (grandes propietarios) y humiliores (campesinos sin tierra, jornaleros, artesanos pobres; todos ellos libres), en tanto eje de la división entre unas clases sociales que se van asimilando cada vez más a estamentos. De hecho, el término de honestiores, aludirá a una pretendida honestidad, lo que irá situando la consideración de los sectores más pudientes de la sociedad y de los grandes propietarios en un supuesto ideal de arete y excelencia que sirve de prolegómeno al concepto de nobleza medieval.

Tras superarse la crisis militar del siglo III la fundación de villas en el siglo IV continuo sin que quepa entenderlo como un proceso desatado de decadencia del modelo ciudadano romano. La época de Diocleciano, de Constantino y de Teodosio supuso una renovatio exitosa de la sociedad romana aunque algo había ya cambiado. La sociedad imperial romana, tan basada en la fortaleza de las civitas, no sobrevivirá al caos creciente del siglo V. En este sentido uno de los méritos de los diseñadores del espacio creado en la Olmeda ha sido recrear y dejar a la luz un área con lo que era ya el aspecto del terreno tras el colapso definitivo de la villa. Con la creciente crisis y el desgobierno la villa fue languideciendo hasta confirmar su colapso tras los desastres del siglo V y en la época de alta inestabilidad política que legó el siglo VI. Sorprende y dispensa coraje la tenacidad de estos hispanorromanos resistiendo con uñas y dientes a la decadencia y, además, haciéndolo con éxito durante un tiempo prolongado. La villa vivió los tiempos de la cristianización pero resulta curioso que no se hayan encontrado en los enterramientos adyacentes vestigio cristiano alguno. Son todos enterramientos paganos y lo que si se ha encontrado son esas figurillas del dios Helios como perfecta muestra del paganismo tardoimperial. Sobre esta cuestión no olvidemos que la cristianización fue arraigando en las ciudades hasta el punto que el termino pagano era, originariamente, la forma despectiva de designar a los paletos de campo y a sus “creencias viejas”. Resulta curioso constatar como los habitantes de la villa transitaron desde su condición de refinadísimos colonos que decidían volver al campo, asegurando así civilización y bienestar, a esos endurecidos paletos a los ojos de las ya cristianas ciudades. Para ese momento estaríamos a finales del siglo V ya disuelto el poder romano. De los hispanorromanos se dice poco. Lo cierto es que su vigor estuvo a la base del cierto auge de la Hispania visigótica, del esplendor cultural califal y, también, de la reconquista como esforzada epopeya. Asomarnos a la villa de la Olmeda supone pues dirigir la mirada a un origen que siendo decisivo en nuestro propio quehacer histórico ha sido poco vindicado por ser la base paciente y receptiva de lo que iba viniendo. Por cierto, tras a visita a la Olmeda no olviden dedicarse al buen yantar en alguno de los magníficos restaurantes de Saldaña. Les propongo El Molino con un magnífico jardín del que se disfruta. Al fin y al cabo de lo que se trata en un buen viaje es de comulgar con la tierra y su sustancia.

sábado, 12 de julio de 2025

El camello que llora


 



El camello que llora, un film de Byambasuren Davaa y Luigi Falorni. Quedamos ubicados en un drama de animales y de hombres promoviendo la vida en los quicios que le son propios. También en una película en el umbral del género documental sin por ello dejar lo narrativo. A la base, la pregunta por el dolor en la intimidad de lo humano y que, en nuestras vidas, desdibuja el exceso de velocidad. En el horizonte, la belleza, destilándose que acaso pudiera redimir del dolor. El paisaje de lo dicho el chamanismo originario de las estepas siberianas y sus liturgias…

 

A un pequeño camello la madre le niega la teta y, por tanto, la vida. La tribu –una tribu mogola viviendo en las estepas- se moviliza al unísono para salvar la vida del pequeño camello. Finalmente, un músico y una chamana con su canto, una mujer medicina podríamos decir, obrarán el milagro desatando la belleza anudada a partir de la palabra que sana. Se habla de camellos pero, sobre todo, se habla del alma del hombre, de sus dependencias y redenciones, de sus nudos y de la belleza en tanto sobreabundancia de la vida. También se habla de la potencia partera de esos ritos y liturgias que nos dicen en nuestras fibras más íntimas… Lo que, dicho sea de paso, nos invita a considerar la debilidad del hombre actual casi privado de su dimensión ritual. El rito, en su dimensión más elemental como un juego y un escenario que sana.

El hecho que lo detona todo. Una madre que no quiere a su hijo por un parto doloroso. Un hijo que se sumerge en el desafecto y el rechazo de lo que sería ese núcleo íntimo que nos debe nutrir. Un vástago recién nacido al que se rechaza… El resultado se hace claro; incertidumbre, enfermedad, fragilidad… Contra lo que nos indica Freud en “El malestar en la cultura” por mucho que seamos singulares y eso requiera de ajustes delimitando nuestra tarea personal somos en estrecha relación con nuestras redes de parentesco -básicamente familia y amigos; familia y clan-. Me viene a la cabeza ese emperador medieval que quiso “descubrir” el lenguaje primigenio de la humanidad. Con ese fin encerró a un grupo de recién nacidos en una torre. Las nodrizas que les atendían tenían prohibido hablarles e intercomunicar con ellos. Todos murieron.

El camello que llora, acaso esta fabula siberiana y mogola, tan magistralmente llevada al cine, nos confronte con el núcleo más primigenio del dolor en lo que sería un mundo desarreglado que descuida los vínculos de parentesco que nos hacen humanos... La fuente de todo desarreglo acogida a una infancia de carencias en una familia áspera y fría, en una madre que evita y en un entorno que agrede. Ahí, al vástago le cuesta prosperar, le cuesta respirar, le cuesta andar, le tiemblan las piernas... En una situación así cada cual sale por donde puede. Las diversas alternativas desgranaran los muy variados horizontes de lo enfermizo aunque también de la supervivencia. Esta perspectiva nos empuja a una idea de la gran salud entendida como arte y tarea. De todo esto trata esta película; de la salud, de la buena vida y de cómo ciertos rituales pueden promoverla integrando la sombra y el horror. ¿De qué manera?. Congregando al buen espíritu y a la vida triunfante que recobra su propia figura. En la película se nos habla de los espíritus y de cómo estos se retiran ante la vida moderna –la vida pierde así su propio rostro-. Se escenifican rituales, se hacen ofrendas y libaciones para congregarles, para que retornen y para que aseguren el buen discurrir de las cosas salvando al pequeño camello.

Los hombres quieren ayudar al camello y van tejiendo diversas estrategias para solventar la situación. Finalmente será un ritual el que reconcilie a la madre con su camello. El ritual será sencillo. Unas salmodias, un canto y la bella llamada de un violón oriental. Ante el buen espíritu y la belleza convocadas la madre camello llorará y así reconocerá su dolor sin desagüarlo en el bebé. La camella llora y el llanto la mueve el alma aconteciendo una katarsis y una  anagnórisis, esto es, una toma de conciencia. Finalmente, la conciliación se produce.  El cachorro accede contento y demandante a la teta de la madre y se nutre de su leche. El mundo en su quicio. Ni más, ni menos.

Esta fábula mogola nos coloca en uno de los núcleos más elementales del dolor al tiempo que nos muestra esos rituales que saben promover la salud y restaurar los equilibrios perdidos. Sólo un bobo quedaría insatisfecho porque la historia se desplace a un camello ya que los animales nos dicen. Y si esto es cierto en términos generales lo será con más fuerza en relación a las tradiciones chamánicas; precisamente por ser tradiciones de la physis, esto es, tradiciones de la naturaleza animada.

La relevancia de lo ritual nos hará divisar ese chamanismo ancestral que, en tanto sabiduría de la salud, sabe manejar determinados estados extáticos –acaso muy discretos- para equilibrar lo desordenado y la salud perdida. Podemos tirar del hilo y siguiendo la directriz de Eliade utilizar nociones helénicas para arrojar luz sobre algo que, en principio, nos resulta ajeno. La salud como el equilibrio de las diversas potencias del alma, la salud como la tarea que nos devuelve la forma perdida; rememorar el propio eidos, la propia figura de plenitud, la salud como la intensidad vivida en el horizonte de la propia forma; la enfermedad como el lastre, como deformación, como desequilibrio y fractura de la propia figura…

Si bien cada cual no construye la realidad no es menos cierto que realidad y conciencia se encuentran estrechamente vinculadas. Hasta el punto que la copula entre ambas quede determinada no sólo por aquello que se nos confronta –lo que nos sucede- sino por la elaboración que desde el imaginario hacemos de eso que se nos confronta. De ahí que haya quienes se pasen la vida inmersos en infiernos privados o en territorios amables sublimando la necesidad. En este proceso la relevancia de las facultades imaginativas del alma serán algo decisivo. De tal suerte que sanar el imaginario se traduciría en reordenar la percepción y visión de lo que nos acontece. Hay visiones que enferman, que nos enferman profundamente.

Apelo a una manera de entender la imaginación en tanto cognoscitivamente relevante y muy distante al modo en que es entendida hoy en día. Apelo a esas tradiciones helénicas y mediterráneas de la imaginación creadora. De acuerdo a las mismas, la imaginación tendrá una enorme relevancia en el enhebramiento de nuestra imago mundi y en nuestro capacidad de vida y conocimiento. Así, según veamos el mundo, el perfil de la experiencia resultante nos conducirá a texturas de vida completamente diferentes. Y no, no se trata de constructivismo alguno, lo real no deja de ser lo dado. Se trata más bien del carácter de phantasmata de todo contenido de conciencia tal y como nos recuerda Aristóteles… La magia pneumática o ritual intentará mover ese punto de encaje del imaginar humano con el fin de corregir ciertos desequilibrios; lo que supondrá tomar conciencia de nuestras dosis de dolor y de nuestra propia cruz. Convocar el buen espíritu, el buen demon -la eudaymonia que decían los griegos-, será convocar el orden y la propia figura de plenitud en medio de la contracción y del dolor. Una simple canción, una voz que irrumpe, un sonido que nos devuelve la vida, una salmodia que nos atraviesa cuerpo y mente... La memoria de la palabra que sana... Un instante privilegiado y propicio fuera del tiempo ordinario y capaz de reordenarlo desde su riqueza. La mujer-medicina atenderá al manejo de ciertos escenarios con el fin de dinamizar esos procesos que promueven la salud fracturando las inercias del tiempo y su coacción.

miércoles, 18 de junio de 2025

Breve cala en María Zambrano.

El siglo XX deparó una importante cosecha de filósofas y pensadoras de gran nivel. Para algunos seran pocas pero lo cierto es que supieron destacar en un mundo tradicionalmente de hombres alumbrando el siglo XX con los muy diversos cambios que supuso. Piénsese desde perspectivas diversas en Hanna Arendt, en Simone Weil, en Edith Stein, en Ayn Rand, en Julia Kristeva... Codo a codo con las mismas y en ese destacadísimo nivel nos encontramos a Maria Zambrano a la que debo desde hace tiempo un acercamieno en este blog. Aquí va uno y vendran más.




Atender a la vida del alma. Renombrar una idea metafísica tan singular. El alma, la vida del concreto humano, el bullicio de la persona singular en sus muy diversos umbrales. Habitando el claro del bosque donde la luz alcanza y, también, lo más sombreado de la arboleda...

Desde las entrañas de la vida del alma la melancolia para Zambrano nos permitiria alcanzar ese claro, en el mismo pálpito del tiempo, y allí atisbar el ser de las cosas, su esencia, en lo que sería un tener no teniendo que arraigaría en esa escucha de la vida más íntima... Lo que delimita como algo inagural en el hombre el quedar abierto a la mera presencia de "lo que hay" dejando de lado toda pulsión y pasión puramente instrumental y tecnooperatoria; "lo que hay", lo que nos falta, lo que añoramos, lo que nos hace ser, lo que las cosas de suyo son en la humana medida descrita en ese tener no teniendo... Una perspectiva estrictamente ontológica, indagando en las potencias de nuestra vida más íntima, y una racionalidad distante de la soberbía de la administración de la vida, se nos brindará en su proyecto filosófico

Zambrano fija una carencia raíz en la que viviría completamente instalado el hombre moderno y de la cual dependería su permanente estado de exilio, exiliado y distante de la vida misma. En la estela de Ortega, para la malagueña, la filosofía se habría olvidado de la vida y del vivir como gran cuestión filosófica.

Abriendo el pensar a la vida advertirá en la trama del alma el encuentro con lo divino y la vida bullente. Como podemos advertir indagando en la capacidad de vida irá más allá de Ortega ensanchando la programática orteguiana... En esa indagación arraigará su razón poética entendiendo que la palabra poética escucha la penumbra del alma. A la base de tal indagación la condición de exiliado del hombre contemporáneo. Ella misma será una exiliada tras dejar España, su España querida, al acabar la guerra. Cruzará la frontera a pie junto a su admiradísimo Antonio Machado. Desde su propia experiencia tematizará filosoficamente la condición del exiliado y reconocerá la carencia raíz del hombre contemporáneo en tener obturado el acceso a la esfera de "lo que es", a la mera presencia de lo que se desvela, a lo que habitando el mundo en nuestra inmediatez nos inhabita donándonos lo que somos. En este sentido sus decires me recuerdan a Alberto Caeiro, uno de los heterónimos de Pessoa tan atento a la mera presencia y a la atención desnuda.

Como ya indiqué la melancolía quedará reconocida como ese motor del alma en su proceso de aquilatamiento. El estado melancólico al que aboca ese estado de exilio interior, dinamizando la vida del alma, estará a la base de la capacidad de apertura simple a lo que las cosas simplemente son. Siendo ella misma una exiliada, tanteará la fertilidad hermenutica de la idea de exilio entendiendo al hombre contemporáneo desde su condición de exiliado a las potencias más señeras de la vida del alma. En el envés de la idea de exilio se alojará, por tanto, esa melancolia que, a pesar de sus dolores, afirmará la vida. Melancolia, exilio; en su vida íntima abordó dificultades muy duras de asumir lo quele llevo a afirmar que "las ruinas son lo más viviente de la historia pues solo vive historicamente lo que ha sobrevivido a su destrucción, lo que ha quedado en ruinas". La pensadora y poeta tratará de este modo alcanzar un umbral capaz de estar a la altura del dolor del exilio, tanto del personal como del propio de nuestro tiempo.

En resumen, la razón poética quedará abierta a la indagación en el alma, a hacer luz en la vida que bulle en ella, a la palabra poética que la manifiesta y a ese claro del bosque en que "lo que hay" queda desvelado. En la idea de alma, en la de ser y en la de verdad como aletheia descansará la razón poética. La aletheia; lo que se recuerda, lo que no se olvida, lo que viene a desvelarse estando hasta entonces discretamente oculto... La idea griega de alma en tanto vida anímica y vida del cuerpo vivo capaz de lo divino sobrevolará la reflexión de esta filósofa. Esta razón poética tratará precisamente de hacer luz en la vida del alma desde el silencio, desde la propia escucha y desde la palabra para acceder a ese logos sumergido al que se acoge la vida del alma.
Para Zambrano el acceso al claro del bosque, desde la profundidad y la penumbra de lo más denso del arbolado, exigirá habitar esa nada o vacío que parece amenazarnos en nuestro condición de exiliados. Indagar en esa capacidad de vacío deparará el asombroso hallazgo de la propia nada, de la propia capacidad de vacío, habitando en el templo del alma. Inhabitando esa Nada y a partir de un gran silencio, la vida vivida desvelará la presencia simple de las cosas que son. La nada y el vacio del alma, más allá del sinsentido, indicando un silencio sacro... La mística del Carmelo, en concreto San Juan de la Cruz, resuena con fuerza en la filósofa española.


jueves, 12 de junio de 2025

Nicolas Gómez Dávila: Reaccionarios de lustre


Nicolás Goméz Dávila, colombiano, bogotano, de la tierra de Costa Firme tanto en un sentido metafórico como geográfico. La lectura de su obra arraiga en los tiempos más originarios de Occidente lo que, paradojoicamente, le ubicará en una posición distante de su devenir. Alguien así solo podria ser reaccionario. No apto para ideólogos...
 




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Un amigo del FB me preguntaba por la difusión y la reputación en España de la obra del colombiano Gómez Dávila y desde entonces he andado indagando sobre el tema y leyendo fragmentos de sus escolios. Me llamó la atención su buena relación con García Márquez, con el que coincidía en las más selectas tertulias de la intelectualidad bogotana. Gabo decía que si él no fuera marxista pensaría del mismo modo que Dávila reconociendo así la buena relación que había entre ambos y la elevada estatura intelectual que le reconocía. Y todo nos indica que acertaba ya que ante Dávila estamos en presencia de uno de los más finos artesanos de la palabra escrita en castellano de la segunda mitad del siglo XX al tiempo que con alguien tremendamente singular y de apabullante cultura que veía en el cultivo de la literatura, de la filosofía y de las tradiciones humanísticas una paideia[1] atenta al cultivo del espíritu y al cuidado de sí. Este vínculo con las humanidades, abiertas a la propia creatividad y al saber vivir, será decisiva para Dávila. Hasta el punto de indicarnos una manera de habitar el mundo entendida desde el ocio más libérrimo dedicado a la indagación en esas tradiciones humanísticas en tanto templo del espíritu y recurso de abundancia. La vindicación del ocio y de las humanidades entrelazándose en estos tiempos de tecnociencia triunfante... No se me ocurre nada más intempestivo…

Franco Volpi, uno de sus lectores más originales, acuñará la expresión biblioterapia para indicarnos esta potencia que serviría el acercamiento a las disciplinas humanísticas según el bogotano. Estas serían capaces de poner a nuestra disposición otros paisajes y otras veredas que las impuestas por nuestro tiempo permitiéndonos ver con otros ojos; lo que siendo condición para el pensar amparará un viaje que bien nos podría sacar de los condicionantes de nuestro tiempo y de sus exigencias hermenéuticas. Para Dávila la condición de lo afirmado será ese carácter puramente ocioso del acercamiento al margen de cualquier interés, por ejemplo, académico o curricular, que intercepte la riqueza potencial divisando así "una vida que no quiere hallar sino en sí misma la causa de sus ocupaciones y de sus quehaceres". De ahí su radicalidad en defender la intimidad y la privacidad de una tarea que excluría incluso exigencias de orden político. En sus propias palabras "la indiferencia social es una de las posiciones más respetables de nuestra civilización agonizante y conviene defenderla". Se trataría, por tanto, de dejar hacer a tal encuentro dejando de lado cualquier finalidad al margen del mismo y cultivando el llamado pathos de la distancia, que dijera Nietzsche, respecto de lo contemporáneo. No nos deberá extrañar la distancia y el desprecio que Dávila cultivó hacia la crítica literaria de oficio o la filosofía profesional.

La forma de entender y de entenderse en la literatura delimita su vínculo con la palabra y su peculiar modo de escribir a través de escolios o comentarios. El colombiano escribirá para sí viviendo la literatura a partir de sus propias aclaraciones e indagaciones en sus lecturas y sin pretender comunicar ni sistema ni discurso terminado alguno. Abordará su relación con la palabra como un escoliasta haciendo comentarios sobre asuntos que, básicamente, le estimulen y le den que pensar. Dávila nos trasladará asi su relación íntima con la literatura desde la vida que desvela.

Este tiempo íntimo, de absoluta libertad interior, quedaría confrontado con el tiempo del trabajo productivo ordenado desde el altar del consumo. Un tiempo que pugnaría por la finalidad pecuniaria que se persigue a diferencia del tiempo de la paideia en la que la actividad que como tal se realiza y la finalidad de lo que se hace coincidirían en el propio cultivo de sí. Del consumidor nos dirá “Ideario del hombre moderno: comprar el mayor número de objetos; hacer el mayor número de viajes; copular el mayor número de veces”.

Recuérdese lo dicho por Aristóteles sobre cómo la felicidad del hombre, la eudaymonia, en tanto vida plena del alma fruto de la virtud, debe ser cultivada como un fin en sí mismo y no como medio para conseguir algún fin. En la eudaymonia actividad y finalidad son uno y lo mismo. Lo aristotélico resuena con fuerza en el dictum del bogotano.

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Nicolás Gómez Dávila se declarará explicitamente reaccionario y contramoderno. Algo que no puede sublevar a quien esté familiarizado con discursos críticos con la modernidad al tiempo que escandaliza a quien se mueva nítidamente dentro de sus parámetros. En mi caso, influido por autores como Nietzsche y por su estela crítica del nihilismo, la distancia con la modernidad no es algo que pueda conmoverme, al revés, me parece una perspectiva disidente que solo puede abrir veredas y desmontar determinados relatos oficiales más frágiles de lo que suele suponerse. No olvidemos que la historia, también la historia de la filosofía, la escriben los vencedores y que no pocas cosas se quedan en la recámara o en un discreto segundo plano. En tal sentido si algo exige lo contemporáneo es volver a pensar, que no será sino pensar desde otros quicios para levantar acta del carácter crepuscular del proceso histórico que nos mece. Su modo de entender el pathos de lo reaccionario, en tanto reacción ante lo dado, creo que se explicita muy bien cuando nos dice "la historia de la filosofía se ordena desde dos reacciones victoriosas: Platón y Kant"  

Entiendo que a un moderno Dávila le desafiará en sus argumentarios; lo que no se traducirá en problema alguno para quien, al modo de García Márquez, valore la finura intelectual de quien escribe y sepa leer, como invitado a un viaje, sin la exigencia de consenso con quien se lee. Personalmente tampoco me disuade su carácter cristianocatólico por el modo en que establece tal referencia. Dávila, en sus propias palabras, es un pagano que se hace católico, un griego que como griego queda abierto a Cristo. Su cristianismo está muy lejos de las modas intelectuales del siglo XX y, efectivamente, se recrea en la patrística, en el valor de lo ritual -de ahí su crítica a la refoma litúrgica- y en esa mirada griega que atenderá a Cristo enamorada del perdón que irradia el logos encarnado… En sus propias palabras: “El cristianismo no inventará la noción de pecado sino la de perdón”.

No será, por tanto, casual que este bogotano ilustre se distancie del modernismo católico, sin por ello acusar una perspectiva claramente neoescolástica o tradicionalista, o que vindique a Platón desde su manera de mirar el cristianismo. En sentido estricto su perspectiva no se ajustará a la del catolicismo tridentino al uso o, en todo caso, la enriquecerá desde otra perspectiva; la propia de la sabiduría cristiana que empieza a cuajar en gentes como Orígenes, cuaja ya en Gregorio de Nisa y cristaliza quedando compendiada en Agustín de Hipona. Me refiero a la perspectiva de los padres de la Iglesia. Desde tal perspectiva filosofía, teología, rito y espiritualidad se encuentran completamente ensambladas desde la esfera de un cristianismo interior que sirve un itinerarium, en palabras del de Hipona, de descubrimiento de Cristo en el interior del alma y de profundización en la fe. Credo ut intelligam -creo para entender- nos dirá el de Hipona lo que compendiará todo el debate occidental sobre la razón y la fe y sobre el saber del que el hombre es capaz. Avant la lettre y a pesar de la vindicación que se hace de Dávila en ciertos entornos tradicionalistas le veo más en la estela del catolicismo promovido por Cisneros en la primera mitad del XVI, renacentista y de acento erasmista, que en el catolicismo de combate puramente contrarreformista y ciertamente cauteloso por lo que se refiere a las viejas veredas del espíritu. No en vano entenderá el catolicismo desde el ejercicio y la figura del alma que se nos demanda en la orientación a lo divino pero tambien desde el amor de Dios y desde la gracia y, por tanto, desde el reconocimiento de la insuficiencia del hombre ante el ejercicio de orientación y transformación que se le exige en el pasaje hacia ese itinerarium. Muy provocadoramente nos dirá que nuestra última esperanza es la injusticia de Dios ya que desde la mera justicia y desde el mero merecimiento solo quedaríamos desvalidos y desfondados. La dependencia de la gracia y del amor de Dios será plena exigíendosele al hombre, por su parte, su propia capacidad para la libertad, su libre albedrio, en el movimiento hacia la gracia derramándose que pone al hombre en ese itinerarium que dijera el de Hipona 

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Nicolas Gómez Dávila. Estamos ante un platónico helenista y este perfil es lo que desvela la perspectiva de complejidad de todo lo afirmado. Consideremos que si algo mide y calibra al colombiano es la gran relevancia que da a la literatura y al pensamiento griego y, a partir de ahí, a la cuestión del eros capaz de abrirse a lo sensual y también a lo transcendente. Dávila creo que entendería a la perfección eso que dijera Eliade de que la atención a la belleza es lo que delimita la religión griega... Recuérdese la escala de Diotima en el que eros, en su pasaje orientándose hacia lo transcendente, atiende tanto a la belleza de los cuerpos como al más allá del ser. La atención a la erótica de los cuerpos e incluso a la sensualidad ocupará un papel relevante en la reflexión del bogotano. Sin vacilación alguna pretenderá delimitar y reconocer lo sensual desde una clave metafísica. Al tiempo nos dirá expresamente que la promiscuidad sexual no será más que esa propina con la que el poder aquieta a sus esclavos. Sin mojigatería alguna es plenamente consciente de la potencia que ahí se mueve y de su relevancia psicoanímica.

Da de sí la crítica de este pensador colombiano al tiempo que cuestiona esa dulce sensación de libertad sexual consagrada por la cultura de los sesenta y, finalmente, puesta al servicio de la sociedad de mercado en su programática de gestión del deseo. Análogamente, da también de sí ese vínculo que Dávila pretende trazar entre la esfera de la sensualidad y el espíritu desbordándose. No, no estamos ante un católico pacato sino, acaso, con un renacentista que se complacería con la glorificación del cuerpo a la que nos lanza la gramática estética de la Capilla Sixtina y que chirriaría ante el tapado de los cuerpos que en 1564 ordenó Pio V ya en una estela post-tridentina. Un error que la Iglesia tuvo a bien rectificar hace unos pocos años y que devolvíó la Capilla Sixtina a su semántica y esplendor original.

Quedamos confrontados, por tanto, ante alguien singular que, sin embargo, expresa una fibra relevante y casi constitutiva, repito constituiva, de la cultura occidental. Efectivamente, no deja de ser revelador que alguien que se ubica con nitidez en ese gozne grecocristiano que alumbra la cultura occidental solo pueda ser percibido, hoy en día, como alguien singularísimo y extraño. Ahí nos las vemos; en pleno ocaso y hallando una clave.

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Desde el marco esbozado por este pensador intenso y provocador y cuestionando el devenir de Occidente se declarará reaccionario para a partir de ahí acometer una praxis de derribo de ídolos contemporáneos que pondrá al servició de una crítica tremendamente erudita y sutil. No se declarará reaccionario gratuitamente. Tampoco estaremos ante un reaccionarismo puramente estético. Con tal etiqueta pondrá en cuestión la vereda tomada por la cultura occidental en los últimos siglos y lo hará, en sus propias palabras, como lo haria un campesino medieval indignado. Reaccionando visceralmente ante la disolución de un legado y de un patrimonio intelectual. A la base de esa crítica encontraremos la crítica del olvido de la alteridad divina en tanto esfera que orienta la reflexión y la mirada del hombre. Así, el hombre alcanzaría su figura y su potencia cognoscente a partir de una alteridad divina que lo constituye en su intimidad. Recuérdese lo ya afirmado sobre ese itinerarium el cual delimitará la plenitud del conocer del hombre… Muy lejos de lo dicho el hombre moderno habría sustituido esa esfera íntima de transcendencia por la apelación secularizada a la idea moderna de hombre. Esta programática solo habría venido a empobrecer en lo humano demasiado humano, que dijera Nietzsche, su capacidad de vida. En resumen, para Dávila la negación y el no reconocimiento de la esfera de lo sagrado en el atanor del alma, básicamente, habría servido impotencia y vulgaridad anímica. Al tiempo, los desajustes políticos modernos tendrán todos a su base un error teológico.   

Ahí arrancará su crítica a la ciencia moderna en tanto saber mitificado que para la sociedad de masas revela la verdad de las cosas desvelándonos lo real. Dávila la entenderá como un saber aplicado y meramente instrumental dependiente de la mentalidad técnica que, por lo demás, se ocupará de parcelas específicas de realidad en clave tecnoperatoria pero en ningún caso de la verdad como gran cuestión teorética. Codo a codo con Ortega o María Zambrano el bogotano, a partir de la prevalencia del conocimiento científico en la modernidad y de la mentalidad científicotécnica, entenderá el modo contemporáneo de entender la razón atravesado por ese caràcter instrumental dado al conocer. Lo que alumbrará, en términos filosóficos, una racionalidad analítica completamente alejada de la vida del alma y de la esfera de lo vivido. Desde esta estela crítica orteguiana Zambrano y Dávila divisaran las viejas veredas del espíritu como horizonte decisivo en la vida del hombre.  

La crítica a la democracia moderna arraigará también en ese olvido de lo sagrado por presuponer lo puramente democrático su desplazamiento en tanto esa fuente poderosa capaz de constituir al hombre en sus relaciones sociales. En realidad, para Dávila solo la religión y sus rituales tendrán capacidad de constituir comunitas… Recuerdese a Platón en Las leyes. De ahí el colosal y sonado fracaso de la modernidad, desde la ausencia de rituales, a la hora de constituir politicidad desde la mera razón. A la hora de calibrar la crítica de Dávila no olvidemos que todo el proceso político moderno, formateado desde la tecnociencia, pareciera culminar en el paisaje transhumanista de la tecnocracia y sus colosales entramados de poder diluyendo lo humano. En tal paisaje la persona singular se verá desplazada por una innominable maquinaria colectiva en la cual quedaríamos todos integrados como consumidores. La percepción del mundo como gran maquinaria será importante para el bogotano ya que apunta al desvanecimiento de lo humano en las sociedades modernas. En sus propias palabras “la máquina moderna es más compleja cada día, y el hombre moderno cada día más elemental”. Me he referido a algo tan a pie de obra, tan referido al aquí y al ahora, como el desvanecimiento de lo humano. Matizo que me refiero al desvanecimiento de la persona singular, del concreto humano, del cuerpo vivo, y al acoso que éste padece en las sociedades masificadas del presente desde los procesos de standarización en curso

Desde lo dicho se entenderá la distancia de Dávila respecto de la sociedad de masas en la medida en que en esta cristaliza tal medida de degradación de lo humano. De las ideologías nos dirá “las ideologías se inventaron para que pueda opinar el que no piensa”. O lo que es lo mismo para que todo el mundo crea tener criterio sin tener idea alguna en la cabeza. Para Dávila las ideologías aseguran grandes rentabilidades a la hora de consolidar el dispositivo de poder moderno y tecnocientífico enajenando lo humano.

A partir de su propia mirada, solo comprensible en quien es consciente de que habita un mundo en finiquito y errado en sus mismas bases, las provocaciones irreverentes de Dávila a la conciencia del hombre contemporáneo afloraran en su obra jugando con el lector y con sus tópicos. Desde esa finura intelectual que deslumbra y a partir de la tradición filosófica occidental a la que se adscribe.



[1] Paideia; podría traducirse por educación pero el campo de significación  es mucho más amplio ya que alude a la formación integral que debe facilitar todo el legado intelectual, artístico, literario, filosófico, ceremonial y ritual en el que el griego de la época clásica adquiría la condición de buen ciudadano.