viernes, 15 de noviembre de 2024

Calas diversas en Anarcolepsis: Pesando, jugando, rugiendo con Simón Royo

 

Ahí va una secuencia de reflexiones a partir de la lectura del libro de Simón Royo Anarkía/ Anarcolepsis, editado por Manuscritos. Un libro planteado como una experimentación con el lenguaje filosófico, dejándo ser simplemente palabra, a la búsqueda de la palabra viva. Lejos estamos pues de la esfera de lenguaje filosófico-académico y de la técnica que incorpora aislándolo incluso de un lector culto. Ensayo filosófico pero tambien proclama que transmite el deslizamiento de Simón Royo hacia el libertarismo y su propuesta revolucionaria.







"Estamos en la nave de los locos"(Simón Royo)


(1) [1]

Anarkía/Anarcolepsis es un libro que ante todo es un acontecer, un experimentar con el lenguaje indagando en nuevos modos expresivos para el pensar. Una apuesta, en palabras de Simón Royo, orientada desde “otro modo de ser/ de existir/ de vivir” habitando la palabra filosófica.  Pensar desde lo “indeterminado”, desde lo libérrimo, desde lo “incondicionado”, desde lo siempre presente”, desde lo “salvaje”.[2] ¿Acaso no es esto urgente?. ¿Exige la filosofía una palabra nueva dicha en las antípodas de los productos académicos curriculares que nadie lee?; ni siquiera los miembros de la Academia. Ante Anarcolepsis estamos ante un grito de rebeldía frente al lenguaje filosófico académico y su nula recepción social, un grito juguetón poco asimilable por el académico profesional que se aferra a los criterios de especialización que le auparon y aseguraron la soldada. Anarcolepsis es, por tanto, una provocación. Simón Royo, por lo demás, es doctor en filosofía y tiene una muy sólida formación académica. Advirtamos los parentescos que conjura “Cierto animismo/ panteísmo/ vitalismo/ materialismo (Lucrecio)/ Lo místico (Wittgenstein), lo sin por qué y sin para qué (Eckhart)/, inmanente,/ contingente,/ siempre presente”; y, además, lo libertario.

Filosofía académica, académico profesional… Cierto es que la del presente es una filosofía moribunda a la que nadie atiende y nadie lee. ¿Cabe repensar la filosofía como lo impensado y lo excluido de la escena social que nos habita?. Este, acaso, sea un primer compás. La filosofía como el residuo formalizado que la modernidad encierra en la Institución Académica -no vaya a ser que moleste- y en la tecnificación de los filosofemas. En la trepidación de la máquina el arte de vivir parece no encontrar hueco ni congregar interés. No olvidemos que al hablar de filosofía de la vida hablamos… ¿Es acaso posible vindicar la vida buena y el saber vivir confrontándose al orden de cosas vigente?. ¿No vivimos, acaso, en una sociedad que interviene y programa la vida misma?. Simón Royo entenderá que la lucha por la vida buena y por su marco, el de la comuna y lo comunitario, será el eje central del presente ensayo “ya no/ hay/ lucha de razas,/ ya no/ lucha de clases.. sino/ lucha por la vida buena”. A continuación conjura a Epicuro del que nos dirá poco más adelante: “Epicuro, el que en todo acertó”

¿Pasa la solución por encontrar un nombrar renovado?. Simón Royo apuntará a la palabra dicha desde un método anárquico, sin un ancla predeterminada sólidamente fijada, como vereda de renovación para el pensar, como vía abierta desde la que derribar el colosal ídolo que han diseñado los pensares de los últimos siglos; “sabiduría/ anárquica/ sin principios/ que sabe zozobrar”, que instaura debate y reflexión compartida. ¿el pensar arquitéctónico y sin fisuras, la voluntad de sistema, ilegible para la mayoría, como gran ídolo de la razón suplantando la vida?… Advirtamos que ante los tratados sistemáticos estamos en las antípodas del diálogo platónico y que, acaso, el primer tratado de la historia de la filosofía, la Metafísica de Aristóteles, eran, básicamente, apuntes de clase dirigidos a los miembros del círculo interno de la Academia. Por cierto, el estagirita, de cara al público, también escribía diálogos.

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Anarcolepsis: el pharmakon de la anarquía para el pensar; la libre espontaneidad de la palabra maridando en un caos celeste prosa y poesía a la búsqueda de un “arte originario/ anónimo/ que aniquila/ mata/ lo mundano”. Un arte del origen antes que el poder fuera. ¿Cabe rastrear esa palabra originaria configurando destinos por venir?. Consideremos frente al orden jerarquizado de la filosofía como sistema la anarkía de la palabra que a la hermenéutica queda abierta.. ¿La receta?. Abandonar esa comprensión cerrada que agarrota el pensamiento; quedar abierto a lo más decisivo del pensar que no será sino la vida indicada y su potencia. La anarcolepsis dejando atrás la catalepsis de la comprensión orientada y correcta; corrección política al cabo. Atisbar una nueva planta para el pensamiento y confrontarse con un pensar tecnificante saturado de administración de la vida. Efectivamente, el sueño de la razón produce monstruos. Acaso la razón moderna, avasallando el logos, convirtió a lo humano demasiado humando en rector et pontifex.

La receta será pues la anarcolepsis: Pensar y escribir desde un horizonte que desvela un campo de posibilidades diversas que, más allá de la intención del autor, exigen de la activa participación del lector. Festejar que todo texto, en tanto palabra, transciende la voluntad ideocrática del que lo escribe. Escribir violentando, mas no negando, el concepto y acercar la filosofía a esa palabra poética que lejos de cerrar argumentarios abre a sentires y sendas de vida y pensamiento. Tales resonancias nos suscitará Anarkía/Anarcolepsis para, finalmente, invitarnos a imaginar el anarcántropo, ese “aristócrata intelectual” que “respecto/ a /la inteligencia/ solamente admite/ el máximo e igual/ para todos”. El lector reimaginando y liberando la palabra. El anarcántropo “no busca lectores, busca secuaces” nos dirá Hugo Savino en el prólogo.  Devolver su primacía a la palabra en el acontecer que promueve. “Acontecimiento/ es/ tránsito…/a/ otro/ modo de ser… revolución”. Metanoia. Imaginemos un nuevo decir filosófico dando primacía a la palabra que late a muy diversos registros en los diversos lectores. ¿Transformar el texto en comunidad desde el primado de la palabra más allá de la autoría?. En comunidad y a la medida del cuerpo vivo; “pensar así/ por instinto/ si recuperamos/la intuición intelectual/ el nous/ la no medida/ de inteligencia/ alcanzamos maestría”. Lo noético, a la medida del cuerpo vivo y de su capacidad para el acontecimiento y para la realidad que se desvela en la presencia…

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Con Anarkía-Anarcolepsis Simón Royo, muy coherentemente, se ha deslizado hacia el libertarismo, entiendo, a partir de una perspectiva de crítica política deudora de la idea deleuziana de administración de la vida, o de la foucaultiana de biopoder -retomada por Agamben- y que enlaza con la delimitación heideggeriana del tiempo presente como el del imperio de la mentalidad técnica en tanto gran telón de fondo de la modernidad. Con acierto, nos dirá Simón Royo que de la “Naturaleza/ de ella/ brota todo/ brota también la técnica/ y la cultura”. Solo así la técnica, brotando de la intimidad de lo humano, se nos puede hacer íntima hasta el punto de haber llegado a troquelarlo todo en el tiempo moderno.

Desde esta perspectiva los últimos siglos quedarían delimitados desde una capacidad creciente de gestión de la vida que la convertiría en el objeto de planificación de unos poderes humanos que pretenderán alcanzar una serie de rendimientos. Consideremos las enormes concentraciones de poder que cuajan en la modernidad técnica… Como se hace evidente -nos recuerda Jünger- en un paisaje así la persona singular, las personas concretas y sus conciencias, se transformarán en objeto preferente de intervención, configuración y cosificación.  De este modo, el gentío pasará a ser poco más que una colección de piezas a las que dar la forma prevista para que sean operativas en el engranaje social. El hombre como pieza de diseño, la sociedad como gran maquinaria…

Confrontemos lo dicho con esa divisa de afirmación de la vida, postulada por Nietzsche, y advirtamos el potencial de su crítica al tiempo presente. ¿La vida?. “No olvides/ todas las fosas/ son/ comunes/ Ya no/ hay lucha/ de razas/ ya no/ lucha de clases/ ya no/ por la vida/ mera supervivencia sino/ lucha/ por la vida buena/ ocio/ renta y formación/ placer y alegría/ escuela y jardín”. La referencia a Epicuro se le colará a Simón en el texto como gran intérprete filosófico de la necesaria afirmación de la vida. Nietzsche, Epicuro

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Recapitulemos y advirtamos cómo, en tal orden de cosas, el gran sello de servidumbre será la vida formateada desde el poder, esto es, nuestra vida no vivida a partir de la ordenación del tiempo que nos impone el vigente orden de cosas. La clave de la explotación ejercida sería, por tanto, esa enajenación de la propia vida y del propio tiempo mandatado por el poder; “nos arrebatan/ el presente/ sumidos/ quedamos/ en futuro incierto/ en pasado cierto ignorantes/ pues sabiduría/ es /amor a la presencia/no vemos lo que se nos presenta/ el acontecer/ y se nos nubla/ el actuar”. La sociedad moderna como la gran caverna de los ciegos. Esa ceguera que nos decía Saramago…

La plena escena social se asienta pues en esa sociedad de individuos ciegos y atomizados que ceden el espacio público a la virtualidad del mercado y de los circuitos de imágenes. Partículas elementales que rendirán culto y adoraran la gran orgía crepuscular; esa fiesta sombría del “consumo/ de trabajadores/ agotados/ del pueblo pobre/que baila/ fiesta del consumo/ del capitalismo”. La gran tarea: inventar más allá de sus cenizas fiestas que promueven comunidad y alegría. “La alegría/como mayor/ potencia/ de conocer/de ser/ de actuar/de existir”…

Como vemos la palabra rechazada e impensada aguarda en el crepúsculo de los ídolos al que Anarcolepsis anima. “Ya pasó la fiesta del asno/ el obispo bufón/ nos bendijo// a todos//Hemos degradado la moneda/ hasta hacerla/ desaparecer/ mostrando así/ su falsedad// Ahora/ estamos listos/ para la/reconstrucción/ de la/ comuna”. Los vínculos de los cuerpos vivos encontrándose desde la palabra impensada. La comunidad el gran desafío a reimaginar, el hogar que nos fue hurtado por el pujante proceso de administración de la vida. La comuna, asamblea tribal, koyné por venir, hermandad a imaginar, el cuerpo a cuerpo desplazando al mercado más allá de la escena... La anarquía: la emergencia de un tejido vital espontáneo que se organiza. La cuestión es, ¿qué catalizador ordena la vida desde la vida misma?. ¿qué palabra funda lo que perdura?, que diría Hölderlin. ¿Dónde abunda la palabra originaria señalándonos?. Simón Royo nos recordará la capacidad de los poetas, desde su propio exilio interior, de alumbrar palabras que destruyen el in-mundo que padecemos creando “otro espacio/ común compartido”

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El recorrido al que nos invita el Simón Royo va más allá. La del tiempo hurtado remite a la cuestión del capital en tanto modo de producción y, también, de consumo. Con acierto, el autor de Anarcolepesis encontrará la figura explicativa de la administración de la vida en las dinámicas de producción y consumo.  “El costo/ de una /mercancía/ es la/ cantidad de vida/ que hay/ que dar a cambio de ella… luego/ el que/ más tiene/ menos vive… explotación/ del hombre/ por el/ hombre/ salir fuera/ de si/ enajenación/ vampirismo”. El tiempo que cedemos al sistema es, básicamente, el tiempo que el sistema nos hurta para educarnos en su propio beneficio para ser una pieza más -la que nos toque- del engranaje social…Tal será el gran cenagal de las vidas inéditas como cimiento de un modo de producción que nos vive; y así los cuerpos vivos se verán suplantados por una virtualidad que nos mide e imagina. Efectivamente, el vínculo entre el orden técnico, la modernidad, el capitalismo desatado y el orden de lo virtual será muy estrecho. A la base de lo dicho la revolución burguesa implementando esa movilización total para la producción que caracteriza el tiempo presente; el del “capitalismo/ como cáncer/ del mundo/ y/ de la/ tierra (Hanna Arendt)… en el que todo deviene mercancía” e imagen de consumo.

¿Sería posible liberar el tiempo más allá de las exigencias del mercado?. ¿Cómo hacerlo?. Ante lo dicho y en palabras de Simón Royo: “ demorarse/, morar despacio/, frenar el impulso vertiginoso que nos lleva a la muerte/… Epocalidad/ de la/ modernidad/ es/ tiempo acelerado. Antídoto/ leer/ leer despacio/, escribir/ más lentamente/ aun/… cualquier meditación/ atención/ demora/, regusto… No abogamos por la lentitud/ que es/ envejecimiento/ sino/ por salirse/ fuera /del tiempo/ desasimiento/ dejar ser/ ritmo/ y/ armonía/ en concordancia/ con/ la sinfonía/ del cosmos/ palpitación de la naturaleza/ canto polisónico”, La verdad siempre será la physis y la vida que nos dice, más allá de nos. “Verdad/ entonces/ ya no como/ principio/ rector/ sino como espacio”, “como acontecimiento que no se impone”, como “energeia/ parto/ natalidad”. La sabiduría como amor fecundo a “la presencia”, a la alteridad y la corporalidad que nos espera más allá de los circuitos de imágenes que enhebran el mercado … Algo nos espera más allá del recodo y del in-mundo que nos habita en su propia trepidación. Quizá ese “orden/ de lo / intempestivo” del que nos habla Hugo Savino en la introducción del libro, quizá ese “retomar/ el tiempo/de las cosas/ralentizar la aceleración”. Con seguridad una metanoia. “cambio en la intelección/ atención/ perspectiva/ nueva mente/ otra mentalidad/ heterotopía anárquica”.

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Las resonancias que me suscita Anarcolepsis no son pocas. Entiendo que lo postulado respecto del proceso histórico, además de abocarnos a abordar la cuestión del nihilismo, -el nihilismo en tanto suplantación de la vida- como el tema de nuestro tiempo también incorpora un juicio acentuadamente escéptico o, incluso crítico, de esa modernidad ilustrada encastillada en la autocontemplación complaciente. ¿Cómo recuperar la capacidad de palabra tras la tabula rasa ilustrada?. En tal encrucijada Simón Royo, mojándose políticamente, dará un paso desde la crítica filosófica y metapolítica a la política operativa. Vindicará la tradición libertaria como respuesta a la intensa crisis de la razón política crítica de la segunda mitad del siglo XX. Para entender el paso dado por Royo algo debe quedar claro. A saber, su conciencia revolucionaria y su convicción de que solo cabe una revolución en toda regla como única vía de salida posible al actual orden de cosas. ¿Qué orden de cosas?. Insisto; el de la administración de la vida que ordena un orden social totalitario por mucho que venga a legitimarse desde apariencias democráticas. ¿Qué orden totalitario?. El del ordenamiento creciente de la vida como finalidad en sí. Apelo al sentido que daba Popper al término totalitario, es decir, al de una sociedad en la que la vida social entera viene a estructurarse desde una referencia que todo lo ordena. En tal sentido es indispensable recordar que este orden totalitario pudiera no necesitar de autoritarismo alguno e, incluso, disponer a su favor de la programación del deseo que administran los circuitos de imágenes que enhebran la sociedad de consumo… ¿Es el mercado esa matriz imaginaria que programa los deseos dando al siervo una falaz sensación de libertad?. Libertad de elegir que decía Milton Friedman aunque claro desde las condiciones que al esclavo le imponen…

Desde la tradición filosófica se lleva siglos aclarando que la libertad, muy lejos de identificarse con el deseo en expansión, se remite a la capacidad de conocer y de ser en tanto marcos de refinamiento de ese deseo. ¿Cómo replantear la cuestión de la libertad?. Con acierto se nos dirá en Anarcolepsis: “Libertad es dominar las pasiones/ libertad es liberar las pasiones/atentos a la paradoja”. Paradoja de las paradojas. Anhelo libertario donde los haya por proclamar la soberanía de la persona. La única vía abierta reside en el alma misma del hombre, en la intimidad de su vida anímica y no en autoridad externa alguna.

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Del libertarismo decir que siempre me estremeció su pureza al entender al poder que se constituye en el tiempo de la modernidad como el gran enemigo a batir. El poder moderno como enemigo objetivo de la vida; y, por tanto, la única vía posible la de resistir a ese poder que se proyecta con enorme violencia sobre la vida. Tal será la génesis impoluta de la violencia revolucionaria anarquista; una respuesta instintiva, desde la piel de la vida misma, a esa programática moderna de control -bien lo sabía y lo decía Buenaventura Durruti apelando al dolor del pueblo violentado-. Por tal razón el libertarismo nunca se prestó a ceder su vientre al estado a cambio de participar del poder -tal y como hace la izquierda/progresía realmente existente-. Frente al poder constituido en Estado solo cabrá su demolición en tanto agente de administración de la vida. No se trataría, por tanto, de cambiar la sociedad atendiendo a ciertas reformas ni  de hacer el sistema más dulce sino de derrumbar las bases del poder mismo vigente en la modernidad. Me viene a la cabeza el gran Agustín García Calvo, genio y figura, animando a la destrucción de la realidad que se nos vende…  ¿Cabe esperar de la potencia creativa de la vida y del propio caos del mundo derribándose una determinación hacia la comunidad, el orden y la armonía?. Tal será la apuesta libertaria.

Habrá a quien le resulta inviable e ingenuo lo dicho pero, ¿qué salida cabe nombrar en una sociedad que ha cerrado a través de la programación las vías abiertas a la vida?. En realidad no hay ingenuidad alguna sino, más bien, asunción de lo trágico y señalamiento de la única opción posible. En una situación así solo cabrá la perspectiva del observador escéptico que se distancia o la del que violenta el sistema con dureza como único acto verdaderamente político (Deleuze). Para Jünger, tal será la diferencia entre el anarca (o el emboscado) que cartografía y deslegitima, indicando remansos que hagan posible la vida, y el anarquista que se enfrenta al poder cara a cara. Es cierto que Jünger, en Eumeswil, se decanta por el anarca, ahora bien, en La Emboscadura advierte con nitidez de la pesadilla que supone la figura del emboscado para los poderosos en esos tiempos de crisis en que las ovejas se transforman en lobos. Acaso ahí, el anarca y el libertario, compartan piel y barricada a la lumbre y el calor de la palabra de un poeta.

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Quisiera comentar un asunto más, breve en líneas en el libro, pero políticamente muy relevante. En una intuición que muestra finura e incorrección política -apostar por lo libertario también lo es- Simón Royo aventura un posible devenir hispano revolucionario y lo cierto es que un bloque político hispano en términos geopolíticos convulsionaria en muy alto grado la política internacional. Y es que lo sorprendente es la fragmentación de la esfera hispana precisamente por condenarla a ser patio trasero de explotadores. Real politik emancipadora y de soberanía más allá de todo frenesí identitario. “Ser hispano” nos dirá simón Royo”lo contrario de/ una/ españolidad/ sería ser/ hispano/ser anarkohispano/ Tal cosa/ no/ equivale/ a ser latinoamericano/ o español sino “griego/ romano/ árabe… olmeca/chibcha/maya…dialécticas conjugadas/conjuradas/ mezcladas/ de propio-ajeno  …/producción de seres desnacionalizados/... El anarcántropo hace suyo lo otro/ Don Quijote/ Atahualpa”. Mestizaje


[1] Todos los entrecomillados del libro Anarkía/Anarkolepsis de Simón Royo

[2] Me remito al primer párrafo del libro


martes, 22 de octubre de 2024

Apuntes breves de imaginación creadora



A partir de la obra de Henry Corbin -y no sólo- se va progresivamente ponderando la potencia del imaginario de desembocar en la esfera de lo intelectual desde su popia capacidad creadora. Desde tal perspectiva imaginarse el mundo de un modo o de otro predetermina un modo de concebir el conocimiento. De ahí la acuñación de la expresión imaginación creadora para significar el nexo entre las diversas posibilidades abiertas por la imaginación y los modos de conocer alcanzables. Ahí va un apunte introductorio sobre la imaginación creadora atendiendo a sus fuentes griegas.


La imaginación no es una cuestión baladí ni ajena a la esfera de lo intelectual ya que, según lo imaginemos, así reconoceremos el mundo. Entre nuestro imaginar y el conocer podemos advertir una determinada representación del mundo y de sus hechos, una imagen de lo real, una imago mundi que dirían los clásicos. Esta delimitará la textura del mundo que habitamos y los límites de nuestra conciencia. Por eso la actividad del imaginario será algo clave en la esfera de lo cognoscitivo; en la delimitación de axiomas y principios, en las praxis que alumbramos, en el mundo que pasamos a habitar... Como se hace evidente el imaginar podrá conducirnos a veredas y paisajes de lo más diverso; los habrá más o menos amables para el brillo de nuestra naturaleza y los habrá que alienen nuestras capacidades o, incluso, los que sean patológicos o delirantes. De ahí la importancia de templar un lenguaje a la altura de tales veredas y paisajes, y un método de discernimiento respecto de una imaginación que, siempre, será creadora.


Ya Platón ponía en relación la ordenación del propio imaginario o phantasia -de la doxa, de la pistis, de la eikasia- con la capacidad de salida de la caverna. No olvidemos que para el ateniense la phantasia se localiza en un extraño paraje entre la ignorancia y el conocimiento. Tal paraje apuntará a un viático de diversos estadíos con mayor o menor grado de ignorancia. De ahí que un saber sobre el imaginar se torne decisivo. Advierto que, por imaginar, no debe sencillamente entenderse fantasear o divagar con el imaginario. De acuerdo a la tradición clásica la relevancia cognoscitiva de la imaginación tiene que ver con la formalización y elaboración de las afecciones sensoriales que recibe el cuerpo, es decir, con el discernimiento de formas y con el conocimiento a través de imágenes. Ese discernimiento de formas tendrá que ver con el enhebramiento y la síntesis de esas afecciones sensoriales desde determinadas imágenes semiológicas que podamos albergar. Estas, operando como patrones, abordarían esa tarea de elaboración de la sensibilidad con el fin de poder conocer y reconocer formas. De esta manera reconocer perceptivamente, por ejemplo, un árbol, no dependería solo de las meras afecciones sensibles sino de la existencia de una representación mental previa del árbol en tanto idea e imagen. En la psicología propia de la filosofía helenística tradicional el agente de formalización y síntesis de las afecciones sensibles sería la koyné aisthesis –el sensorium o sentido común de la metafísica tradicional-De la actividad del sensorium dependería la existencia del sujeto empírico. Consideremos que sin esa actividad de síntesis, más o menos interferida por la biografía de cada cual, no podría haber ni yo, ni conocimiento, ni identidad alguna.

Aristóteles es quien en sus estudios de psicología enuncia la idea de la koyne aisthesis. De Aristóteles bebieron los estoicos y la tradición platónica posterior. Las grandes síntesis neoplatónicas integraron lo que ya era percibido como una misma tradición sapiencial con diversos acentos. Plotino fue más allá e hizo depender el conocimiento sensible, directamente y sin mediaciones, del conocimiento de lo inteligible o eidético, esto es, del conocimiento de los eide platónicos. Atendiendo a su criterio el conocimiento sensible sería una conocimiento inteligible borroso y poco claro interceptado por la particularidad empírica de cada cual y su bullicio. Esto supondría que la individualidad psicofísica y la propia singularidad biográfica, con su actividad, peajes y condicionamientos, velarían las potencias cognoscitivas superiores del alma. Para Plotino éstas transcenderían la esfera de la propia particularidad anímica y arraigarían en la capacidad de memoria y rememoración de la esfera de lo inteligible en el alma misma del hombre. Lo dicho, al menos en potencia, interpelaría a todo humano hasta el punto de constituir el núcleo mismo de lo humano. La rememoración de lo inteligible supondría la apertura del alma a un horizonte de totalidad y Misterio que todo lo acoge. La filosofía medieval, tanto la islámica como la cristiana, se nutrirán en estas tradiciones. Estamos, por tanto, ante una traditio que glosa, trasmite y va declinándose según contextos específicos.

Imaginatio vera. Un imaginar que promueve la unificación del alma, la sutura de las escisiones de la vida anímica y la activación de las potencias cognoscitivas del alma. Esas mismas de las que dependería la salida de la caverna y el acceso a la plenitud de ser del mundo eidetico. Un imaginario que, en el relato y lo simbólico, delimita una imagen del mundo capaz de promover la figura de plenitud de lo humano. Ahí, el mundo es símbolo de del viático hacia la vida plena que en el hombre se expresa. De ahí que esa capacidad de vida del hombre, lejos de remitirnos a su propio psiquismo, nos remita al ser que se brinda según la propia medida del hombre. Los diversos estados del alma corresponderán con determinadas texturas del ser, con determinados niveles o umbrales de realidad, mas o menos integrados. Lo real acontece así en el hombre, a partir de su misma vida anímica; y el hombre no será sino partícipe, testigo y contemplador de lo real. Pareciera que la identidad de lo humano quedara desfondada en esa apertura a la vida toda, y así será. La cuestión del ser y la de la unidad de todo lo real quedarán así convocadas interpelando al hombre en su mismo núcleo en lo que sería una esfera de Misterio intangible con la que nada puede compararse. Lo Uno como Misterio que, en su productividad inagotable, todo lo rebasa; bien lo supo plantear Platón en el Parménides. En palabras de Plotino esa figura eternamente figurada; imaginatio dei...

miércoles, 18 de septiembre de 2024

Poiesis, la mania bendecida por los dioses.

 

¿Un poema contra la poesía de la experiencia?. Hay poesia de la experiencia de extraordinaria calidad, capaz atender a lo común, sea en el bus o en la bicicleta. Tambien hay quien frivolamente se vende y se juguetea como poeta contandoque si monta en bicicleta o coge el bus huyendo de la página en blanco sin traspasar su propio limes ni el corralín de la propia subjetividad.. ¿Va más allá la poesia de la propia figura subjetiva?. ¿Queda la poesía hendida por el horizonte del logos de la vida en su propio conjuro?. ¿Compromete la cotidianidad y la sencillez expresiva el servirse poético de la razón común?







La poética y la busqueda de la palabra más allá de la experiencia. El adentrarse en un territorio común que nos dice. El conjuro de desvelar una palabra sin dueño que interpela. La poética como umbral que se brinda desvelando la vida... Ya Homero advirtió de la necesidad de cantar y señalar lo dado, de reconocer y reconocernos en ese cosmos que es orden y belleza brotando del caos y la noche. El alma del hombre como viático y paisaje hacia el logos que nos dice... La poiesis alumbrando ese telos -finalidad- que nos nombra. La poética como conjuro de una mirada vaciada y silente. Vaciarse para la palabra, y sino callar en un gran silencio...




Poiesis


No me interesa la poesía de la experiencia vana
ni el rumor de los fantasmas íntimos.
No me interesa el hastío privado enhebrando el canto
ni las heridas que supuran.
No me interesa el tedio ronco de lo particular
ni la terapia encharcando la prosodia.
No me interesa la poesía de la expresión
arracimándose en el tedio
ni el vivir ornado e infeliz del que al espejo se mira.
Solo me interesa la palabra dejada a su libre balanceo
en el silencio del alma,
el misterio de ser nombrado y dicho
desde una fuente oscura,
el riesgo de no decir nada,
la palabra de nadie ebria y desnuda
y esa presencia que es escucha y canto que se enciende,
canto de la zoe*, de la vida toda.
Conocimiento que compone e hila es la prosodia y el canto
en la hendidura de la vida y en su danza de misterio;
un advertir que clarea en el silencio y desde el silencio canta.
Lo que se brinda dice gratuidad,
gracia que enciende e ilumina,
aderezo que embosca el alma brindando forma viva.
El canto es oración que golpea en la puerta de la vida
y lo real se ofrenda en la forma plena del que es dicho.
Golpeen esa puerta oscura hasta volverse locos
y vean a sus pies los cascajos patibularios de su sepulcro.
(Jose Carlos Aguirre)

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* Zoe. Vida, la vida toda, la vida en un sentido amplio y general. A diferenciar de la byos, de la vida de cada organismo.

jueves, 12 de septiembre de 2024

En carro; Pedro Pazos. Notas de viaje


Nueva entrada en Imaginatio Vera. En carro de Pedro Pazos Moran. Ahí va la reseña de una obra tremendamente singular. La trama del relato se integra desde la naración de las propias vivencias del autor atravesando la España de principios de los ochenta en un carro tirado por caballos. Lo silvestre no deja de lado que estamos ante un texto muy en la estela de las corrientes de renovación literaria de los años sesenta y setenta. Un texto muy a la vanguardia de la literatura que se hacia en la España de la época y, como digo, no por ello menos silvestre. La propia vida como objeto de experimentación y como motivo literario...


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A modo de preámbulo(1).

Quien frecuente este blog sabrá de mi interés por la literatura beat. Especialmente por Kerouak y Ginsberg. Su literatura rompía con muchos moldes establecidos y con la novela tradicional desde la frontera de enhebrar la trama atendiendo a la propia vida y sus sucesos. En tal frontera, que pone del revés el género novelesco hasta acaso dejarlo atrás, nos encontraremos con relatos que alcanzarán la cumbre de las grandes obras literarias de la segunda mitad del siglo XX. Pienso, sobre todo, en Big Sur de Kerouak -superior a On the road o a Los vagabundos del karma- en la que nos narra su propio desplome personal. La novela yendo más allá de sí, saliendo de su propio casillero, sin por ello perder su tensión, su hondura y su clave narrativa…

Desde tales planteamientos estéticos no será de extrañar que la generación beat encuentre en lo contestario -reinventar así la novela se confronta con toda la tradición novelesca- y lo disidente su fibra más íntima. El propio nombre de beat alude a lo mordido, lo violentado por una sociedad que, paralelamente, -la América de los cincuenta- se presentaba como una utopía de consumo realizada y políticamente triunfante. Sin embargo, esa sociedad, aparentemente segura de sí, tenía áreas de sombra. La generación beat se instalará en esa penumbra y la desvelará. En tal sentido, el impresionante poema Aullido de Ginsberg podría ser el acta fundacional de la beat generation que, preludiando la cultura de los sesenta, trataba de imaginar otro modo de vida.

De la estela de la conciencia crítica beatnik surgirán grandes figuras de transformación social en la segunda mitad del siglo XX, figuras que, por lo demás, no dejarán de ser sometidas a autocritica por sus propios actores. La contracultura, el movimiento hippy, la liberación de la mujer y el alumbramiento de nuevas relaciones de pareja, el retorno a la vida campestre y comunitaria bien lejos del trepidar del proceso tecno-económico, un interés renovado por las cuestiones espirituales… Todas estas transformaciones que trajeron los sesenta acogían en su raíz una intensa fractura con el sistema; cambiaban el imaginario y cambiaban a las personas… Un importante matiz; los primeros que fueron conscientes de cómo el sistema se apropiaba de esos ensayos de transformación cultural reduciéndolos a una parodia fueron los propios actores de esos movimientos. Así que quede claro; con lo dicho no trato de hacer un simple ejercicio de nostalgia de la cultura de los sesenta reconducible a la apología de “lo que hay”.

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Entrando en harina.

La personalidad de Pedro Pazos Moran, narrativamente en la estela de la literatura beat y existencialmente mecida por los contextos de experimentación vital de la contracultura de los sesenta, se acoge con nitidez a las líneas maestras del preámbulo que he esbozado. Su personalidad, su literatura y su propia experimentación vital encuentran su contexto en las corrientes de renovación política y cultural que pretendían poner del revés la cultura y los modos de vida vigentes. Se trataba de imaginar otro mundo y otro modo de vida; ir tanteando veredas hasta encontrar el manantial surgiendo de la dura roca. Activista ecologista incluso antes del ecologismo, comunero destacado en los tiempos en que las comunas de los setenta ensayaban nuevos marcos de relación humana a partir del retorno a la naturaleza, viajero errante que se arroja a los caminos a encontrar esa vida que se ensaya y que esta sociedad de administración total de la vida nos usurpa, ingeniero entusiasta apostando por la promoción de la energía solar; desde Extremadura en la más absoluta vanguardia social, en la linde de imaginar un nuevo imaginario cultural y político... En algún momento de la novela se nombra a Lanza del Vasto y la comunidad que tenían en la Mancha. La sincronía se me hace muy amable. Recuerdo haber compartido habitación, en un retiro Zen, con alguien que estuvo vinculado precisamente con esa comunidad, allí, al sur de La Mancha. Traía un pan que hacían magnífico y del que todos comimos en el retiro. Me regaló un libro de Lanza del Vasto cuando nos despedimos. El interés por el legado de Lanza del Vasto; acaso de las mejores intuiciones de la contracultura.

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En carro. Notas de viaje.

Estos son el título y el subtítulo del experimento literario de Pedro Pazos Moran, como vengo diciendo muy en la línea de la literatura que se venía haciendo, especialmente, en los contextos más disidentes de la cultura USA. Ya he indicado que fue un miembro activo del movimiento comunero que hubo en la España de finales de los setenta. Venía de una de esas comunas, bellas e ingenuas, antes de lanzarse a recorrer en un carro, sin pensárselo demasiado, los campos de Andalucía, Castilla, Aragón y Cataluña. En esa salida de compas comienza la narración y en la misma nos irá básicamente contando lo que se encuentra y a quien se encuentra. La singularidad que aporta al estilo narrativo beat será la del encuentro con la España rural de la época. No hay intelectuales, libertinos urbanos ni vagabundos subidos a los trenes, como en los USA, sino el espejo del campo patrio y de la tierra cobrando el protagonismo. Y en ese espejo vemos desde la desconfianza de las gentes hasta los vínculos comunitarios y los espacios de encuentro -de toda la vida- que se van brindando. Hay generosidad, si, hay ayuda, hay desconfianza, hay extrañeza ante la provocación del insólito espectáculo de unos tipos atravesando caminos y carreteras en carro sin saber ni que o quienes son, ni por que lo hacen… Estremece su recorrido atravesando Málaga -o Algeciras- en el encuentro con la modernidad y la civilización programando la vida. Los caballos tienen que acompasarse al mundo reglado de los humanos deteniéndose en cruces y semáforos envueltos en el humo y los pitidos de los coches. Ese encuentro horroroso con el mundo de lo humano demasiado humano se contrapone al de la vida natural de los hombres en el campo acompasándose a los ritmos naturales; a pesar de todo un mundo humano a partir de sus brillos y oscuridades. “Cuando más nos acercamos a Málaga la situación empeora más y más. Se multiplican las edificaciones de modo que casi no hay un hueco para parar. El tráfico se intensifica y no hay caminos alternativos… En el centro nos vemos obligados a someternos a un baile diabólico de marcha/ paro, arre/soó al ritmo de los semáforos y los silbatos de los guardias…”

Hace reír su delirante aventura en la frontera hispanomarroquí en la que no les dejan pasar con caballos pero tampoco regresar a España con esos mismos caballos; eran tiempos de peste equina -finalmente lo consiguen-. Llama la atención su estancia en Cataluña en la que pasan de ser errantes indefinibles -todo nómada lo es- a trabajadores agrarios que acuden a la recolección de la fruta -la mirada hacia ellos cambia completamente-. Seduce el campo y la tierra acogiéndoles buscando siempre pasto para los caballos -el Robes, la Jatorra y la Moonlight que nació en pleno viaje en una noche mágica de luna-. Enternece el Tubi -el perro- guardando y cuidando de la comitiva desde su instinto de territorialidad. Maravilla su capacidad para hacer de casi todo un hogar; el propio habitáculo de la carreta, alguna zona de acampada, alguna ruina incluso. El hijo de Pedro y Ana terminará naciendo en ese hogar nómada. Profético y aleccionador resulta su encuentro con una ecopija de camiseta de flores-ya sabéis esos de ciudad que no han visto un animal en su vida pero que van de ultraprotectores de la naturaleza- que les recrimina que la potra Moonligt se está mojando bajo la lluvia…

Los encuentros con la Guardia Civil son capítulo aparte y encontramos desde la desconfianza extrema y los registros hoscos al típico guardia civil aburrido y distraído que se junta con ellos para amablemente echarles una mano y pasar el rato echando unas risas; al final lo humano se impone. Leyendo este pasaje del libro me viene a la memoria la memorable foto que hicieron en el rodaje de El bueno, el feo y el malo. Clint Eastwood y Van Cliffe junto a un emocionado y sonriente guardia civil luciendo su tricornio compartiendo risas y cigarros teniendo al fondo un sabinar. El libro esta llenó de anécdotas pero lo que más me llega es ese encuentro con la naturaleza y la vida acogiendolo todo. Pedro y Ana arrojándose a los campos y asumiendo sus ritmos; el frío, el calor, la lluvia los vientos, la vida humana que se les presenta… En el espejo de lo narrado la España de comienzos de los ochenta, de fuerte sabor rural y silvestre.

Los paisajes se van sucediendo y el acertado uso de los tiempos verbales, casi siempre en presente, va desgranando un tiempo continuo en el que se van deslizando los rincones que se van recorriendo. Ese deslizarse queda contrapuesto a la sensación de inmovilidad  que transmite el propio carro y a la dúctil disposición de los viajeros. Son los sucesos humanos los que parecen moverse alrededor del nómada arraigando en su propia determinacion... Todo ello En carro por los campos de la piel de toro. Y qué busca el viajero, qué busca el nómada… “¿Hay algo más hermoso que un día soleado de Invierno cuando no se mueve ni un pizca de aire?”… “Se nos va el tiempo deambulando por este paraíso aislado del mundo”. Más allá de ese mundo humano demasiado humano la vida de lo que es... ¿Acaso un paraíso recio a la búsqueda del temple y la mirada capaz?.

(1) Todas las citas pertenecientes a En carro

domingo, 28 de julio de 2024

Rembrandt y la estancia vacía del filósofo


 




“Lo inteligible ha de estar en él (en el intelecto) del mismo modo que en una tablilla en la que nada está actualmente escrito (De Anima 429 b29 – 430a5)

 

Rembrandt; "El filósofo meditando"; la intelección y el vaciado del alma... Un conjuro en la estancia vacía. Una indagación casi febril. Una therapein(1) que cuaja en el tiempo como geometría discreta que se brinda. Un conocer que conoce acogiendo y soltándolo todo. Pura receptividad, como la de esa tablilla adoptando toda forma y en la que nada queda escrito. Aristóteles dixit. Una luz que se enciende y ciega. Platón divisando la luz del sol en lo Real fuera ya de la caverna. La propia ceguera y el más allá del más allá acogiéndolo todo. Nada sobre nada. El océano de Misterio encendiéndose en la estancia vacíada del sabio. Nada hay ya en el alma salvo su propia potencia. Memoria, intelegencia y voluntad quedan atras; lo indicó San Juan de la Cruz en su radicalidad extrema. Potencia, atención pura, pura apertura, receptividad florecida. El agua calmada del alma reflejando la vida y las formas, su nada silente, la tablilla vaciada que simplemente acoge. El hombre como ese espejo en el que, al fin, clarea el conocer.

(1)Therapein: El cuidado de si de los clásicos.

sábado, 22 de junio de 2024

"El sol salió anoche y me cantó": La entrevista


Ahí va la entrevista que me hizo Juan Carlos Usó para el libro "El sol salió anoche y me cantó". El libro atiende al llamado experimento de Viernes Santo. En tal experimento se suministró LSD a un grupo de experimentadores universitarios de la Facultad de Teología de la Universidad de Harvard. De lo que se trataba era de indagar en la llamativa capacidad de las sustancias visionarias para inducir experiencias espirituales. En el libro se presenta, analizándolo, el experimento al tiempo que se plantea un cuestionario a un determinado número de personas conocedoras de la experiencia que sirven estas sustancias y/o de la fenomenología de las experiencias religiosas. Previamente dediqué una entrada al libro en el momento de publicación. Lo dicho, buen provecho.





JC.USO: Para empezar, nos interesa la realidad ontológica de la experiencia… ¿Creen que las drogas psiquedélicas (LSD, mescalina, psilocibina, DMT…) representan vías de conocimiento y conexión espiritual o simplemente producen alucinaciones sin ningún valor?

JCA: La experiencia psiquedélica tiene que ver con la capacidad de visión y esto apela tanto a visiones concretas como a cambios en la cualidad de nuestra mirada: ver el cosmos y la naturaleza con una intensidad desconocida -lo que Hofmann llamó experiencias cumbre-, ver nuestra existencia bajo perspectivas inéditas que nos ofrecen claves de sentido renovadas, sentir la unidad de todo lo real y sentirnos parte de esa maravilla... Esto se hace posible porque toda imagen y toda visión queda alumbrada desde un modo de imaginar y de representarnos lo que nos rodea. Recuérdese la vieja idea de imago mundi. La imago mundi apelaba a la imagen previa que tenemos del mundo y a cómo nos lo representamos. Esta imagen previa prefiguraría el modo en que lo entendemos y, también, cómo lo habitamos. La experiencia visionaria no supone simplemente imágenes que se agolpan sin sentido. Las imágenes nos dicen y son nuestro espejo. Ponderar lo visionario supone ser consciente de que toda imagen puede acoger un haz de sentido, imágenes que nos retratan en lo que somos y en lo que podemos llegar a ser, imágenes que desvelan que todo, además de una superficie, tiene una profundidad, como diría Ernst Jünger. 

Todo esto va mucho más allá de la ingesta de psiquedélicos instalándonos en los modos en que viene a ordenarse el conocer del hombre. En este sentido el umbral y el calado de nuestra capacidad de visión nos revela lo que podemos reconocer. La gran visión de la que nos hablan las grandes tradiciones extáticas supone transformar nuestro modo de ver y el modo en que reconocemos el mundo de tal modo que alcancemos un modo de vivir más pleno y sabio, mover la perspectiva a través de la cual elaboramos lo que se nos presenta y la memoria de nuestro pasado. Por eso cómo codifiquemos el mundo -cómo nos lo imaginemos- es tan relevante de cara a las posibilidades de conocer que quedan abiertas. Para entender lo visionario creo que necesitaríamos un modo de concebir el imaginario mucho más amplio y más rico del que tenemos ahora muy deudor del racionalismo ilustrado. Para los griegos la imaginación quedaba vinculada al conocimiento a través de imágenes y a su relevancia cognoscitiva.

Por precisar algo más diré que las visiones que suscitan las sustancias psiquedélicas tienen relevancia cognoscitiva por la manera en que dinamizan nuestro imaginario y por el modo en que pueden cuestionar y modificar el modo en que reconocemos el mundo. Abren a otras posibilidades y perspectivas, esto es, abren a haces de sentido que quizá no habíamos contemplado hasta ese momento. Por eso una sola experiencia psiquedélica puede provocar cambios relevantes en el modo de entender la vida y por eso es normal que el experimentador las considere de gran valor existencial. Todo lo dicho será de evidente relevancia ontológica ya que, según reconozcamos el mundo, éste nos devolverá perspectivas y umbrales de ser diferentes, lo que animará a modos de vivir diferentes. En cualquier caso, y esto es fundamental destacarlo, cognoscitivamente no todo depende de nuestro interior y de nuestro psiquismo. También hay un afuera que sale a nuestro encuentro, un afuera que nos pone límites pero que necesita de nuestra percepción y de nuestra mirada para llegar a ser. No hay mundo humano sin percepción humana elaborando ese afuera. El mundo, en su misma urdimbre, surge de tal encuentro. Hofmann lo explica muy bien con su teoría del emisor y el receptor. Hablamos del conocimiento y sus umbrales, de la relevancia cognoscitiva de lo visionario. Las drogas psiquedélicas dinamizan esos umbrales a partir de los cuales conocemos. Por eso la experiencia visionaria tiene relevancia cognoscitiva.

En relación a calificar una visión que alguien tiene, sin más, como algo carente de valor o descalificarla con la expresión alucinación -del latín alucinatio: delirar, soñar- tiene poco sentido ya que lo visionario se muestra en la misma génesis de la cultura e incluso de la racionalidad. De hecho, nuestra tradición filosófica hunde sus raíces en visiones de gran transcendencia antropológica y cultural. Pienso en el mito platónico de la caverna expuesto en La República, o en todos los lugares en que Platón recurre a visiones -otro ejemplo es en el mito del carro alado del Fedro-. En relación a este tema recuérdese como Sócrates -Platón todo su saber se lo atribuye a Sócrates- recibía las enseñanzas que le transmitía su daymon en una suerte de trance discreto. En resumen, descalificar lo visionario es desconocer la historia humana y la relevancia de lo visionario en los relatos que sobre nosotros mismos elaboramos para comprendernos y comprender mejor el mundo que nos rodea. Descalificar lo visionario supone no entender o no saber demasiadas cosas.


JC USO: ¿Cree que l@s buscador@s espirituales profund@s en la actualidad están más abiertos a valorar las experiencias con drogas psiquedélicas o siguen igual de refractari@s que en 1962?

JCA: Si lo están, y por una razón muy concreta. En los entornos espirituales solventes es normal que haya gente que tenga experiencias psiquedélicas en su bagaje de tal modo que estas experiencias hayan dinamizado su propia búsqueda. Esto es algo de sobra conocido. Otra cosa es que se mantenga una perspectiva crítica hacia los entornos de toma existentes. En relación a estas sustancias hay que decir que el contexto de toma lo es casi todo.


JC USO: ¿Cree que experiencias intensas como la oración contemplativa, la meditación y la experiencia con drogas psiquedélicas, pueden inducir la percepción de que estamos conectados con un poder superior? Dicho de otro modo: ¿Cabe la posibilidad de que estas experiencias intensas —la oración contemplativa, la meditación, la experiencia con drogas psiquedélicas — activen una parte del cerebro diseñada para ser un canal de conexión entre el ser humano y la divinidad?

JCA: La oración contemplativa -la vieja contemplatio medieval u oración sin objeto- o la meditación lo que intentan es cambiar nuestros hábitos mentales corrientes. Son una especie de gimnasia mental -una gimnasia del alma- que busca no estar permanentemente subsumido en el flujo de las propias emociones, de nuestras reflexiones y del parloteo interior habitual. Ese no quedar subsumido en nuestra actividad mental corriente, con sus idas y venidas y su volubilidad, anima a un estado de más temple interior, más receptivo y más abierto a lo que nos circunda, a “lo que hay” que diría Martin Heidegger. En este estado, la capacidad de atención, el propio silencio interior y cierta apatheia del alma será lo que termine por primar. Hago notar que no me refiero a una experiencia sino a la consolidación progresiva de un estado interior que renueva el modo en que vivimos y sentimos. A diferencia de la oración contemplativa y la meditación las experiencias psiquedélicas aportan una experiencia momentánea y acotable en el tiempo. No nos equivoquemos. Esto no las descalifica, más bien clarifica su valor. De hecho, las vías espirituales que las han usado lo que buscaban era dinamizar una experiencia concreta que animara a profundizar en cierta senda. Su finalidad no era tanto tener esa experiencia como abrir un horizonte. Jünger las ve especialmente propicias en este tiempo dado lo alejado que estamos de las viejas veredas del espíritu.

¿Todo esto supone reconocer un poder superior o algo divino?. Para empezar, y en relación al hombre, supone reconocer un estado del ser del hombre más pleno, más libre y menos condicionado por nuestro psiquismo. En lo referente al cosmos y a la vida en general esa renovación de la vida del alma vendrá a manifestar una intensidad de ser de gran plenitud y belleza que pareciera desvelar lo más verdadero que podemos alcanzar. La plenitud de ser del cosmos y de la vida toda desvelándose en nuestra capacidad de visión y cuajando en un estado del ser olímpico y cumbre… Recuérdese lo que decía Platón sobre el bien, la verdad y la belleza. El hombre podría acceder a esa intensísima sección de lo real, por decirlo al modo de Jünger. En tanto acontecer lo dicho rebasaría completamente nuestra capacidad de explicación para instalarnos en el ámbito del Misterio.

Todas estas cuestiones nos instalan, casi sin quererlo, en cuestiones teológicas y de mística especulativa. Solo apuntar que esa esfera de Misterio que irrumpe, de la que nada podemos decir salvo que todo lo acoge y transfigura, no es nada en concreto que podamos nombrar, no es nada existente, no es algo fenoménico. Estamos ante una irrupción apabullante, ante un acontecer desconcertante en el que quiebran todas nuestras categorías, un Misterio que es transcedencia pura. El Mysterium tremendum et fascinans del que nos habla el fenomenólogo de las religiones Rudolf Otto; fascinante pero apabullante y aterrador por esa quiebra que padecemos en nuestras categorías y en nuestro imaginario. Por eso hablamos pertinentemente de Misterio.

Si nos atenemos a lo dicho lo que denominamos como divino quedaría referido a esa esfera de Misterio que acoge la realidad entera y no a una supuesta entidad o persona divina. Aproximativamente podríamos referirnos a esta perspectiva de lo divino con una imagen y metafóricamente. Pensemos en el papel en blanco en el que los trazos se van imprimiendo. Los trazos serían los fenómenos y ese papel el campo que todo lo acoge. Tomar conciencia del campo, del papel, y no solo de los trazos supone para el hombre algo deslumbrante. Y ahí radicaría el origen de las religiones. De tal campo solo cabe concluir que manifiesta una potencia productiva tremenda y que revela el cosmos como una unidad sin fisuras. Aludimos a una esfera más allá del ser y no a nada que sea o exista. Bien lo supo ver Platón en el mito de la caverna. 

En relación a la cuestión del cerebro -somos cerebro aunque no solo, también somos relato y lenguaje- es evidente que todo esto tiene un correlato neuronal sin el cual serían imposible esos estados. El hecho de que el cerebro albergue tal capacidad sirve un auténtico enigma. ¿Por qué el hombre acoge tal capacidad?. Hablamos del enigma de que un simple animal pueda tener este género de experiencias en el que todo se nos revela como una unidad deslumbrante; ¿por qué un animal, el homo sapiens sapiens, ha desarrollado en su evolución esta capacidad cerebral sin que quepa apreciar una especial ventaja adaptativa en la misma?, ¿qué nos dicen del cosmos estas experiencias humanas o dicho de otro modo cuál es su relevancia ontológica?, otro enigma, ¿por qué determinadas sustancias tienen en el hombre efectos tan llamativos y tan específicos de tal modo que activen algo tan complejo?, el “devenir planta” del que hablaba Deleuze al referirse al peyote... Constatemos otro hecho que también resulta tremendamente desconcertamte. La gran mayoría de las personas no realizan estas capacidades; si acaso simplemente las intuyen o las vislumbran parcialmente de tal modo que generan un anhelo capaz de nutrir la existencia entera. En la esfera social y cultural el impacto de estos vislumbres y de estas potencialidades, aunque las realicen en plenitud muy pocos, es muy intenso. Enigma tras enigma. Lo cierto es que hablamos de algo con una tremenda capacidad de conmocionarnos.

El acontecer de las llamadas experiencias cumbre nos instala desafiante en la cuestión de su relevancia ontológica, en la cuestión del misterio y en el vínculo que mantenemos con él. El enorme desafío intelectual que todo esto supone nos exige, acaso como ningún otro, de una disciplina mental rigurosa. No se trata de ponerse a desbarrar. “No entre aquí quien no sepa geometría” decía el lema que coronaba el frontispicio de la Academia de Atenas. La filosofía en aquella época era muy consciente de su vecindad con lo mistérico hasta el punto de considerarse un saber sobre lo divino y referido a la vida. Las diversas tradiciones han desarrollado análogamente saberes espirituales muy precisos que sirven de espejo a ese proceso de apertura al Misterio.


JC USO: Con independencia de que futuros estudios del lóbulo frontal del cerebro puedan ser la clave para demostrar científicamente la existencia de Dios, hoy por hoy, algunos científicos dicen que no existe ninguna prueba de que la conciencia se genere en nuestro cerebro. ¿Es posible que exista una Conciencia Eterna que se manifieste a través de nuestro cerebro, que lo utilice a modo amplificador?

JCA: No creo que sea demostrable la existencia de Dios desde la biología cerebral. A lo sumo delimitaríamos cómo las experiencias espirituales dependen de la fisiología cerebral. Sin cerebro humano y sin corporalidad no hay conciencia humana, ni espiritualidad humana, ni existencia humana -somos cuerpo y esto es muy relevante incluso en términos de desarrollo espiritual-, ahora bien, lo meramente neuronal, la remisión a la fisiología no totaliza explicativamente la esfera de lo mental. De hecho las cuestiones y enigmas planteados nos siguen desafiando y estimulando por  mucho que demos cuenta del correlato neuronal de las experiencias espirituales. Para explicar cualquier hecho de conciencia (espiritualidad incluida) -su génesis y su proceso- debemos acudir a lo fisiológico pero también a esferas que no son reducibles a lo fisiológico. En este sentido recomiendo la obra del catedrático de psicología Marino Pérez y su crítica al reduccionismo cerebral, lo que él llama cerebrocentrismo.

Sobre la cuestión de que no existan pruebas de que el cerebro genere la conciencia solo apunta a que no sabemos cómo lo hace, pero claro esto no cuestiona el necesario concurso del cerebro y de la corporalidad en la conciencia humana. Por reducción al absurdo sin cabeza no hay conciencia humana. Lo que caracteriza la conciencia humana es la corporalidad, otra cosa es que el alma del hombre tenga una intimidad especial con lo que vengo llamando Misterio. Sin negar la relevancia de lo cerebral, Roger Penrose, el reciente premio Nobel de Física, apunta, como mera hipótesis, a la génesis de la conciencia en un nivel cuántico algo que se nos escaparía completamente…

Todo parece envuelto en un inexplicable Misterio y en cómo quedamos instalados y echamos raíces en su estela. En todo caso el hecho de vivir en un cosmos ordenado y eternamente creador, la complejidad que introduce la perspectiva cuántica en todo esto, la implicación del caos y del desorden en toda esta generación de orden -ya lo apuntaba Hesiodo- parecieran apuntar a una potencia productora de sentido no reducible a imaginario o categoría humana alguna. Efectivamente, la perspectiva del Misterio -o lo mistérico- desborda y hace quebrar toda categoría y toda referencia imaginaria. De ahí que estemos ante algo tan fascinante como terrible y apabullante… 

La perspectiva de lo divino a partir de esa potencia de sentido supone una inferencia más que razonable. En cualquier caso, esto no aporta prueba alguna de la existencia de Dios. La hipótesis de lo divino es muy razonable al tiempo que parece quedar avalada, en un sentido fenomenológico, por ciertos aconteceres de la vida del alma. La conciencia humana, como todo, quedaría acogida a esa perspectiva de unidad, totalidad y Misterio que nos rebasaría completamente por transcendernos completamente… Otro asunto será que puedan aportarse pruebas empiricopositivas de la existencia de Dios. Esto no creo que suceda nunca ya que no hay disciplina alguna que pueda elaborar un objeto de conocimiento riguroso referido a lo divino. Lo divino transciende la idea de ser y de fenómeno observable. No estamos ante un fenómeno objetivable en términos de método científico. La cuestión de lo divino, que es la de lo Uno y lo Múltiple, la del todo y la de la Nada a la que todo se acoge transciende completamente los ámbitos de conocimiento de la física o de la biología por mucho que esta cuestión venga a insinuarse. Incluso la propia idea de conciencia, en tanto proyección de la autoconciencia humana, queda rebasada. Ningún término sacado del campo del imaginario o de la representación humana nos vale. Hasta el punto de que incluso las ideas metafísicas que se han utilizado para indicar lo divino son una mera aproximación metafórica que, en sentido propio, nada señalan; vacuidad, no-ser, tiniebla, esa potencia que “no es” de la que hablara Plotino, la palabra nada utilizada por San Juan de la Cruz… La metafísica tampoco puede probar racionalmente la existencia de Dios. Se limita a indicar un horizonte a sabiendas de las limitaciones del lenguaje humano. Estamos ante un Misterio que nos rebasa y ante el que solo queda callar como nos recuerda Wittgenstein y, si acaso, contemplar.


martes, 30 de enero de 2024

Quo vadis vivere

 


(1)

El susurro que sugiere. La imagen que nos dice. La mirada sin dueño haciendo emerger lo humano y sus pasajes... Todo en El Bosco(1) va dirigido a lo que el cristianismo medieval llamó la meditatio; la reflexión encarnada e íntima sobre la textura del ser y del estar. Los estados del alma reflejados por los múltiples detalles de sus cuadros, los devenires imaginables, el terror de la pérdida, lo celeste como umbral exhuberante y pleno del silencio; todo ello nos lo muestra en sus obras... Su fecunda pintura, en el tono y en el temple, indica una multitud de imágenes capaces de devolvernos al pasaje esquivo de la catarsis y la anagnorisis. Katarmoi -purificación de las pasiones-, abismamiento del alma, toma de conciencia, despertar. Estamos ante un arte mistérico que promueve el movimiento del alma hacia su centro y hacia la gloria del cuerpo reanimado. La vida y la carne de los símbolos. El symbolon empujando a la unidad del alma...

(2)

Ad inferos. En su pintura Jheronimus Bosch nos muestra los infiernos con precisión y diáfanamente; a la medida del alma y del cuerpo vivo deshilachado y descompuesto. En la imagen que se nos propone vislumbramos un tránsito sombrío que anega el alma en la ponzoña y acota la animación del cuerpo en lo deforme. De la boca a la mente (2). De los umbrales del eros y de los umbrales del logos. La copertenencia de eroslogos, del ser y del deseo. Un eros vapuleado y herido troquelando el conocer y abrasando el ser inédito que se oculta. La potencia del alma escondida en el bosque más denso y sombrío. Ahí solo queda el ruido y el tedio... Hay quien alancea la propia palabra anegando su susurro. Las sombras se agolpan confusas en la garganta dolorida privando de aliento y de expresión. Las sombras enhebrando la efervescencia del alma... El hombre deformado, en las antípodas de su figura, como escenario derramado de lo doliente.Vae victis -Ay de los vencidos-... Eros, ser y conocer, el triángulo equilátero de la vida. Quo vadis vivere -Adonde vas viviente-.

(1) Es un detalle de un cuadro atribuido a un discípulo de El Bosco, un cuadro de su taller.

(2) Mente, del latin mens; término acuñado por la escolástica para indicar la actividad del alma.