jueves, 13 de noviembre de 2025

Tanteos más allá del naufragio romántico: el viraje hacia el catolicismo (preludio)

 

¿Cabe el catolicismo?; tanteos a propósito del naufragio romántico... Quiero plantear algo que se menciona poco, con seguridad por no ser políticamente correcto. Más allá y más acá del romanticismo el giro católico del Círculo de Jena. La primera vanguardia europea henchida del romanticismo más encendido. Su pathos romántico, el de mayor calado filosófico, entre lo trágico y lo heroico, y dejando de lado las configuraciones románticas ulteriores acaso más domésticas y manejables por apelar estéticamente al sentimiento y/o al irracionalismo. El héroe y el Único… La gran apuesta fallida de la primera generación romántica si atendemos a Rafael Argullol… Doble salto sin red. El giro católico acaso fuera uno de los más inesperados deslizamientos en esos tránsitos que prefiguraron los tiempos modernos a partir de las escisiones que ha promovido la modernidad como proceso. Este giro católico, por brotar de las fisuras del proceso histórico, acaso sea especialmente revelador. ¿En qué medida nos interpela?. De cara a la lectura de esta entrada aclaro que considero al catolicismo en el contexto antropológico de las traditio religiosas que han gestionado el imaginario y ordenado la transmisión de sabiduría y de valores de toda sociedad humana a excepción de la moderna. Algo de lo que acaso no podríamos prescindir, bien lo supo ver Platón en Las leyes, pero en todo caso no exento de su sombra política y su decaer. En esta primera parte introduciré la cuestión y atenderé a Schiller cuya obra otorga territorio al movimiento romántico. En la segunda parte desgranaré el Circulo de Jena como primera y gran vanguardia europea.


(1)

Prolegómenos. Fiedrich Hölderlin y el Círculo de Jena esbozan y dejan paso al pathos espiritual romántico. Para algunos este pathos dinamita la modernidad desde la distancia que toma de la razón ilustrada. Tal será el criterio de alguien tan poco dado a filomodernismo alguno como René Guenon en la estela del pensamiento reaccionario francés. Para otros -en general para la filosofía académica- el romanticismo aquilata el proceso de constitución de la subjetividad moderna desde lo que sería el reconocimiento de la estética y de las viejas cuestiones del espíritu clamando la atención de lo humano y significando su valor. Así las cosas, lo romántico, serviría la culminación de lo moderno por muchas distancias que tomara con lo estrictamente ilustrado. En esa culminación el calado del existir humano y las potencias espirituales[1] de la vida anímica vendrían a quedar reconocidas en plena modernidad más allá de la mentalidad técnica y del diseño puramente de mercado de las sociedades modernas; lo que concebiría lo humano en una octava superior a la de la mera satisfacción de necesidades a partir de criterios de utilidad y del conocer propio de una racionalidad puramente instrumental y cosificante: la propia de la tecnociencia. Solo en tal octava vendría a servirse la autonomía y el descondicionamiento que tanto anhela el individuo moderno superando todo lo que le lastra para así ejercer, al fin, su propia libertad. Con todo, no deja de resultar extraño que lo moderno pretenda culminar en la deconstrucción de la Ilustración... Y es que la perspectiva de Guenon, más a pie de obra que la de la precisa y rigurosa Academia, acaso desvele asuntos que bien pudieran quedar velados desde la oficialidad.

(2)

El cruce de caminos es complejo y la pregunta sobre los románticos, con el fin de clarificar el laberinto, sigue ahí. ¿Son modernos los románticos?. Entiendo que la cercanía o distancia respecto de lo instituido pueda conducir a perspectivas tan aparentemente diversas como la de considerar modernos o contramodernos a los románticos. Ambas habrá que ponderarlas en su propio contexto; la de Guenon, ya lo indiqué, estrictamente contramoderna, pensando desde los márgenes y atenta a la quiebra de lo dado; la de la filosofía académica entregada a su sostén; la de Guenon arraigando en el pasaje de rupturas que sirve el romanticismo, especialmente con la Ilustración, la de la Academia enfocada en el engarce que, distingue pero vincula, a la primera generación de románticos con el idealismo postkantiano y con el propio Kant[2].

Por su parte, Guenon, en este debate estará más a ras de suelo y atenderá a la búsqueda romántica de un nuevo modo de entender la ratio desligándose de la razón moderna y redirigiendo la mirada a las traditios de antaño acaso para esbozar nuevos lenguajes; paralelamente la Academia arraigará en la disección rigurosa del viático filosófico romántico atendiendo a su preludio en Schiller...

En realidad, no tiene demasiado sentido confrontar ambas perspectivas en demasía ni agotarse en tal debate. Insisto; a Guenon lo que interesará del romanticismo será su potencia para deshacer la Ilustración; a la Academia historiar la filosofía y trazar ese vínculo que enlaza a los románticos con Kant para así consolidar y librar de lastres al individuo moderno desde las intuiciones románticas. Algo, como veremos, no exento de incertidumbres, veredas ciegas e encrucijadas inciertas.

Las senda que se abre, desde los prolegómenos del romanticismo, hacia una sensibilidad moderna renovada son nítidas; aunque también lo son las contradicciones de la propia modernidad que terminan desvelándose por quebrar el romanticismo tantas cosas del bagaje ilustrado. ¿Son modernos los románticos? Como ya indiqué la tensión interna en el romanticismo no es menor. Su génesis, es cierto, se remite a la Ilustración madura, la de Schiller, el cual tomará conciencia de las insuficiencias de la razón ilustrada y de la antropología que ésta avala. En Schelling esa tensión cuajará, en palabras de Jacinto Rivera de Rosales, en uno de los mejores libros de filosofía del siglo XIX. Me refiero a “Sistema del idealismo transcendental”. En tal obra este filósofo romántico, acaso el más relevante, atenderá a la perspectiva de lo Absoluto como núcleo de su obra. Lo absoluto, la unidad indiferenciada previa a cualquier dualidad que queda singularizada como potencia creativa y origen de todo lo real; lo que deja de lado el yo absoluto fichteano y la matriz kantiana de la apercepción transcendental en tanto unidad sintética de la conciencia y del mundo fenoménico. Para Schelling esa unidad que Fichte o Kant remitían a una subjetividad transcendental, es decir, a la actividad de un yo transcendental, adoptaría unas indisimuladas resonancias ontoteológicas en las que se insinúa el Uno platónico del Parménides. El romanticismo quebrando su vínculo con la filosofía transcendental kantiana y nutriéndose a partir de la tensión que genera la escisión que habita.

(3)

Si la modernidad ilustrada se consideraba a sí mismo como el eje axial de la razón denostando todo pasado[3] y superando todo tipo de lastres, creencias y supersticiones el romanticismo, en intensa rebeldía contrailustrada, pasará a valorar los pasados existentes y lo que de valor pudieran aportar otras culturas. De ahí su querencia por hacer valer lo exótico y lo medieval; recuérdese la obra de Novalis, “La cristiandad y Europa”; una libro, básicamente, filocatólico y filomedieval… La fractura con el mesianismo y el iluminismo moderno no será menor. Para el romántico no habría en la Ilustración ningún privilegio en términos de racionalidad y sí mucho de lo que desconfiar. La paradoja será que, sin menoscabo alguno de lo dicho, no pocos románticos se habían adherido en su juventud a las esperanzas de renovatio que suscitara la revolución francesa lo que nos muestra las singularidades de un tiempo en el que el futuro se percibía completamente abierto.

Como ya indiqué, Guenon, se hace evidente, lo que valora del romanticismo es el pathos de ruptura contrailustrado; y la Academia, mirando desde el tránsito al que empuja Schiller, lo ubicará en una programática de enriquecimiento de la subjetividad moderna, acaso huérfana, y en una soledad creciente por la ruptura con la traditio históricamente pre-existente. Tal programática, superando la mentalidad tecnoeconómica que otorga figura al proceso de modernización, lo reitero, pretenderá nutrir la subjetividad moderna en esa vecindad del espíritu, de la creatividad del alma, del arte, de la poesía y, en general, de los referentes humanísticos. Con acierto Jose Luis Villacañas, atendiendo al contexto germánico que alumbra lo romántico, se remontará a la influencia de Johann Georg Hamann para dar cuenta de esta disposición de atender a lo humano en su totalidad de tal manera que la acción humana solo se entienda “a partir de todas sus fuerzas reunidas” por decirlo en palabras de Goethe comentado a Hamann[4]. Para Villacañas Hamann exige la unidad de saber, de religión, de conocimiento, de arte y de moral”[5] quedando así implicada una perspectiva de lo humano, entendido como totalidad, que debe ser atendida e integrada.

Johann Georg Hamann fue un pensador muy singular además de crítico de Kant al que censurará escindir y separar las facultades del hombre; el mago del norte lo llamaban. Desde luego, no cabe reconducirlo a la Ilustración, sin embargo, destila no pocas de las singularidades de la cultura alemana de finales del XVIII. El importante movimiento cultural del sturm und drang que, en cierta medida, prefigura el pathos romántico, estará en la estela de Hamann vindicando la esfera de las pasiones ya que solo atendiendo orientadamente a las mismas se podrían encarnar y realizar los mayores horizontes. Efectivamente, la estela dejada por Hamann entendiendo al individuo desde las complejidades de la totalidad de lo humano servirá la pretensión de Schiller de reforma de la Ilustración a partir de la atención a la estética y la belleza. ¿En qué medida se podría considerar al mago del norte un moderno?. Desde luego no es un ilustrado y dificilmente podriamos decir de él que es un moderno a no ser que atendamos al debate de los vínculos entre Reforma y Modernidad; un asunto que rebasa las pretensiones del presente texto. No olvidemos la perspectiva nitidamente religosa de este pensador. A pesar de lo dicho el mago del norte nos ofrece un acercamiento a lo individual que descolla y sobresale a la hora de desgranar qué es el individio moderno. En sus propias palabras, "la esencia suprema es en sentido estricto un individuo que no posee ninguna otra medida que la que él se da"(6). La esencia suprema del hombre en tanto individuo; el individuo, lo que no es divisible ni escindible en el hombre -eso significa etimologicamente individuo-. En tal medida el espacio de la autonomía y la soberanía absoluta rectora de cada cual. Como bien dice Jose Luis Villacañas estamos ante una "defensa a ultranza de la individualidad propia y ajena". ¿Cabe la representación de una individualidad absoluta desligada y por encima de todo contexto?.

Hamann, por lo demás, estará en la estela de Boehme y del misticismo protestante que no cae en la trampa de entender la sola fides luterana desde la desatención hacia la alta espiritualidad y la mística. Consideremos que acotar la religión a la esfera de la moralidad, una deriva muy protestante, destruiría en el libre examen, en el subjetivismo y en lo puramente emocional toda traditio, es decir, toda transmisión sapiencial y toda auctoritas respecto de las veredas del espíritu.

(4)

En toda esta apelación a la totalidad de lo humano habrá quien vea un cauce abierto para parchear al individuo moderno con la intención de hacerle ir más allá de sus fisuras y olvidos. No le faltará razón y es que acaso la perspectiva antropológica moderna, de factura burguesa y centrada en la satisfacción de necesidades y la expresión de deseos, incorpora no pocos olvidos. A partir de esos olvidos operará la Ilustración ya madura de Schiller ya prefigurada por Kant. Esta ilustración madura sería capaz de atender al genio creativo y a las honduras del alma capaces de promover la anhelada autonomía que es condición necesaria de la idea moderna de libertad. Desde tal autonomía el hombre podrá superar todos los condicionamientos que lastran su capacidad racional.

Desde esta pretensión de autonomía -y para superar de todo límite externo al umbral de libertad exigido- la Ilustración exigirá desatender toda traditio imaginable. Y así será porque la Ilustración considerará toda traditio desde los límites y lastres que ésta pudiera aportar condicionando el libre ejercicio de la razón. Al tiempo, carecer de una traditio será, sin embargo, lo que introduciría al carácter trágico del individuo moderno abocado a un autodiseño y a una autoconstrucción desde la soledad y careciendo de los recursos y contextos adecuados. Precisamente, los que aporta una traditio desde los espacios y vínculos comunitarios que brinda y desde la transmisión de saberes que administra. Y es que reconocer las honduras de alma y transitar las viejas veredas del espíritu requerirá de prácticas, de entornos comunitarios, de lenguajes, de liturgias, de bagajes simbólicos y filosóficos bien aquilatados y de sabios a los que se reconoce auctoritas, esto es, de una traditio... Sin la misma el recorrido de determinadas veredas se hace problemático precisamente por la metanoia[7] a la que abren. No olvidemos las vecindades que el propio Platón reconoce entre la filosofía, la esfera de lo mistérico y lo que llama la mania o locura divina. La mania supondrá un cambio total en la textura de la conciencia, una verdadera conmoción, hasta el punto que se vincula con la locura más destructiva en caso de no contar con el amparo divino. Para Platón será la mayor bendición además de iluminativa sólo en la medida en que venga bendecida por los dioses. Desde tal bendición la imagen divina del mundo se abriría paso desconcertando a lo humano demasiado humano y exigiéndole ciertos procesos de integración personal.  Una imago mundi renovada irrumpirá trastocando la textura de lo real a la que accede la conciencia; y, de su mano, una figura renovada de lo humano que acontecerá como una renovatio del psiquismo y de la personalidad. ¿Cabe abordar un proceso así al margen de una traditio capaz de ordenarlo?

Todo lo que supone una traditio vendría a tejer y dar cauce a lo que llamó San Agustín un itinerarium. El de Hipona postulará la presencia del logos-Cristo aguardando en el interior del alma de tal manera que se precise de ese itinerarium en tanto vía abierta capaz. Tal itinerarium de profundización en la vida cristiana y dirigido al reconocimiento del logos-Cristo en el alma estaría estaría muy lejos del mero emocionalismo y del subjetivismo precisamente por quedar reglado desde el legado sapiencial, ritual y de prácticas de la propia traditio; con lo que  dicho itinerarium atenderá a una programáticas y veredas muy específicas.

A diferencia de lo dicho el pathos romántico pareciera originarse en la soledad del individuo moderno desde un determinado umbral de conciencia respecto de sus carencias con el fin de suturarlas. El cuadro de Fiedrich "El monje y el mar" que acompaña la presente entrada, una pintura por lo demás impresionante, lo recrea a la perfección. En relación, a lo dicho, ¿qué desvela el giro católico que dió el Círculo de Jena con la conversión de varios de sus miembros más destacados?.

(5)

A la hora de entender la esfera a partir del cual acontece la efervescencia romántica la referencia de Fiedrich Schiller será decisiva por delimitar el territorio a partir del cual prospera el pathos romántico. En esa línea de una Ilustración ya madura e incluso consciente de sus fisuras, Schiller, autor de las “Cartas para la educación estética del hombre” -un texto decisivo para tomar el tempo a la Ilustración centroeuropea- nos indicará que la belleza es la senda abierta hacia la libertad ya que en la misma se conciliaría el impulso propio del hombre hacia el conocimiento racional -como tal cosificador- con el impulso hacia la experiencia sensible del mundo físico. Sincronicamente Baumgarten, que proponrá el nacimieno de la estética en tanto disciplina autónoma, lo hará apelando a la experiencia sensible a la que considerará un conocimeito de segundo grado.

Hay que reparar y detenerse en esta atención a la experiencia sensible, dependiente de nuestra corporalidad, ya que la cuestión del cuerpo no dejará de indicar fracturas con la racionalidad moderna. Esta exigirá, en palabras de Fernando Muñoz (8), "distanciarse del cuerpo y sus percepciones (cualidades secundarias) para poder someter su experiencia a un análisis racional que cribe o depure la experiencia... En lugar  de la experiencia inmediata del mundo habrá que partir de su representación matemática nutrida de magnitudes objetivas y reales (cualidades primarias)". ¿En qué medida la experiencia de la belleza podría refinar la racionalidad en los tiempos de la mentalidad técnica para así poderse redirigir la razón misma hacia su culminación?. No olvidemos que la atención a la belleza se mueve en otra octava que lejos de ser la del control realizado del mundo inherente a la mentalidad técnica será la de la receptividad ante la vida brindándose.

Mas allá de lo objetado, Schiller, desde su propia perspectiva, entenderá que la apertura a la belleza si sella la conciliación e integración armónica de dos fuerzas motrices decisivas de lo humano; la tendencia hacia la razón y la de la erótica por la experiencia sensible. Solo desde tal tránsito y más allá del mero esteticismo, las contradicciones y fisuras del individuo moderno serían superadas en el fruto maduro de la integración de la vida anímica al fin alcanzada; lo que conducirá a la eficacia de la autonomía y de la soberanía a la que aspira el individuo moderno para asegurar su libertad. De este modo, los ideales ilustrados y el libre ejercicio de la razón, vendrían a realizarse.

Atendamos a lo dicho por Schiller. Este pensador amparará su referencia a la estética en esa atención a la totalidad de lo humano. Según su criterio la racionalidad ilustrada, al fin liberada de todo tipo de dogmatismos y creencias viejas, debe ser suplementada desde ese reconocimiento de la belleza para poder alcanzar el ejercicio de la libertad. De este modo, atender a la totalidad de lo humano que lleva a su plenitud al individuo moderno supondría la superación de todo condicionamiento capaz de lastrarnos y, también, de toda contradicción. Recuérdese lo dicho por Hamann.

Ya indiqué que, de lo que se trata, -insisto en ello- es de enriquecer la perspectiva ilustrada desde una octava antropológicamente más elaborada que la puramente tecnoeconómica, a la postre una manera elemental de delimitar lo humano. Desde el paradigma de lo puramente tecnoeconómico podríamos hablar de límites que son abatidos, de libertades concretas que se alcanzan, de deseos que se cumplen y, en todo caso, de esa libertad de elegir de la que hablan los economistas neoliberales[9] centrada en satisfacer unas necesidades. Martin Heidegger  nos recordará que dichas necesidades, por subjetivas, serán siempre crecientes según se incremente el umbral recnológico... Precisamente esta medida de lo humano será lo que incomode a Schiller por considerarla incompleta al no dar cuenta de lo que él entiende como la totalidad de lo humano. Schiller apelará a la apertura a la belleza en tanto vereda abierta a la plenitud de lo humano y, en tal medida, a nuestras potencias de libertad y a la plenitud de la razón. Desde su perspectiva solo asumiendo la complejidad del individuo moderno y la totalidad de lo humano se podría alcanzar la plena autonomía. Como vengo indicando la autonomía significará, basicamente, abatir condicionamientos y alcanzar la soberanía sobre uno mismo.

Para este pensador alemán y en la atención a la belleza, desde la plenitud que expresa, el hombre divisaría su hondura y se congraciaría con el mundo y con sus semejantes. No obstante, en su discurso podríamos encontrar fisuras ya que ese viático de apertura del alma a la belleza y al espíritu, capaz de conciliarle con la realidad y con los demás hombres, acaso exija de medios y recursos que desborden la soledad del hombre moderno. Por otro lado, ¿hasta qué punto se puede pasar por alto que dando tanta importancia a la experiencia sensible el cuerpo y su sensibilidad no se conviertan en una instancia decisiva?. Consideremos que atendiendo al cuerpo difícilmente se podría hablar de una conciencia autónoma y descondicionada -el individuo de Hamann-, una conciencia casi desligada del mundo, ya que no seriamos sino felizmente cuerpo y sentidos; con todos los condicionantes que eso supone... ¿Entender la libertad desde la perspectiva que propone Schiller no invita acaso al desbordamiento de la perspectiva propia de la racionalidad ilustrada?. Los románticos así lo entenderán violentando las afinidades que pudieran tener con esta ilustración madura.

Concluyendo. Schiller es un autor nítidamente moderno, eso sí, desde una concepción del hombre a la medida de una modernidad madura que ha detectado, muy tempranamente, sus propias escisiones y carencias. La distancia que toma con el cristianismo -no solo con el católico también con el protestante- y su nostalgia y anhelo de la Grecia antigua más que tratar de atender a una traditio o a una disposición verdaderamente helenizante pretenderá esgrimir una vía de escape, desde la poética y desde la estética, a las contradicciones y fisuras del hombre moderno. Estas dependerían de una perspectiva antropológica, la moderna, que no sabe dar cuenta de la hondura de lo humano en su vivencia del mundo. Lo dicho, para Schiller, no cuestionará la Ilustración, sostenida por ese liberarnos de viejas creencias y viejos lastres. Más bien, de lo que se trataría es de ensanchar la racionalidad moderna.

Los románticos dejaran de lado la vereda indicada por Schiller y desde esa atención a la belleza intimaran con racionalidades ajenas a las ilustradas dejando de lado el tópico ilustrado del progreso. La corrección y el ajuste promovido por la Ilustración los románticos lo terminaran convirtiendo en detonación y línea de fuga. Más allá de lo dicho Schiller es quien delimita la vereda desde la que se va desplegando el romanticismo y por eso mismo su obra prefigura sus contradicciones, su carácter trágico y la quiebra de sus planteamientos constituyentes. Advierto, la cuestión planteada por el pathos romántico es compleja por las escisiones que incorpora, por el cruce de caminos que habita y por las diversas vegas que insinúa.

De cara a entender el romanticismo la referencia de Schiller será importante ya que, al redirigir la mirada hacia las viejas cuestiones del espíritu, no presupondrá apelación a religión o traditio alguna; más bien esa redirección de la mirada se resolverá desde la atención a la belleza sin mediación alguna. Para Schiller el giro hacia el catolicismo del Circulo de Jena habría sido inconcebible y quizá hasta hiriente. En relación, a este dramaturgo, filósofo y poeta la lectura de sus magnos poemas, la “Oda a la alegría” y “Los dioses de Grecia, la veo muy importante para hacernos cargo de ese tiempo de profundas mutaciones culturales. Así es, Schiller, sin ser romántico ubica a los románticos en el mismo territorio en el que nos ubica la Ilustración en la medida en que ésta trata de romper con toda traditio precisamente para poder dejar de lado el legado de todos los viejos dogmas, lo viejo lastres y las viejas creencias. La Ilustración frente a la traditio. Los románticos anidando en tal fisura y detonando la programática ilustrada...



[1] Entiendo que la esfera del espíritu es esa esfera que anima la vida y sus procesos, en realidad animaría el cosmos entero, de tal modo que para los materialistas sería una función de la materia expresando su capacidad de organizarse y desarrollar estructuras complejas. Como podemos constatar es una idea filosófica que trata de dar cuenta de la potencia creativa que observamos en lo real. Más allá de la perspectiva materialista ya indicada la llamada esfera del espíritu dependería por tanto la creatividad que observamos en el cosmos siendo la materia el polo receptor que acoge y recibe la potencia de tal instancia creativa, la del espíritu. La del espíritu sería por tanto una esfera inmaterial y creadora que correspondería con esa potencia que anima lo real y que opera como la esencia de todo lo que es. La textura espiritual del hombre dependería de la productividad y creatividad de la vida anímica en sus diversos estados y en perfecta correspondencia con las diversas secciones de lo real a las que el hombre accede. Muy en sintonía con las cuestiones espirituales, en el hombre, estará por tanto la idea de imaginación creadora o la del silencio del alma acogiendo desde ese silencio lo real para que se desvele el mundo tal cual es; y la gran tarea del hombre como contemplador de lo real. Así el espíritu sería tanto la fuerza vital y la creatividad del hombre como la totalidad de lo real considerado en su fuerza productiva y creadora. El espíritu sería como tal inmaterial, una sustancia inmaterial en palabras de Francisco Suarez, pero indisolublemente ligado a lo material en tanto potencia dinamizadora.

[2] La obra de Martínez Marzoa “De Kant a Hölderlin” vindicará precisamente tal vínculo lo que ubicaría a los románticos en el epicentro de la modernidad precisamente por ser Kant quien mejor ha indagado en la subjetividad moderna redefiniendo el quehacer filosófico atendiendo al conocer del mundo -cómo conocemos el mundo y cómo lo elaboramos activamente al conocerlo-. Kant dejará de lado la perspectiva del ser -to on; to ti en einai- característica de la filosofía tradicional y de la metafísica. De cara a vincularlo con los románticos no olvidemos que, el de Könisberg, en la Crítica del Juicio, ya advierte que hay algo más que razón y moral. Con todo, las lecturas de autores de raigambre platónica o de Baruch Spinoza irían deslizando a los románticos a los márgenes y hacia afuera del legado potkantiano; lo que se cartografía con claridad ponderando la ruptura entre Schelling y Fichte.

[3] Excepto el de la racionalidad griega entendiéndola, muy sesgadamente, desde la ratio moderna y siendo considerada una especie de mito de origen de la misma

[4] La quiebra de la razón ilustrada. Jose Luis Villacañas. Ed Cincel, pg 52

[5] Op cit. pg, 53

[6] Jose Luis Villacañas. la quiebra de la razón ilustrada. Ed. Cincel, pg 53.

[7] La expresión del griego clásico metanoia aluda a una transformación de la conciencia o del intelecto que cuaja en la transformación total de la persona. Toda metanoia supondría una catarsis, es decir, una reordenación y un aquilatamiento de la esfera emocional y una anagnorisis o toma de conciencia.

(8) Salir de sí. Fernando Muñoz, pg 91. En este libro se esboza una crítica al devenir de la modernidad, de acento antropológico, atendiendo a la constitución y fisuras del individio moderno en clara confrontación con el hombre inserto en la trama de relaciones y vínculos comunitarios que caracterizaban las sociedades premodernas.

[9] Cfr. Milton Friedman “Libertad de elegir”; una de las más emblemáticas obras del liberalismo económico


lunes, 3 de noviembre de 2025

Don Carnal Y Doña Cuaresma

 

Ahí va una reflexión sobre la iconografía rotunda de Don carnal y Doña Cuaresma , de muy hondas raíces, y que atiende a la alternancia de los tiempos de expansión y contracción tratando de lidiar con el deseo tanteando la propia figura




Don Carnal y doña Cuaresma, así son dichos y mentados por el refranero popular. Don Carnal el gran cerdo y Doña Cuaresma la cadavérica de los mil pies moviéndose agitada en diez mil direcciones... Ambos nos dan el tono de la dualidad de contrarios que delimita ese gusano interior de lo humano demasiado humano que nos impide tanto ser como perdonar. Me los ha recordado eso que dijera Ernst Jünger, el viejo meister, en “El Tirachinas”. "Para poder perdonar, antes hay que haber vencido al gusano que anida en uno mismo". Y el caso es que saber perdonar, soltando y dejando ir, es bien importante si es que uno quiere sobrevivir en el mundo crepuscular que habitamos. No resulta pues casual que Jünger se refiera a esta cuestión con tal umbral de dramatismo.

En los carnavales de Hita, siendo niño, me encontré por la calle a Don Carnal y Doña Cuaresma con su comitiva, los mismísimos y señorísimos. Fue en la plaza del pueblo. Primero iba don Carnal, un hombre obeso con cara de cerdo subido a una barrica de vino como si fuera su montura. Tras él iba Doña Cuaresma; un mujer avejentada y enjuta, delgada hasta casi lo esquelético, rigurosa consigo misma y con los demás, con un bastón en la mano que bien podía usar de vara de mando y mamporreo… Uno a proa y otro a popa... Doña Cuaresma, obsesionada por la sed de mal y, por eso mismo, encarnando no se si el mal pero desde luego el desorden. A la postre, y a pesar de sus esfuerzos, tan mundana y tan desordenada como el jinete porcino de Don Carnal. Ambos unidos por un vínculo discreto expresando la ausencia de figura. Un vínculo que es como un chiste malo, una maldita ironía, un donaire, una donosura capaz de compendiar los contrarios. Los contrarios quedando enlazados, siendo uno aunque no lo mismo. Chiste, donaire, ironía, gracejo, ingenio, donosura son todos ellos términos que traducen el término alemán Witz, el Witz que dijeran los románticos y que tan provechosamente empleara Hegel en su dialéctica convirtiéndolo en motor del progreso. Doña Carnal y Doña Cuaresma el witz en Castilla, el chiste malo de la hermandad de Don Carnal y Doña Cuaresma; coincidentia opositorum. La trama que nos dice. la gran iornia que nos acoge.

Don Carnal y Doña Cuaresma de la mano compartiendo su salvaje comitiva y estremeciendo infantes como fue en mi caso. En realidad, lo que viví fue una suerte de aparición. Mi encuentro con estos personajes sucedió en Hita, en la Alcarria, en las tierras del arcipreste, el pueblo raíz de mi infancia que tanto se me hace presente en mis recuerdos, entre lo visionario y lo cotidiano. Desde el presente imagino a los de Don Carnal como los cerdos de Circe entregados a la debilidad de su alma y a los de Doña Cuaresma como puritanos aguerridos y afeados con el alma endurecida, temerosos de sí y repartiendo varazos a diestro y siniestro, sin perdonar a nadie, sin perdonarse a ellos mismos; cerdos a la postre. Unos y otros entregados y sojuzgados por la propia miseria, la que impide el perdón y la liberalidad en el buen trato que decían en el Siglo de Oro. Doña Cuaresma intenta disciplinar el alma desconociendo que la voluntad humana, intentando aquilatarse, es como un elefante dando tirones de su propia oreja; o, quizá, como un arquero disparando hacia el cielo de tal forma que la flecha le termina cayendo encima con la misma fuerza que la lanzó. Habrá quien vea cierto valor en Doña Cuaresma añorando un cambio, pugnando por él; o quien vea en Don Carnal la ligereza de quien, insatisfecho, a todo se entrega y a nada se confronta… No se equivoquen, en ambos solo queda la gusanera de quien no acierta con su propia figura, de quien no quiere acertar, de quien no quiere ir más allá de sí. Miseria, basicamente miseria. Solo sana lo que gratuitamente se brinda, lo que sencillamente acontece, lo que nos traslada a un plano de vigor, lo que nos dice y llama más allá de nos. Nada de esto se alcanza por méritos propios. Se trata más bien de seguir llamando, a las puertas del amor, de la unidad y la belleza pero, ¿desde donde llamar?.

Recuerdo haber visto, revisto hace un par de días, un video de la maestra Zen Ana María Schlüter, entrevistada por Beatriz Calvo Villoria. En el mismo decía con gran sencillez, como si narrara lo más evidente, que las personas sanan con la irrupción de su verdadera naturaleza, es decir, con la práctica. No se trata tanto de adoptar una estrategia u otra ante determinadas emociones, no se trata de dejar salir ni de contención... Sin descansar la cabeza en la práctica no hay nada, absolutamente nada; y lo que sana no es, ni siquiera, el ejercicio de la práctica sino nuestros quilates irrumpiendo de su mano. Perdonar si algo exige son nuestros quilates... Práctica qué practica; ¿la de alguna vereda que se transite?… Sin traditio no hay nada, absolutamente nada. Bien lo supieron ver los románticos del Círculo de Jena. Esta será ya la cuestión de la siguiente entrada.


martes, 16 de septiembre de 2025

De apocalipsis programados y colapsos nucleares: bufones y fin de fiesta


Escribí esta columna para el extinto diario Hércules hace unos meses y he decidido sacarla en el blog por su actualidad. Comenta el famoso kit de supervivencia -en el enlace abajo- para sobrevivir al colapso social y de orden público que difundió la UE; un video entre lo trágico y lo cómico, que si algo suscitaba era, para empezar, el pavor que pueden llegar a inducir los personajes que nos gobiernan. Lo apocalíptico expresándose como parodia bufa en unos tiempos en el que las élites políticas coquetean impúdicamente con acercanors a un posible colapso nuclear en una guerra con Rusia…


Resulta impresionante ver a una cultura crepuscular promoviendo activamente en la opinión pública un pasaje apocalíptico atemorizando a las gentes. No debería llamarnos en demasía la atención. Por un lado, nuestra cultura arraiga en el humus nutricio de ese nihilismo cumplido, casi como de finiquito, que profetizara Fiedrich Nietzsche y, por otro, la nuestra es una tradición de espera apocalíptica en el que la ciudad de los hombres, que dijera Agustin de Hipona, constata su progresivo debilitamiento bajo el control de lo humano (demasiado humano).

En nuestro orden de cosas, el de una sociedad de control, la promoción activa del miedo desde la política eleva la apuesta de las exigencias del control existente, y es que las gentes siempre están dispuestas a ceder libertades y autonomía personal frente a los supuestos beneficios que nos librarían de determinados peligros… Tal será el perfil totalitario de nuestro tiempo considerando las ambiciones de quienes nos administran.

Por si lo dicho fuera poco este escenario, incierto y sombrío, en Europa se ordena aun mas confusamente al quedar instalada la cultura política vigente en un fin de trayecto, o de ciclo, incapaz de reordenarse mediante pactos renovados. Lo que anima a soluciones autoritarias que garanticen el poder y blinden los intereses de las castas que nos gobiernan. Me limito a cartografiar el modo en el que las oligarquías vienen a consolidarse. Increméntense los umbrales de miedo y la gente obedecerá sin fisuras… A partir de ahí lo fascinante es que esto suceda en una sociedad que constitutivamente hunde sus raíces en el apogeo del nihilismo danzando en su propio apocalipsis. He de reconocer que como espectáculo histórico resulta fascinante ver a las élites posthumanistas agitando la bandera del control técnico de la vida e invocando, al tiempo, el finiquito y el propio colapaso. Lo cierto es que no pocas cosas nos indican la posibilidad de un finiquito. Acaso la metáfora de considerar la sociedad como una máquina colosal con un trepidar crecientemente intenso sea indesligable del gripado y colapso de la maquinaria. En tal escenario las personas singulares seríamos poco más que los engranajes de tal maquinaría. Así las cosas, ni los mismos dirigentes serán capaces de sustraerse a la incertidumbre. Lo que prima es el ser colectivo que viene a formarse desde sus propias inercias...

Recuerden el kit de supervivencia con el que las autoridades europeas pretendían recondicionar a los europeos tras aterrorizarles, eso sí, con una sonrisa como de jardín de infancia… El video explicativo en el que se nos enseñaba a sobrevivir tras el colapso suscitaba básicamente mofa y preocupación al dejar a las claras el nivel escuálido de los actores que nos administran. Quien nos hablaba en ese video no era una actriz cómica sino una comisaria europea perteneciente al gobierno europeo; alguien equivalente a una ministra... Tras ver el video muchos dimos por descontado que se trataba de amparar un horizonte de choque con Rusia en un posible contexto de confrontación nuclear. Podrá resultar insólito pero lo cierto es que tal posibilidad trata de normalizarse con la ayuda de la gran mayoría de las élites políticas y mediáticas europeas y de la pasividad de la población… ¿Quien decide que los europeos deban normalizar la posibilidad de una guerra nuclear?. ¿Quien impone mediáticamente un juego de tales características?. ¿Para qué?... Por ser colectivo el poder se hace necesariamente opaco y extraño para las personas singulares. En realidad, nos las vemos con una especie de egregor o identidad colectiva difícil de delimitar pero que apaña sus propias inercias.

Con todo, y en relación al kit de supervivencia, lo verdaderamente sorprendente, es que pocos días después de lanzarse el video sucedió, literalmente, eso mismo de lo que se nos advertía. Un suceso de quiebra civilización, en España con el apagón, pero solo por unas pocas horas. Ensayo, aviso, sincronía…

Impresiona y sobre todo inquieta la sincronía. ¿Estamos ante algo más que en el juego de una imbécil -la comisaria europea-  grabando un video?. Más allá del significado del famoso video el hecho de que se nos traslade la posibilidad de una guerra nuclear en Europa resulta estremecedora e inquietante. ¿Qué finalidades tiene este juego?

Si bien el diseño del video del kit de supervivencia era sencillamente estólido no estamos ante un mero delirio ni la sincronía acontecida resulta un mero azar sin significado alguno. Insisto la sincronía estremece y no se qué estremece más sino detectar a una élite política que frivoliza con vernos arrojados a una guerra nuclear con Rusia o la sincronía como tal. En realidad nuestra pregnancia hacia el apocalipsis y el colapso radica en íntima relación con el perfil de sociedad en la que vivimos controlando vida y naturaleza.

La sensación de finiquito crece y el propio poder la promueve. La promueve y al tiempo queda determinado por ella. Nos movemos, efectivamente, en un cartograma en el que es del todo imposible el encaje y la conciliación entre la sociedad evanescente y transhumanista a la que nos dirigimos, de un lado, y las leyes y los limites que nos impone la vida -la physis-, de otro. Esa physis que nos dice desde su propio horizonte de sentido reclamando capacidad de conciliación entre hombre y naturaleza. Paralelamente las programáticas posthumanistas consagran a los titanes desatados imponiéndose a la vida en el despliegue de poder que les acompaña. En realidad la torsión no es sostenible del mismo modo que no cabe expulsar a la muerte y a la finitud del campo de lo humano. Somos cuerpo y materia, cuerpo animado y en lo referente a las cuestiones espirituales la octava se mueve en otro registro. De un modo o de otro la fiesta parece acabarse y el escenario de incertidumbre se nos impone. Poco más que decir en un mundo en que la política ha devenido opaca y la administración de la vida es creciente. Pasen y vean el tremendo espectáculo de nuestra propia fragilidad desde una virtualidad en la que lo que priman son las imágenes de consumo desplazando a los cuerpos en su encuentro. El olvido del ser realizado que dijera Martin Heidegger.





viernes, 5 de septiembre de 2025

El cuerpo, de la piel hacia fuera: Pensando con Fernando Muñoz (reseña)

Toca la reseña de un amigo al que conocí hace ya un buen puñado de años. Alguien a quien respeto y que, acaso, debiera haber visto en más ocasiones tras mi marcha a Tierra de Campos. La lectura de su libro, Salir de sí, sobre la Modernidad y la crisis incesante que la constituye, me ha espoleado a escribir y escribir excediendo, con mucho, el espacio de una entrada del blog. El texto lo he dividido en parágrafos titulados con la idea de facilitar la lectura de una entrada extensa o, al menos, de facilitar, cierta selección en la lectura. En cualquier caso, el texto me ha salido demasiado largo. Me resulta curioso cómo la lectura del libro me ha espoleado a escribir, con agitación y pasión, de los temas que se van proponiendo. Siempre, cuando reseño un libro en el blog, acabo entablando un diálogo con el autor del libro reseñado y este diálogo, en concreto, me ha sido tremendamente fecundo. Es lo que tiene pensar en paralelo sobre temas candentes y relevantes. De hecho, lo que he escrito, más que una recensión o reseña del libro, es más un comentario al mismo o un escolio. Acaso llevaba demasiado tiempo sin leer filosofía tras entregar mis quehaceres y placeres a la poesía además de a la continuidad de este poliédrico blog de ensayo. Siendo la entrada tan extensa he pensado hacer un cambio relevante. Voy a hacer una etiqueta en el blog específica para textos largos e incluiré en la misma los artículos que ya tengo compendiados en la web de academia.edu con la finalidad de tenerlo todo centralizado en Imaginatio Vera. Esta sección dedicada a artículos, en unas semanas, la inauguraré con el escolio dedicado a Salir de sí. En síntesis, esta renovación del blog, sobre Salir de si y a modo de reseña, son los parágrafos introductorios al libro. El escolio completo lo sacaré en unas semanas inaugurando la etiqueta de artículos y textos largos.

(1)

La edición que tenemos entre manos es un libro “para otra gente” que nos invita a nombrar el proceso histórico de los últimos siglos de otra manera. Como verán el toro sale bravo de chiqueros más allá de la templanza del autor del libro y de su estilo. Y es que pocas cosas de más riesgo, para el lector y para el que escribe, que la ruptura con la convención social impuesta. Estamos ante una iniciativa intensa y valiente de crítica filosófica que exigiendo coraje al lector no busca el aplauso ni el reconocimiento fácil. En términos taurinos no sería esta una faena pinturera de toro pastueño sino una de temple lidiando al astado de más genio. La crítica que aborda Fernando Muñoz, crítica en su sentido de discernimiento -el que manejara Baltasar Gracián en El Criticón- nos abismará a un contarnos las cosas completamente diferente al usual; un relato del otro lado, un libro para partisanos y francotiradores de la filosofía. Nos encontramos ante un libro de crítica filosófica que asume la emboscadura jungueriana. El libro de un emboscado que lanza bengalas a sabiendas de que serán vistas por otros emboscados que, aguardando, también trabajan en lo profundo del bosque desbrozando maleza y, acaso, delineando pequeños claros al calor de un bosque ya convertido en protector. No hablamos de cualquier cosa. Para Ernst Jünger lo que más atemoriza a los poderosos es la existencia de personas no pautadas desde las imágenes colectivas que el poder vigente y la convención social imprimen en las conciencias apuntalándolo dado; imágenes de rebeldía incluidas. Su mera existencia atemoriza al poder pues augura imágenes por venir en tiempos de crisis hondas. Calibre el respetable la faena del diestro en su regalo de ofrecernos la posibilidad, no tan habitual, de entender lo que nos circunda de otro modo. Enriquézcanse; tengan encuentros y desencuentros. Ahí va mi reseña. Por cierto, parafraseo a Skinner en el título al indicar que la conducta no deja de ser el cuerpo; cuerpo vivo, cuerpo animado de la piel hacia fuera.

(2)

A modo de sumario. Salir de si de Fernando Muñoz. El libro compendia y sistematiza una perspectiva crítica de la Modernidad al tiempo que ahonda en esa crítica desde su propio enfoque analizando al individuo de las sociedades modernas desde diversos frentes y en una clave antropológica. La Modernidad acontecería, para el autor del libro, como un proceso y un devenir siempre abierto sin quedar referido a proyecto sustantivo alguno. En palabras de Fernando Muñoz “un curso de transformaciones o un constante devenir que acaso responda a una legalidad sin más fundamento que su misma positividad. Todo es efímero. Nada es, todo deviene”. La revolución que nunca finaliza apostillará Muñoz; un devenir insustancial en permanente cambio.

Tal devenir tendrá a su base la liquidación de la comunitas tradicional y de sus instituciones políticas constituidas cuerpo a cuerpo a partir de la vida y el tejido de relaciones y vínculos comunitarios existente. Confrontándose criticamente con tal devenir el autor vindicará el comunitarismo de la sociedad tradicional; lo que, por lo demás, no le llevará a adoptar planteamiento utópico alguno respecto de la vida comunitaria. En sus propias palabras no se tratará de “celebrar ingenuamente la comunidad sino señalar su valor primario en la constitución del campo antropológico”. Esta es una cuestión bien relevante ya que el utopismo, cincelando una sociedad dirigida a lo ideal, será uno de los totems modernos por excelencia.

Como podemos ya advertir el libro será una invitación a deconstruir ciertos relatos compartidos en el seno de la convención social vigente; especialmente los delimitados desde el mito del progreso y desde la consideración de la modernidad desde los parámetros ilustrados denigrando todo pasado.

El proceso abierto también supondría el desvanecimiento del imaginario previo a la modernidad; de los marcos rituales y litúrgicos que lo daban vida y en los que se encarnaba ese imaginario nutriendo la comunidad. El devenir que así se abrió detonará, no podría ser de otro modo, la crisis de la metafísica tradicional en tanto elaboración teórica a la que se acogía la mentalidad tradicional. A partir de tal movimiento epocal todo lo sólido, nos dirá Carlos Marx en el Manifiesto Comunista, se desvanecerá y todo lo sagrado será profanado. Entiendo que sorprenda esta cita de Marx y, efectivamente, habrá que buscarla su contexto.

La crisis de la sociedad tradicional, la emergencia de un nuevo orden, la modernidad burguesa incesantemente destruyendo y rediseñando la vida a partir de una colosal liberación de energía productiva y dominio tecno-operatorio como nunca se había visto en la historia... En el reverso de tal proceso las fisuras que éste sirve traspasando el alma de los hombres en la exposición al permanente deshacer y rehacer que conlleva tal proceso de transformaciones incesantes… En palabras de Fernando Muñoz el mismo desvelaría “una enorme capacidad de desrealización que concluye en un estado social fantasmagórico o, como se diría hoy en día, virtual” El resultado un caos y un desorden aparente que, según Dostoievski, es el grado más alto del orden burgués. Todo lo sólido se desvanece en el aire que nos decía Marx

La liquidación de las viejas creencias y el precio político pagado por todo ello, la vida de la persona singular en esa caótica liberación de potencia y de producción desatada, los grandes cambios que van aconteciendo… A todo lo dicho nos introducirá este libro y es que acaso la emergencia de lo telúrico, más allá del disfraz de sofisticación y del higienismo político de la vida moderna, sea acaso lo que mejor delimita el devenir moderno. Lo dicho, por cierto, debe mucho a cierta lectura de Marx aminorando su perfil ilustrado y atendiendo a su crítica del orden burgués. La emergencia de lo telúrico, el dominio de lo elemental: Me viene a la cabeza Ernst Jünger divisando la figura del trabajador e intentando afirmar la vida en plena tragedia. Consideremos que la Modernidad ha hecho de la “crisis su propia naturaleza” y a eso pesar de los planteamientos utopistas y de plenitud histórica que enarbola. En palabras del autor de Salir de sí “Ese carácter de plenitud y culminación hacia el orden definitivo se cumple, por el contrario, como una circunstancia siempre en vilo o cambiante que apenas podemos llamar un estado. Por el contario frente a esa plenitud buscada la Modernidad ha hecho de la crisis su permanente naturaleza”

Entre los referentes de Fernando Muñoz podemos intuir a Marx en lo que tiene de crítico duro de la burguesía, a Santo Tomás y su síntesis poderosa entre realismo aristotélico y cristianismo, a Gustavo Bueno renovando la filosofía materialista, a ese Chesterton que decía que “solo la Iglesia Católica puede salvar al hombre moderno de la destructora y humillante esclavitud de ser un hijo de su tiempo”; matizando lo dicho con la sentencia de que “quien deja de creer en Dios pasa a creen en cualquier cosa” o al magisterio de Juan Bautista Fuentes en su crítica a la psicología moderna y en su disenso filosófico respecto de los tiempos modernos y contemporáneos. De hecho, asistiendo a sus seminarios conocí a Fernando Muñoz hace un buen puñado de años. Advierto, estamos ante un libro politicamente incorrecto que no se deja clasificar. De ahí que sea capaz de desafiarnos y asaltar todos esos lugares comunes en los que se refugia la razón a la búsqueda de confort. ¿Cabe aunar el tomismo y el marxismo en un modelo crítico coherente?. Advierto, más allá de toda crítica o disenso la coherencia de Salir de si es plena en su propia figura. Por lo demás, su capacidad para revisar y volver a pensar asuntos cerrados le convierte en un libro escrito desde el disenso frente a la convención social. Un libro para otra gente capaz de asimilar dudas sobre los diversos menús que nos ofrece lo socialmente dado.

(3)

Nuestro Ortega desde el disenso con lo dado nos dirá que “el primer derecho humano es el derecho a la continuidad”. Y no, no se trata de apelar  a visiones rígidas de lo que cada cual pueda entender o de dejar de valorar la flexibilidad, la generosidad hacia los demás, que tan bien se dejaba expresar con el significado que el término liberal tenía en el Siglo de Oro. El derecho a la continuidad no es sino el derecho a la propia soberanía capaz de sellar la autonomía de la voluntad frente a cualquier poder que, unilateralmente, nos quiera mover el escenario y el ánimo. El derecho a perseverar en la propia figura, la de la persona singular, sin que nadie resuelva nuestras cuestiones desde su propio sesgo e interés. Un derecho básico que, de ser vigente, nos resguardaría de la interferencia de todo poder y de toda agencia que pretenda administrar nuestra vida. En realidad, solo un idiota se dejaría seducir por todos esos cantos de sirena al cambio y la innovación, tan habituales, que confunden monstruosamente la propia creatividad con el diseño caracterológico que se nos exige desde el poder. El idiota es, efectivamente, el siempre dispuesto y el siempre administrado a partir de la identidad evanescente que se nos exige…

El libro tiene un subtítulo: Para la revolución de los idiotas... Así es, de los idiotés se trata. De esos idiotas, que dijera Chesterton, a los que alumbra la modernidad liberal como perfectos receptores de lo que disponga la sociedad de mercado. En la apelación a los idiotas no estamos ante un título poco solemne para un libro de crítica filosófica. La delimitación estrictamente racional de la apelación a la idiocia será precisa encontrando su quibla en el propio Chesterton y en el significado que, en griego clásico, se daba a la palabra idiota -idiotés-; un significado en estrecha vecindad de la reflexión griega sobre la polis y la reflexión política de la naciente filosofía. El significado de idiotés alude al mal ciudadano que no se implica en los asuntos públicos atento, en exclusiva, a las cuestiones privadas y desentendiéndose de los asuntos de la comunidad a la que pertenece.

Ahondemos en la crítica que se esboza y en lo desvelado apelando a estos referentes clásicos. Como ya he indicado, en términos de ciudadanía, nada peor para un griego clásico que quien se desentiende de la trama comunitaria a la que pertenece. Es cierto que la condición de ciudadanía, centrada en la condición del ciudadano-soldado y en el ascenso a la dominancia político-militar de las unidades de hoplitas, era exigente pero no dejaba de ser lo que aseguraba la supervivencia de la comunidad y de todos sus miembros. Al tiempo servía una serie de derechos inherentes de ciudadanía y, también, de deberes que variaban según las diversas polis. La ascensión política de las asambleas de hoplitas en tanto soldados de infantería, todos ellos al mismo nivel, había generado en la Grecia antigua comunitas muy atentas a la igualdad económica -Esparta- o a la igualdad política -Atenas-

Ser un miembro de la polis suponía quedar integrado en unas determinadas redes de parentesco, lo que apuntaba a una trama específica de asistencia mutua que cuajaba en esa trama de derechos y deberes, y, también, en una serie de instituciones que emanaban de esas redes de parentesco y, por tanto, de la propia comunidad organizada.

Estas eran las instituciones que ejercían el poder. En toda esta trama de relaciones humanas y de comunicación cuerpo a cuerpo, persona a persona, descansaba la condición de ciudadanía y la perspectiva de lo político. Sobre la base de lo dicho el duro descalificativo que merecía quien se desentendía de la comunidad ya que se desentendía de su propio contexto de vida e intereses compartidos.

Lo indicado sobre la idiocia desvela un perfecto preludio de la edición que tenemos entre manos ya que el libro se ocupa de cartografiar al hombre de las sociedades modernas inserto en las dinámicas de la sociedad de consumo; bien distantes de las propias de una sociedad tradicional. De hecho, esta edición, en palabras de su autor “trata de levantar acta de la transformación que la modernidad ejerce sobre la condición humana”. Esta transformación encontrará figura en la confrontación de las instituciones propias de las sociedades tradicionales con el Estado y su tarea permanente de administración de la vida. De este modo el idiotés de las sociedades liberales y capitalistas, ordenadas desde el Mercado y el Estado, quedará confrontado con el tipo de hombre integrado en la red comunitaria de vínculos interpersonales a partir de la cuales se organiza la sociedad política tradicional. No será casual que el libro destile un discreto, intenso y matizado aroma anarquista.

En perfecta sintonía con lo dicho recordemos como la iniciativa política propuesta por Chesterton, el distribucionismo, si algo pretendía era devolver la economía al marco de decisión de las comunidades naturales y las personas singulares y concretas arrebatándoselo al Estado y a los grandes trust. El individuo moderno, el idiotés, la dócil oveja de un rebaño universal, bien embarazada de derechos evanescentes y condenada a ser poco más que una pieza de engranaje a la que se le exigen rentabilidades específicas atendiendo a los intereses sistémicos de un modo producción de ámbito -el capitalista- ya planetario... “En esa situación -nos dirá Fernando Muñoz- los individuos conciben sus fines individuales como átomos dispersos en el espacio público, llegando a creer que esos fines se coordinan en un plan universal que resulta de la mera suma de fines individuales… Esa sociedad abstracta concluye en el cosmopolitismo del idiota, en el que cada individuo adopta como fin su felicidad individual, suponiendo que no hay contradicción entre los contenidos concretos de dichas felicidades”. La suma de los egoísmos colectivos configurando mágicamente la bonancía y el bienestar general; ¿la fe del idiotés?; una vieja idea del liberalismo a la que no le salen las cuentas a no ser que entendamos unívocamente la felicidad universal desde el crecimiento incesante del modo del modo producción capitalista, en su propio perfil de desarrollo y modo de vida, y atendiendo a aquellos que beneficia. Los individuos como átomos dispersos en un espacio público ordenado desde la economía al que se vinculan desde su condición de consumidores y empleados. El resultado, en palabras del autor de Salir de si, una enorme polvareda desenhebrada de humanos equivalentes sin claros lazos entre sí más allá de los puramente económicos. El imperium del homo aecqualis que nos diría Louis Dumont. Hasta aquí la reseña, en unas semanas el escolio entero


martes, 12 de agosto de 2025

El eternauta: A la espera de los arcontes

 

El eternuta. Mi reseña se centrará más en el comic que en la serie. A medio camino de la afirmación del héroe combatiente por la propia comunitas y del héroe trágico que se abre a su propio refinamiento en la confrontación con fuerzas superiores; acaso menos sabias y ajenas a toda capacidad de amar. Veremos como la segunda parte de la exitosa serie de Netflix resuelve la complejidad narrativa del El eternauta...



(1)

Juan Salvo es el protagonista de El eternauta y este relato gráfico una reflexión sobre la perspectiva del héroe en un tiempo apocalíptico. El guión presenta una enorme riqueza y sus potenciales lecturas operan en registros bien diversos. La diversidad de lecturas compendiara desde un punto de vista político y social hasta, incluso, registros soteriológicos y ontológicos en el contexto de la acción que se desarrolla. No debe pues extrañar que ante este comic de acción y combate estemos ante un reputadísimo comic argentino que se configura como un hito dentro del mundo del relato gráfico internacional. Tras la exitosísima serie de Netflix El eternauta el comic vuelve a estar de actualidad en tanto fenómeno de la sociedad global de masas. Esta reseña se centrará preferentemente en el comic, glosando su excelencia y hondura, en tanto referente de la serie.

La fama devenida ha lanzado a German Oesterheld, el guionista, a un merecido revival que transciende el mundo del relato gráfico. Centraré mi reseña, sobre todo, en la primera entrega de El eternauta que durante no poco tiempo, casi veinte años, fue la única. Por lo que se requiere a “los eternautas apócrifos” en los que cambia alguno de los autores originales los dejaré de lado. Considero que merecerían un comentario aparte.

(2)

La primera entrega de El eternauta delimita su núcleo canónico y es la que consagra el gran umbral de calidad alcanzado. También es la que delimita los personajes. Las ulteriores entregas de la serie, a partir de la radicalización política de Oesterheld, introducirán cambios en el perfil del personaje de Juan Salvo acentuando su dimensión política… De ahí las diferencias que aparecieron entre el guionista, de un lado, y el dibujante y los editores, de otro, en relación a la segunda parte de El eternauta publicada varias décadas después. Tanto Solano como los editores entendían que se modificaba el cartograma del comic a partir de la radicalización política del guión. Con todo, las reflexiones políticas planteadas por el guionista en esa segunda parte de El eternauta suscitan cuestiones bien interesantes como la posibilidad del que quien lucha en justa rebeldía contra un poder tenebroso encuentre su límite en convertirse en el contraespejo de ese poder... Terminar siendo como la sombra con la que se combate en la práctica del horror… Solo esta reflexión redime la segunda aparte del El eternauta.

Oesterheld, para aquel entonces, ya militaba en Montoneros y estaba completamente implicado en la lucha revolucionaria. De hecho, la nota introductoria del propio Oesterheld a El Eternauta I, dando una pauta de interpretación y entendiéndolo como una vindicación del héroe colectivo, del héroe en comunidad diría yo, es de esa época. La nota no traiciona en modo alguna el comic original aunque basta leer el comic para entender que El eternauta es mucho más y ese será precisamente su genio y el genio de su guionista.

Juan Salvo como héroe humano profundamente humano se afirma y se entiende junto a sus compañeros siendo uno más -un hoplita más- en la comunitas a la que pertenece. Estamos muy lejos de la figura del superhéroe del comic anglosajón. Efectivamente, su propio proceso y el de sus compañeros va avanzando, paso a paso, hacia la cooperación en el combate arraigando en la necesidad de sobrevivir junto a los más cercanos y acogiéndose a esos vínculos de hermandad que nos facilitan ser. Con todo, habrá que ir más allá ya que el desafío de los ellos, los invasores, opera a muy diversos registros. Los ellos, los destructores de la civilización humana en la tierra, serán equiparados con el dragón de la leyenda de San Jorge; lo maligno que se combate… ¿Por qué Oesterheld los entenderá de ese modo?

En el combate desatado, Salvo, será también ejemplo del héroe trágico que queda confrontado con fuerzas que lo superan exigiéndole tal pugna su propia transfiguración. Así es, al héroe solo le quedará una transmutación íntima que le permita ir más allá de sí, salir de sí, para rehacerse. Este duelo interior lo abordará desde la memoria enamorada de su mujer y de su hija a las que buscará tenazmente para sortear el mundo de pesadilla prefigurado por los ellos. El ser humano para Oesterheld será por tanto incomprensible sin las redes de parentesco y de amor en las que se integra.

(3)

Tras ese salir de sí Salvo quedará confrontado con la soledad cósmica en su pretensión de retornar a su Itaca más íntima. Estamos en una narrativa de ciencia ficción y, así las cosas, el guión recurre al arsenal de narrativas y metáforas propias del género … Lo ya acaecido, la invasión extraterrestre, no se puede cambiar pero sí que cabe un pasaje que permita volver a las horas doradas para hacerlas aún más intensas encontrando así la felicidad y el propio llegar a ser -gygnomai-. De eso se trata, de salvaguardar la propia felicidad. La felicidad del que, sencillamente, es en el amor de sus cercanos y entre los más íntimos. Con todo, Salvo no pretende un imposible retorno al pasado ni se deja coaccionar por nostalgia alguna vinculada a lo que ya dejó de ser. En la trama cósmica nada deja de ser y todo es en paralelo atendiendo a la diversidad de los mundos que son. El eternauta será iniciado a esta complejidad de lo real por otro resistente perteneciente a la estirpe extraterretre de los manos en la certidumbre de que el tiempo lineal que nos acoge no es más que la elaboración que nos hacemos para ordenar la propia existencia. La percepción del tiempo que tenemos es humana demasiado humana, y solo compone la sección de realidad desgajada de las múltiples realidades y de los universos paralelos que son. Desde la perspectiva del Todo un Misterio irreductible se expresa en los diversos mundos que son y todos ellos se remiten a ese mismo Misterio. De este modo lo real acogerá diversas líneas de tiempo que dan cuenta de las diversas posibilidades existentes. El Eternauta, en un acto de libertad suprema y desde su coraje, decidirá acogerse y viajar a la línea que le reporta la plenitud de ser; esa Ítaca íntima junto a los suyos.

Con la finalidad de poder alcanzar esas briznas de felicidad y plenitud quedará abierta la vía del héroe trágico y su porfía por acceder a la sección de lo real en la que viven su mujer y su hija. De lo que se tratará será de preservar la vida de lo que la violenta; primero en la guerra abierta contra los invasores extraterrestres y, después, en el peregrinaje trágico hacia esa Itaca sublime de su mujer y su hija indagando en los recodos del tiempo y de una realidad tan unitaria como diversa y compleja.

(4)

Sobre los ellos decir que nunca terminamos de saber quien ha invadido, realmente, la tierra. Supondrían, al tiempo, un desplome ontológico como una presión extra a la vida para alcanzar su propia sublimación. De la mano de los ellos, en la invasión, aparecen diversos linajes extraterrestres que seran, en realidad, quienes gestionen la invasión. Estos linajes tendran capacidades varias pero actuaran con su identidad y voluntad completamente alienada y gobernada por estos invasores universales. Los hombres combatirán con esas razas que actuan teledirigidas por los ellos. Incluso los propios resistentes terminaran combatiendo contra hombres alienados por los ellos privados de voluntad propia.

Los ellos serán los intérpretes cósmicos de una praxis de alienación vital de las muy diversas estirpes existentes en el universo. Su disposición hacia la vida operará desde una tercera persona universal, arraigando en la ausencia, que solo pugnara por la quebradura de lo vivo y el colapso de lo que es real. No parecen tener otro interés que no sea el de la alienación de los vivientes que encuentran sometiéndolo todo a su control y a su peaje de sombra y degradación. Un manos, uno de los linajes extraterrestres que aparecen en el relato gráfico y también combatiente como él, le revelará a Juan Salvo el gran  propósito: Hacer valer la belleza frente al odio que los ellos sienten por todo lo bello. Se tratará, por tanto, de quedar confrontados con estos misteriosos opositores a la vida que alienan a los seres que son enajenando su vida. Para ellos esta praxis nihilista será un fin en sí mismo… Liberarse de su operar supondrá la afirmación del propio ser para sencillamente dejarlo ser.  Gobernando el cosmos los ellos desplegaran su arcontado contra el ser y la belleza. Combatirlos con garantías será inviable por ser los ellos invencibles en términos de fuerza y poder. Solo se les podrá vencer siendo iniciado en la urdimbre del cosmos para poder peregrinar por el mismo conociendo su complejidad. El combate por la belleza, por la libertad y por el propio ser tendrá como condición el desvelamiento del gran misterio cósmico.

Acogiéndose a tal misterio divisará El Eternauta el espíritu -el propio espíritu, el del cosmos, el de todo lo vivo- como esfera que se encarna en la libertad y el llegar a ser. El espíritu; la vida animada, la animación de la materia preñada de belleza… Tanto la voz latina de espíritu como el pneuma de los griegos aludirán al soplo vital que todo lo anima. La determinación del espíritu y de la vitalidad del cosmos generando belleza será lo que suscite el odio de estos arcontes empecinados en interceptarla. El manos iniciador será quien le transmita al eternauta la evidencia de la esfera del espíritu en tanto gran fuerza motriz del cosmos.

En estas claves soteriológicas y ontológicas será en las que descanse toda la estructura de El Eternauta apuntando a la vía del héroe en tanto gran combate por el ser. La serie se centra más en la resistencia contra la invasión apuntando a ese héroe colectivo; y lo hace muy bien. Basta con ver a Darín. Veremos cómo la segunda parte resuelve -o no-  la complejidad narrativa de El eternauta.

sábado, 26 de julio de 2025

Roma en Castilla: La villa romana de la Olmeda

 


Para un bello y sugerente asueto veraniego. Una magnífica excursión hacia el corazón de la Castilla altomedieval. Ya casi llegando a la montaña, desviándose hacia al norte de Palencia, nos encontramos con la villa romana de la Olmeda. Testimonio de la historia y de su agitado devenir. Completamente recomendable. Muy cerca de Saldaña con su envidiable oferta gastronómica.


Villa romana de la Olmeda. Equidistante entre León y Burgos. Según se avanza desde el sur hacia la montaña palentina. Ya al norte del camino de Santiago. En las proximidades de Saldaña. En el corazón de la Castilla altomedieval; esa tierra de pocos nobles y mucha caballería villana, de tierras comunales y concejos abiertos, de gente del común -la baja nobleza era del común- que, ante las dudas, hacía jurar a los reyes su inocencia (cfr. jura de Santa Gadea; si non è vero è ben trovato). Esa tierra singular que deslumbró a republicanos como Sánchez Albornoz, por su contundente tradición medieval de libertades, fueros y cortes, pero también a los curas trabucaires.

Como preámbulo del viaje a la Olmeda vamos atravesando el paisaje de la meseta norte. La España vacía como gran víctima del desarrollismo y de la violencia migratoria. El peso del gran azul sobre los hombros; la respuesta seca de una tierra amplia, cultivada y vacía. No hay casi nada entre cielo y tierra. El cielo pesa y urge a las amplias llanuras moteadas de colinas y de vegas. Recuerdo la sorpresa de un conocido alemán al saber de estos espacios vacíos, la impresión que le causaban.  Estamos en un área poco habitada pero saturada de tesoros y de historia. No todos esos tesoros son medievales. La villa romana de la Olmeda da buena muestra de ello. Por cierto, estamos cerca de Frómista; esa joya ebria y pétrea del románico. Nunca vi ebriedad tan serena ni belleza tan medida.

Según llegamos a la Olmeda el paisaje va refrescando. Como digo la villa sorprende entre tantas resonancias del Medioevo. Por la vistosidad y el aceptable estado de conservación de sus mosaicos y de las instalaciones de la villa; por su propia presencia desatando la memoria de lo antiguo; por las figurillas del dios Helios que se encontraron en las excavaciones y de las que se venden magníficas réplicas en la tienda; por la vida sofisticada que se desvela en el área de aguas y termas y en su sistema de pavimentos calefactados, por el oecus o salón mayor de la casa y sus mosaicos figurativos de contenido mitológico…. La Olmeda sorprende e incluso entusiasma. Así lo hizo con su descubridor, José Cortés Alvárez de Miranda, que se encontró con ella en los sesenta del pasado siglo según roturaba y araba la tierra de su propiedad. La villa, una auténtica villa palaciega, estaba cubierta por toneladas de la tierra parda del olvido que todo lo cubre. Cortés, entusiasmado, se consagró a lo que descubría y el yacimiento arqueológico fue viendo la luz cada vez con más extensión. La villa impresiona. Nos desvela una historia de retorno a la tierra provocado por la inseguridad de la llamada anarquía militar del siglo III. En ese tiempo no pocas gentes decidieron dejar las ciudades e instalarse en el campo en villas residenciales bien pertrechadas y organizadas en una sociedad que contaba aun con muchos recursos humanos de alta cualificación. De ahí la alta calidad artística y técnica de lo encontrado. Estas villas fueron verdaderos núcleos de civilización en su tiempo, de arte y de economía, de repoblación del territorio, de redifinición del espacio. Estas gentes volvían al campo con sus talentos y la sofisticación romana del siglo III. De hecho, en la Olmeda se ha especulado incluso con la existencia en la villa de un hidraulis, es decir, de un órgano musical de agua.

En este retorno al campo, lo que reformulaba la idea del imperio como red de ciudades, la población se nucleaba en torno a una de estas grandes villas residenciales organizando todo un asentamiento que, prácticamente, producía todo lo que necesitaba. El tradicional modo de producción esclavista romano se fue viendo superado por las circunstancias siendo frecuentes los repartos de tierra a colonos libres a cambio de rentas y sin que se diera una transmisión efectiva de la propiedad. El dominus o señor debía, por su parte, garantizar la seguridad fuera ya de la ciudad. La Edad Media parece ya empezar a resonar y la vieja división -y tensión- entre patricios y plebeyos, que tanto estimuló el expansionismo republicano romano. dejaba paso a la escisión, menos ciudadana, entre honestiores (grandes propietarios) y humiliores (campesinos sin tierra, jornaleros, artesanos pobres; todos ellos libres), en tanto eje de la división entre unas clases sociales que se van asimilando cada vez más a estamentos. De hecho, el término de honestiores, aludirá a una pretendida honestidad, lo que irá situando la consideración de los sectores más pudientes de la sociedad y de los grandes propietarios en un supuesto ideal de arete y excelencia que sirve de prolegómeno al concepto de nobleza medieval.

Tras superarse la crisis militar del siglo III la fundación de villas en el siglo IV continuo sin que quepa entenderlo como un proceso desatado de decadencia del modelo ciudadano romano. La época de Diocleciano, de Constantino y de Teodosio supuso una renovatio exitosa de la sociedad romana aunque algo había ya cambiado. La sociedad imperial romana, tan basada en la fortaleza de las civitas, no sobrevivirá al caos creciente del siglo V. En este sentido uno de los méritos de los diseñadores del espacio creado en la Olmeda ha sido recrear y dejar a la luz un área con lo que era ya el aspecto del terreno tras el colapso definitivo de la villa. Con la creciente crisis y el desgobierno la villa fue languideciendo hasta confirmar su colapso tras los desastres del siglo V y en la época de alta inestabilidad política que legó el siglo VI. Sorprende y dispensa coraje la tenacidad de estos hispanorromanos resistiendo con uñas y dientes a la decadencia y, además, haciéndolo con éxito durante un tiempo prolongado. La villa vivió los tiempos de la cristianización pero resulta curioso que no se hayan encontrado en los enterramientos adyacentes vestigio cristiano alguno. Son todos enterramientos paganos y lo que si se ha encontrado son esas figurillas del dios Helios como perfecta muestra del paganismo tardoimperial. Sobre esta cuestión no olvidemos que la cristianización fue arraigando en las ciudades hasta el punto que el termino pagano era, originariamente, la forma despectiva de designar a los paletos de campo y a sus “creencias viejas”. Resulta curioso constatar como los habitantes de la villa transitaron desde su condición de refinadísimos colonos que decidían volver al campo, asegurando así civilización y bienestar, a esos endurecidos paletos a los ojos de las ya cristianas ciudades. Para ese momento estaríamos a finales del siglo V ya disuelto el poder romano. De los hispanorromanos se dice poco. Lo cierto es que su vigor estuvo a la base del cierto auge de la Hispania visigótica, del esplendor cultural califal y, también, de la reconquista como esforzada epopeya. Asomarnos a la villa de la Olmeda supone pues dirigir la mirada a un origen que siendo decisivo en nuestro propio quehacer histórico ha sido poco vindicado por ser la base paciente y receptiva de lo que iba viniendo. Por cierto, tras a visita a la Olmeda no olviden dedicarse al buen yantar en alguno de los magníficos restaurantes de Saldaña. Les propongo El Molino con un magnífico jardín del que se disfruta. Al fin y al cabo de lo que se trata en un buen viaje es de comulgar con la tierra y su sustancia.