El mito digital de
nuestro tiempo –para conocimiento de los más jóvenes decir que todo cambió con
internet- se alzó a finales del siglo XX seduciendo generaciones enteras y poniéndolas
en perfecta sintonía con la mentalidad técnica y su programática de crecimiento
ilimitado. El auge renovado del mito del progreso, como gran resultante, acaso
sea la causa de la disolución progresiva de lo que alguien llamó el primado
nietzscheano tras el frenesí y el fervor progresista del siglo XIX. La influencia
de Fiedrich Nietzshe en el siglo XX, efectivamente, ha sido muy intensa y lo
cierto es que ésta aparece al día de hoy más desdibujada. De un modo o de otro
la estatura del augur de Sils Maria como gran crítico del Occidente moderno y
del devenir occidental siempre queda a la vuelta de la esquina aguardando tras
el nihilismo desatado, cada vez más desatado, en el que Occidente se sumerge.
Como dice el propio Nietzsche “no hay hechos, hay interpretaciones”[1]
y acaso la lectura que hace Nietzsche de la herencia socrática o del propio
cristianismo sea en exceso monológica al decantarse por una forma de
entenderlos muy sesgada y específica. ¿Caben otras maneras de entenderlos?.
Evidentemente si aunque, lo cierto, es que Nietzsche se ciñe a lo que han sido
ciertas derivas dominantes de amplia influencia
y que podrían explicar la decadencia de la cultura occidental y el nihilismo
como fenómeno histórico; la crisis de la metafísica, la crisis del cristianismo,
sus contextos, la reducción de la esfera de lo religioso a la esfera de lo
moral, la de la teología y la metafísica a la de la ratio entendida en una
clave logicista, la emergencia de la modernidad ilustrada como resultante de
todo ello... Demos la palabra a Fiedrich Nietzsche. No olvidemos que la verdad
para Nietzsche, en general y en relación a esta cuestión, depende de lo que se
ha impuesto como hecho de poder. Entiendan y, si es el caso, disientan del
augur de Sils Maria pero asómense a su mirada. Desnuda carencias básicas del
devenir occidental. Su diagnóstico será demoledor. Occidente habría venido a
constituirse a partir de su propia decadencia. La modernidad, más allá de los
fastos y oropeles de la técnica, servirá un tiempo crepuscular. El nihilismo,
como dilución de todo valor, a la postre una derivada de la decadencia,
configurará el paisaje del Occidente moderno.
“Iluminemos el reino de los cielos”[2]
(1)
Pocas lecturas son más provechosas que la de
la obra poética del augur de Sils Maria si lo que queremos es acceder a sus
fibras discretas y sus disposiciones más íntimas. Su poética es concebida básicamente
como canto –no estamos ante una poesía de la experiencia- que ansía redimir la
vida y el más acá en el canto de la vida misma. “Y yo aquí estremeciéndome/
balbuceo canto tras canto”[3]…
Consideremos que si alguien fue consciente de cómo nos puede llegar a tocar el
más acá –la moneda de valor y no el mero crédito a futuros que dijera Omar Hayyam- fue Fiedrich Nietzsche.
Quizá sus poemas se hayan ponderado poco en
el primado del Nietzsche filósofo y el caso es que si algo es Nietzsche es un
bruñidor de la vida en esa intuición homérica de que el cosmos[4]
se perfecciona en el canto que lo glosa y en el contemplador que lo ve. Es correcto
decir que Heidegger pone al augur de
Sils Maria en la historia de la filosofía, como dicen en la Academia, pero lo
cierto es que Nietzsche desafía la modernidad y el devenir occidental hasta sus
mismas entrañas –historia de la filosofía incluida- imaginando un nuevo inicio
para un Occidente decadente y nihilista. No será casual pues que el Zaratustra,
si algo pone en cuestión, será el lenguaje filosófico al uso para sondear un
nuevo decir para la filosofía y para el pensar. Esta nueva figura para el
filosofar intima con la poesía y con el relato apelando tanto al razonamiento
como al manejo de imágenes. Así, el pensamiento se haría cuerpo y vida -la vida
que se vive liberando sus potencias; el hombre por hacer- dejando de lado esas
concepciones del más allá o de una racionalidad pura e incorpórea
desustanciando lo real. Efectivamente, la trama que vincula poesía y filosofía
enraíza en la misma urdimbre del pensar del augur de Sils Maria. Hasta el punto
de ser inimaginable un Nietzsche ajeno al ars
poética y a la entraña que la poética expresa sobre este vivir del más acá.
Consideremos que de lo que se trata es de glorificar el encuentro con lo real y su fluir;
de ahí que estemos ante una poética básicamente entendida como canto. Se
entenderá la relevancia decisiva de indagar en ese lenguaje renovado con el que
se sondea la refundación del pensar haciéndolo capaz de cuerpo y vida. En
realidad, el estilo del Zaratustra es la crítica más demoledora y la quiebra
más importante que haya padecido la filosofía europea en siglos.
Desde estas capacidades inéditas de lo humano
glorificando la vida se vislumbrará la posibilidad
de viraje que el propio Nietzsche intuye para Occidente dejando de lado su decadencia
y el nihilismo en el que arraiga. Así, la frontera del nihilismo podría
franquearse. En realidad a lo que aspira Nietzsche es, por decirlo en palabras
de Heidegger, a una nueva donación
del ser y a un nuevo tiempo, de tal modo que en el Zaratustra se aventura en
ese nuevo lenguaje para el pensar lindante con la poesía y el teatro y ajeno al
tratado filosófico-metafísico tradicional. No podrá extrañar pues que en su
obra poética encontremos, acaso como en ningún otro sitio, al Nietzsche que
indaga en ese decir renovado que deja ser a su propia palabra. Todo ello desde
una profunda disposición espiritual de ser intenso que embriaga; un pensar del
cuerpo y de la totalidad de la vida del hombre. De lo que se trata es de
conjurar un pensar capaz de abrazar la vida del hombre y sus estados para a
partir de ahí dar cuenta de la riqueza que emerge en la atención al acontecer y
al aquí y ahora. Atenderse supondrá dar cuenta de esa riqueza pero también de
los propios lastres.
(2)
La poesía de Nietzsche enhebra un compendio caleidoscópico
de la vida que lo mecía animando su capacidad de palabra. De ahí que alcancemos
los estambres en los que, delicadamente, se sostienen sus sentires y la figura
de sus pensares. En el poema “la gaya ciencia”[5]
nos dirá: “esto no es un libro… aquí vive un eterno presente”. Desde esta
atención al presente y sus aconteceres, desde el glorioso SI al aquí y al ahora, la vida vendría a quedar
inagurada en su vigor desbordándose en su potencia de ser. Paralelamente en el
mismo poema denunciará la cultura libresca como una cultura de sarcófagos y
sudarios que tiene como botín el pasado. De un lado una palabra que alumbra
vida indicando la atención a ese eterno presente; una poesía que promete la
redención quedando abierto al simple brindarse del acontecer; del otro lado la
palabra que cosifica y deseca el pasado y todo objeto de discurso olvidando y
dejando de lado la atención a ese eterno presente que libera y glorifica. El dictum nietzscheano: La verdad –o, más
bien, el sentido- como afirmación de la vida; el olvido del ser como la gran
falacia. “¡Y cómo soportaría yo ser hombre si el hombre no fuese también poeta
y adivinador de enigmas y el redentor del azar!”. El hombre superior que
anuncia el Zaratustra generando y reconociendo sentido. Y es que como nos
dijera con acierto Gilles Deleuze: “El
proyecto más general de Nietzsche consiste en esto: introducir en la filosofía
los concepto de sentido y valor”[6].
Precisamente, Nietzsche entenderá el nihilismo, el enemigo a batir y el gran
cáncer del presente, como la pérdida de todo valor[7].
Este nihilismo, no será causa “sino consecuencia lógica de la decadencia”[8].
Para hacer frente al nihilismo y la decadencia se planteará la intimidad con la
poética del dictum nietzscheano. La
poética, a la postre ese sentir pensante del cuerpo vivo que clama.
Los poemas sólo pueden ser -si son tales- un
retrato íntimo que, al tiempo, indica una esfera compartida y un silencio del
que brota esa palabra de todos y de nadie que enhebra lo poético. Podríamos
decir que la palabra poética pertenece tanto a quien la escribe como a quien la
lee pero ni siquiera. Es más bien una palabra de nadie, una palabra sin dueño
que, por eso mismo, tiene capacidad de interpelar al común. La poesía desde
siempre ha interpelado al común y por eso nos dirá Hölderlin que lo que perdura lo fundan los poetas enhebrando
imágenes y figuras que alumbran y componen tradiciones enteras desde su
capacidad para reconocer sentido. Y es que, poco o muy poco, serían los hombres
privados de la palabra y del relato que los nombra desvelando las encrucijadas
y las potencias de la vida del alma y, por eso mismo, del cuerpo vivo. Potencia,
la del alma, capaz de “radiante, iluminar el abismo del ser” en “lo más hondo
de sí” [9].
Como podemos observar Nietzsche va más allá de lo que sería un mero pathos estético o esteticista al esbozar
una ontología que alumbra la cuestión del ser -de los seres que son- en el alma
del hombre que a la vida queda abierto. No habrá por tanto una perspectiva
moral en el sentido de una moralidad heterónoma que escinda el mundo entre lo
bueno y lo malo aunque si la perspectiva de la arete y de la virtud entendida como voluntad de poder y capacidad
de ejercer el cultivo de sí; la voluntad de poder como “la virtud que da
regalos”[10]...
Como podemos advertir Nietzsche está muy lejos de ser un relativista por mucho
que sea consciente del duelo existente entre las diversas interpretaciones en
la conformación de lo considerado socialmente como verdad. La idea de verdad en
Nietzsche y su nítido acento histórico-político.
(3)
El
abismo del ser. El ser como abismo que nos confronta desafiando esas potencias.
La vida como polemos, como conflicto
que encarar en el que se juega eso mismo que Nietzsche nos dijera en el poema
que dedica a la melancolía “Todo esto soy –me estremezco al sentirlo-/mariposa
seducida, flor solitaria/ buitre y rápido torrente de hielo,/gemido de la
tormenta todo para ensalzarte,/ fiera diosa, ante quien profundamente inclino
la cabeza… que con cordura de vida/ vida, vida esté sediento”. En términos
filosóficos Nietzsche, tras la crítica kantiana, volverá a poner el acento en
la cuestión del ser desde un pathos profundamente
poético que atiende al ser vibrante de la vida y a la capacidad del cuerpo animado
de abrirse a ese ser vibrante. Atender a los seres que son, al devenir de lo
natural, atender a “lo que hay”. El ser de la vida desvelándose en el sagrario
más íntimo del hombre; “el mundo se ha transfigurado y todos los cielos se
regocijan”[11].
Tal será la respuesta a la crisis de la metafísica planteada por el augur de
Sils Maria. Todo se cifra en el más acá aconteciendo, el más allá y su espera
sería por tanto el gran error de la tradición metafísica y del propio
cristianismo. No puede dejar de venirme a la cabeza el paganismo natural de Alberto Caeiro, uno de los heterónimos
de Pessoa… Por lo demás, Nietzsche
dejará de lado toda teodicea por lo que se refiere a la cuestión del mal. Vida
y muerte son acogidas desde la perspectiva del ser y sus devenires: el ser que
se expande, el ser que se contrae, el eterno retorno del ser. Para Nietzsche,
más allá de todo movimiento, solo es ”lo que es”, lo que afirma el devenir
renovándose y el eterno retorno; lo que siempre es en la exhuberancia de la
diversidad, el ser que se brinda diversamente en todo momento y lugar, el
eterno retorno de lo mismo (que no de lo idéntico).
Afirmar con tanta contundencia la unicidad del
eterno retorno llevará a Nietzsche a la glorificación de la necesidad en tanto lo
que nos viene dado en ese eterno retorno; el llamado amor fati en tanto amor al acontecer La perspectiva de una creación
continua al modo de una natura naturans
sería afín al pathos nietzscheano y
no solo, también desde esa unicidad descollará la relevancia de la
copertenencia de contrarios –coincidentia
opositorum-. No habrá pues un “mal en si” sino la incapacidad del que mira
de acceder a esa visión inocente que es también una visión de poder, de
capacidad desplegada, de polemos
encarado; la visión inocente que todo lo acoge dejando de lado las consabidas
filías y fobias de cada cual con su respectivas elaboraciones sobre lo bueno y
lo malo. No se trata de negar esfera alguna a lo perjudicial o lo enfermante;
de hecho ya aludí qué la relevancia de la virtud para Nietzsche. Más bien, de
lo que se trata, es de apuntar a esa esfera del ser que se nos brinda más allá
de toda dualidad y escisión humana demasiado humana. De ahí que la visión que
alcanza el acontecer en su eternidad considera lo real en la plenitud que
revela incluso a partir de sus propias contradicciones. Así quedará abierta
como flor espinada la llamada coincidentia
opositorum de tal modo que ésta desgrane la entraña plena del cosmos en su
propio despliegue. En su poema “las altas montañas” nos dirá Nietzsche. “Ahora
ríe el mundo, se alza el tétrico velo/la luz y las tinieblas se han unido”[12].
Su confianza en esa perspectiva de ser que todo lo redime en lo pleno y lo
eterno le hará incluso decir “valiente y profundo/ bailarín incluso en la
matanza… /forjando un destino sobre su destino”. Para Nietzsche será
precisamente la danza la que una cielo y tierra. “Entre el mundo y Dios la
danza”[13],
nos dirá. Desde esta coindicentia
opositorum y desde la ligereza de espíritu del bailarin la necesidad -lo
que nos viene dado- se convierte en esa vía abierta hacia la propia salud y
hacia la redención de la vida. “Mi amor se inflama eternamente solo ante la
necesidad”[14].
Con acierto nos dirá Victoria Careaga “la totalidad de la vida puede ser afirmada
en su santidad: la superación del espíritu mefistofélico”[15];
también la superación de la metafísica entendida como la desustanciación del
más acá. La sacralidad de la vida y de todo lo que es a disposición del hombre
que ve… “Allí quiero ir; aun confío/ en mi aptitud y en mi./ en torno, el mar
abierto, por el azul/navega mi barca genovesa./ Todo resplandece nuevo y
renovado”[16];
“porque te amo Oh eternidad”[17]
(4)
Melancolía. Nietzsche nos decía que
escribía con todo su cuerpo y toda su vida precisamente por convocar la
inmanencia de lo sagrado -lo sagrado en la vida- y por quedar ahí vivificada,
aquilatada y potenciada la vida del alma que es también vida del cuerpo[18].
La vida transmutada y el alma estremecida en un mirar olímpico… Aquí y ahora… La
radiante figura nietzscheana: la atención a ese presente eterno desvelando una
vida encantada y encantante. La poética de Nietzsche desde su misma entraña
desvelando privilegiadamente los registros íntimos de su pensar; un pensar
receptivo y bien abierto a las posibilidades de salud y plenitud del hombre; una
gran salud cifrada en el gozo y capaz de sobrellevar y liberar de cargas bien
pesadas. “Aquí estuve sentado, esperando, esperando… nada/más allá del bien y
del mal, gozando/ a veces sol, a veces sombra,/ todo juego, todo mar, todo
mediodía, todo tiempo sin meta”[19].
Más allá del bien y del mal, y en la plenitud de ser que se nos va brindando.
El mandato nietzscheano: Pensar con las
tripas y el corazón desde la propia herida -algo ineludible en los tiempos del
nihilismo cumpliéndose-, y a partir de una melancolía que resulta cercana a la saudade. Lejos de subjetivismo alguno es
la vida del alma, la propia vitalidad, la que piensa atendiendo a su totalidad.
Nietzsche ni siquiera considerará la posibilidad de un pensar digno de tal
nombre ajeno al cuerpo vivo y a la vitalidad desatada arraigando en un cuerpo
que se anima. Atender a esa melancolía cantada por Nietzsche, insisto tan
cercana a la saudade, será por tanto un
jalón decisivo. No olvidemos que el caminante o el solitario glosado por
Nietzsche en sus poemas o ese sólo loco, solo poeta anida en un temple
melancólico que se sabe en un laberinto[20]
del que ha de salir.
En lo poético la emoción y la visión se
entrelazan y la emoción se desborda desde su propia entraña en la mirada que
desvela. Al tiempo, el desvelamiento no cursa desde la frialdad niveladora[21]
de la ratio moderna sino desde esa
intuición que es visión que desnuda, visión significativa que poéticamente se
expresa. Así dice el pensar poético, más allá de todo subjetivismo y
entreverado de la imagen que golpea y de la belleza del decir… Un decir que
cautiva como la belleza de la flor en el roquedal, esa flor solitaria que
desvela el manifestarse de la diosa[22]
a quien es capaz de ver –de ese mirar olímpico- aventurándose en la soledad
tras quedar medido en la propia melancolía. “Cuando la luz se va desvaneciendo/cuando
ya comienza el consuelo del rocío/se filtra en la tierra/invisible,
inaudible/-pues delicado calzado lleva/el consolador rocío, como todo dulce
consuelo/entonces recuerdas, recuerdas tu, ardiente corazón/cuan sediento
estuviste/ de celestiales lágrimas y gotas de rocío.”[23]
Nietzsche cantará esa melancolía inspirada desde
su propio desgarro y fractura íntima. La melancolía, tan abierta a la herida
que nos mide y a una fractura decisiva... Para Nietzsche la herida del hombre
moderno roto y separado de la vida y de su propia naturaleza, ajeno a esas
potencias del alma que aguardan a la diosa y su presencia prístina más allá de
la devastación y la decadencia. La diosa que se aguarda, el Zaratrustra que nos
dice, la gran salud… Nietzsche centrará la salud en nuestra capacidad para el
gozo. “El mundo es profundo,/ y pensado aun más profundo que el día./Profundo
es su dolor/-el gozo mas profundo aun que el sufrimiento./Dice el dolor:
¡pasa!/Más todo gozo quiere eternidad/quiere profunda, profunda eternidad.”
Creo importante dar el valor que tiene el
pasaje de la melancolía y del dolor como prolegómeno de ese hombre superior[24]
que Nietzsche profetizara como posible vía de escape a la decadencia y el
nihilismo de Occidente. Nietzsche supo bien del pan ácimo del dolor melancólico
y de la soledad. Para Victoria Careaga, la editora y traductora de los poemas
que publicara Hiperión, “sus agonías privadas y personales, al igual que sus
gozos, se transforman en algo tan rico , extraño y, al mismo tiempo, veraz que
pueden ser considerados universales, por tanto, impersonales, y no simples
accidentes biográficos”. Su expulsión de la Academia o su desencuentro con
Wagner y la soledad resultante dejan muy a las claras los intensos desarraigos
de la vida de Niezsche. “Creedme amigos, ¡no para ser maldita/me fue dada mi
sinrazón!”[25]
A partir de ese pan amargo se nutrirá el
augur de Sils Maria transformado la toxicidad en remedio desde esta potencia
que se libera en el interior del alma. No podremos pues desligar su capacidad
de sublimación –no utilizo esta palabra en su sentido freudiano; atendamos a la
física- poética y filosófica de su dolor.
En este sentido si en algo confía Nietzsche será en las posibilidades
desbordadas de la vida anímica y en su capacidad de asumir y decir SI; lo que
alumbrará un pathos, el nietzscheano,
que más que optimista sabe de la fertilidad de lo humano aun en el mismo
desierto. “El desierto crece. ¡Ay de quien desiertos alberga!”[26].
La potencia de la receptividad, la capacidad que desata decir SI, el gran poder
que acoge dejar la entraña bien abierta fertilizando el mismo desierto. Como
podemos observar este pathos nietzscheano
será efectivamente una cuestión de temples; en realidad un estado del alma que tiene
como correlato la intensidad de ser.
(5)
¿El temple al que abre la melancolía?. La
melancolía arraiga en una sensación íntima de extrañamiento que, al tiempo,
introduce en una suerte de exilio interior: también abre –hay que decirlo- al
paisaje marino del naufragio. La percepción de lo humano demasiado humano y de
una convención social que lastra y enferma estará a la base de la melancolía.
Por eso el melancólico añorará una soledad liberadora que Nietzsche encontró en
la soledad de los parajes naturales. Ahí, reina el estremecimiento ante la vida
y el propio espíritu buscándola. Las altas montañas, los glaciares, el
desierto; la naturaleza salvaje como espejo, como cifra de encuentro que se
brinda en la soledad. Quizá esa diosa alabada a la que alude Nietzsche no sea
sino Artemisa, la gemela de Apolo y diosa de la naturaleza virgen[27].
Las tradiciones psicológicas medievales y
renacentistas valoraron mucho la melancolía aunque distinguían entre varios
tipos de acceso melancólico. Ciertas melancolías eran consideradas el escenario
privilegiado de la catarsis del alma y detonante de su creatividad. Sin embargo
otras, las relacionados con la bilis negra, se consideraban insuperables y
tanáticas. Con el desarrollo de la modernidad la melancolía pasó a llamarse
depresión encontrando su nombre en la clínica moderna. La melancolía entendida
como depresión perdió toda su riqueza semántica y toda vía abierta hacia sus
propios quilates.
En su poética Nietzsche se abisma al refinamiento
de los estados melancólicos indagando en un modo de plenitud –la alegría
nietzscheana del que escupe la serpiente y la arroja de su boca[28]-
que encontrará su operativa en la vida renombrada. No hablo pues de plenitud en
un sentido infantil que ignora sombras y asperezas. Hablo de plenitud en la
estela de quien confronta decididamente a ese enano de la pesantez[29]
que nos susurra al oído nuestra propia molicie sabiendo romper con su atracción.
A partir de ahí, la vida.
Su temple interior recuerda mucho a los
cuadros de Fiedrich en sus soledades y en los parajes agrestes que nos ofrecen.
El esplendor del más acá, la inmanencia, la danza de la vida como gran ventura
dionisiaca del alma que queda embriagada en la evidencia del eterno retorno del
ser que siempre es... Nietzsche, efectivamente, va más allá de la glorificación
de la estética en la advertencia de una ontología que se desnuda en los tempos e imágenes que maneja su poesía.
La cuestión de lo Uno y lo Múltiple estará en
la matriz del dictum ontológico
nietzscheano En el “El nacimiento de la tragedia” lo Uno, lo que siempre es, se
nos muestra como gran síntesis de lo que será el eterno retorno. En el
Zaratrusta lo Uno deja paso a la fiesta de los seres que son y al Ser eternamente
retornando y siempre siendo. Deliberadamente el Zaratustra no señala algo
identificable como un más allá totalizador por querer advertir la asunción del
cosmos tal cual es, desde su radical diversidad, para devolverla sacralizada y potente. “No es
esto la divinidad, que haya Dioses , que no haya un único Dios”, nos dirá
Nietzsche en el Zaratustra.[30]
Los vericuetos de lo Uno y lo Múltiple… Acaso el Nietzsche del espíritu de la
tragedia, cantando a lo Uno, y el del Zaratustra cantando los Dioses, estén
menos distantes de lo que se supone. De hecho la cita indicada establece
también en su alusión a la divinidad una referencia unitiva la cual atendería a
lo diverso de lo divino. Por lo demás en la cita de “El nacimiento de la
tragedia”, en la que se nos habla de lo Uno, la referencia a Dionisos será
también decisiva.
Estamos ante una polaridad en la que los
términos se copertenecen. Apelar a lo diverso o a la unicidad en cuestiones
espirituales… Una cuestión de temple, de disposiciones básicas y de mentalidad.
Por eso considero un error entender esta la alusión a lo Uno como si fuera un resabio
romántico que se termina por dejar atrás. Nietzsche balancea y mide su palabra
y su singular sensibilidad ante la cuestión de lo Uno y lo Múltiple, asunto
éste decisivo para dar cuenta del registro ontológico en el que se mueve. En
ambos momentos apela a decires diversos que, sin embargo, constituyen una
diferencia enlazada en los matices que vienen a expresar.
(6)
En Nietzsche la vida se desvela como una
bendición solo al alcance de la voluntad de poder o potencia. Tal sería el viraje que
intuye Nietzsche capaz de clausurar la modernidad y el Occidente cristiano tras
siglos de decadencia y nihilismo. Mi pensamiento tiene capacidad de dividir la
historia en dos nos dirá Nietzsche[31].
En realidad no es casual que elija el nombre de Zaratustra, un profeta, para
anunciar el retorno de la alegría y de la vida afirmándose en lo que desnuda y
sencillamente es. “Revelación sería la palabra adecuada para expresar el
sentido de algo que repentinamente se hace visible tras haberse mantenido hasta
entonces oculto. Así el poeta se siente golpeado por el rayo”[32].
Con razón, Careaga apelará a las tradiciones del éxtasis y la inspiración poética,
por lo demás, ya conectadas por el propio Platón con la filosofía.
Al acogerse a las doctrinas tradicionales de
la melancolía Nietzsche asume una gran tradición. La de las tradiciones médicas
medievales y renacentistas de, por ejemplo, Ficino que apela a una melancolía
que bien podríamos calificar como sagrada. ¿La posibilidad de una enfermedad
sagrada? Desde sus inicios la medicina hipocrática griega mantuvo abierta esta
posibilidad.
Ramon Mújica Pinilla vinculará las tradiciones de la melancolía con el despertar del amor como motor del alma en el libro que dedica a Ibn Hazm e Ibn Arabi. La herida y la fractura interna como tierra promisoria en la entraña del sentir intelectual nietzschiano. Una melancolia, la de Nietzsche, bien abierta al anhelo intenso del ser “El buen pájaro calló y medito/¿Qué le han hecho mis trinos?/¿Por qué sigue ahí/ese pobre?/, ese pobre caminante-“[33]. El caminante cansado de su peregrinar y nutriéndose en esos trinos magníficos rememorando sus propios quilates... Hay amor, efectivamente, en ese caminante que se queda deslumbrado por el trinar del pájaro. “Todo lo que se hace por amor está más allá del bien y del mal”[34] nos dirá el augur de Sils Maria. El amor ese vehículo que hace vibrar la vida del alma en aquello que la enciende y, en todo caso, lejos de los tópicos estereotipados sobre el bien y el mal que alguien nos pudiera trasladar. ¿Para qué poetas?.
[1] Cfr.
Fiedrich Nietzsche. Fragmentos póstumos.
[2] Fiedrich
Nietzsche. Poemas. Ed. Hiperion, pg, 57
[3] Fiedrich
Nietzsche. Así hablaba Zaratustra. De la redención.
[4] Cfr. Himno homérico a Zeus
[5] Fiedrich Nietzsche. Poemas. Ed
Hiperion, pg 63.
[6] Gilles Deleuze. Nietszche y la
filosofía. Ed. Anagrama ,pg 7
[7] “Que
significa el nihilismo. Que los valores supremos quedan desvalorizados. Faltan
los fines. Falta la respuesta al por qué”. Fiedrich Nietzsche. La voluntad de
poder. Ed XXXXX, pg 16
[8] Fiedrich Nietzsche. La voluntad
de poder, pg 15
[9] Fiedrich Nietzsche. Poemas. Ed.
Hiperion, pg 21
[10] Cfr.
Fiedrich Nietzsche. Así hablaba Zaratustra.
[11] En postal dirigida a Peter Gast.
Cfr Fiedrich Niezsche. Poemas.
Ed. Hiperion, pg 12
[12] Fiedrich Nietzsche. Poemas. Ed.
Hiperion, pg 33
[13] Fiedrich Nietzsche. Pormas. Ed. Hiperion,
pg. 55.
[14] Fiedrich Nietzsche. Poemas. Ed.
Hiperion, pg 119.
[15]
Victoria Careaga, introducción. Fiedrich Nietzsche. Poemas. Ediciones Hiperion,
pg 12.
[16]
Fierdrich Nietzsche. Poemas.
Ed Hiperion, pg 45
[17] Fierich Nietzsche. Poemas.
Ed Hiperion, pg 119.
[18] No olvidemos que filosóficamente
el alma es el principio de animación del cuerpo; propiamente dicho la vida del
cuerpo.
[19] Fiedrich Nietzsche. Poemas. Ed
Hiperion, pg 49
[20] Fiedrich Nietsche. Poemas. Ed.
Hiperion, pg 111.
[21] Martin
Heidegger. Acerca del nihilismo. Ed Paidós, pg 77. “La razón y su representar son solo una
clase del pensar y en modo alguno por sí mismo determinados sino por aquello
que el pensar ha ordenado pensar a la manera de la ratio. El que su dominio se erija como racionalización de todos los
órdenes , como normalización, como nivelación en el curso del desarrollo del
nihilismo europeo da tanto que pensar como sus correspondientes intentos de huida
hacia lo irracional.”
[22]
Fiedrich Nietzsche. Poemas.
A la melancolía. Ed.
Hiperión, pg 23
[23] Fiedrich Nietszsche. Poemas. Ed. Hiperion,
pg 67
[24] Übermensch, literalmente significa
sobre, por encima o superior al hombre, también podría traducirse como más allá
del hombre. Para evitar la inadecuada traducción de superhombre, al día de hoy por
el contexto casi cómica aun correcta, me limito a decir hombre superior; lo que
el propio Nietzsche indicaba.
[25] Fiedrich Nietzsche. Poemas. Ed.
Hiperion, pg. 37
[26] Fiedrich Nietzsche. Poemas. Ed.
Hiperion, pg 85
[27] Son bastantes los helenistas que
aun reconociendo la riqueza hermeneutica de eso de lo apolíneo y lo dionisiaco,
que dijera Nietzsche, reivindican que ambos dioses no se encuentran tan
confrontados atendiendo a las fuentes primarias. De hecho el propio Nietzsche
entendía la plenitud de lo griego desde la síntesis de lo apolíneo y lo
dionisiaco.
[28] Fiedrih
Nietzsche. Así habló Zaratustra.
De la visión y el enigma.
[29] Fiedrich Nietzsche. Así hablaba
zaratustra. De la visión y el enigma
[30]
Fiedrich Nietzsche. Así
hablaba Zaratustra. Los tránsfugas,
[31] Cfr. Fiedrich Nietzsche. Ecce
Homo.
[32]
Victoria Careaga en introducción. Fiedrich Nietzsche. Poemas. Ed. Hiperion, pg
10
[33]
Fiedrich Nietzsche. Poemas. Ed. Hiperion, pg 27.
[34] Cfr
Fiedrich Nietzsche. Más allá del bien y del mal.
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