viernes, 28 de abril de 2023

Defender la belleza: A propósito de la obra de Josep Maria Fericgla "Inspiraciones sin tiempo"



(1)

“Inspiraciones sin tiempo” es un libro de aforismos o máximas. Y como tal un libro que alejándose del tratado sistemático se ubica más bien en el de la praxis y en el nexo que vincula palabra y vida. Ahí la palabra es intensamente símbolo como nos dice Chema en la introducción, símbolo que nos remite al Misterio que todos vivimos para un mejor vivir. Aforismos, máximas  lemas… Estamos ante una importante literatura sapiencial de gran tradición. Creo que debemos aproximarnos al libro desde tales referencias ya que no estamos ante un libro de autoayuda.

Como digo Chema emplea la palabra lema. Lema es una declaración significativa que da cuenta de algo en el espacio público. El lema nos aporta una síntesis valiosa respecto de ese algo. Los aforismos aluden etimologicamente a la expresión de modos de discernimiento específicos en relación a alguna cuestión, si se quiere de visiones en la estela griega de considerar la verdad como una visión que irrumpe y toma la medida a algo. Los aforismos se lanzan a pie de obra, a ras de suelo y, tradicionalmente, han quedado hermanados con la filosofía práctica. Pienso en las importantes obras de los estoicos, en Epicteto, uno de los grandes, en Marco Aurelio, en el cordobés Séneca, o en nuestro siglo de Oro en los aforismos de Baltasar Gracian tan valorados fuera de nuestras fronteras…

Los primeros aforismos, reveladoramente,  son los de la medicina griega. Hipócrates se expresaba a través de aforismos que pretenden señalar una esfera de seguridad en relación a las enfermedades ,  sus aforismos tratan de la salud entendida desde el plano continuo que vincula el cuerpo con el alma. Dice Hipócrates, las enfermedades son crisis de purificación… No quiero banalizar lo relacionado con las enfermedades y su dureza pero ahí lo dejo. Si la sabiduría práctica encuentra su prueba es en las asperezas de la vida

Como digo los aforismos tratan de establecer una referencia que facilite y de seguridad a la hora de abordar una cuestión dada.  El término máximas -la expresión máxima e s un superlativo de grande- transita esta misma estela del valor que se aporta desde la reflexión compartida. Maximas, lemas, aforismos.. . Estamos ante un darse de la literatura sapiencial de considerable fuste  referido a  las praxis y estrategias del alma en el abordaje de la vida. Insisto no estamos ante un libro de autoayuda que busque compensar emocionalmente al lector o desplazar una terapia mediante un apósito momentáneo.

Un tanteo más y un término más. En el libro Chema re-elabora lo que el mismo llamó saetas en otros contextos, las saetas tienen como fin alcanzar una diana, en este caso la diana de un saber practico que se desgrana en cuestiones específicas.

(2)

Consideremos este breve repaso y cómo nos remite a la sabiduría práctica. Sabiduría práctica que, necesariamente, nos invita a detenernos en el “cómo se hace lo que se está haciendo”. La expresión que se utiliza es muy acertada. Por eso todo el libro queda referido no al propio saber que se esgrime sino al contexto singular  del lector que debe hacer suyos los aforismos y transformarlos en el pasaje de su propia praxis y de sus propios aconteceres y vivencias.  Insisto estamos muy lejos de la autoayuda; hasta el punto que el libro desafía al lector en sus fragilidades invitándolo a una batalla. En el segundo aforismo del libro se llama al lector a algo tan políticamente incorrecto como la autodisciplina, una disciplina que brota de uno mismo, del propio anhelo y de la toma de conciencia de nuestro estado con sus respectivas escisiones… Efectivamente, nada hay sin disciplina ni contención. Nada hay sin saber promover ese dominio de sí que decían los clásicos. Nada hay, en último instancia, sin trabajo interior por mucho que la disposición al esfuerzo pueda caer como una fruta madura. Con seguridad la de romper automatismos y malos hábitos es la primera aduana a superar en la esfera de la sabiduría práctica. Gurdjieff habla del trabajo con el cuerpo para indicarnos esa aduana. La finalidad: reconocer en el horizonte esa naturaleza substancial a la que alude el propio Chema. En esta misma línea de incorrección política no deberá sorprendernos que en el aforismo 21 se hable de lo heroico a la hora de intentar recobrar la memoria. La memoria de aquello a lo que nos consagramos y comprometemos. La vía interior y la cuestión del olvido de sí y de la recuperación de la memoria como una vía heroica. Efectivamente, estamos en las antípodas de un libro de autoayuda.

(3)

Naturaleza sustancial. Naturaleza sustancial a la hora de hablar de nuestra entraña. Los términos de naturaleza y sustancia tienen un enorme fuste filosófico. Explicando la palabra sustancia que, en términos filosóficos traduce el griego ousia, decía Antonio Escohotado que la sustancia es lo que da sabor a un guiso y así decimos que el guiso está sustancioso; lo sustancioso lo transforma en un plato con sabor propio que enraiza el guiso en aquello que plenamente es y en su mejor sabor. La sustancia o esencia remitirían a la naturaleza y la forma verdadera, a la plenitud de ser. Asunto este, por lo demás, complejo ya que la verdadera plenitud es algo divino y la del hombre mayormente precaria. Por eso es tan importante saber aceptarnos tal y como somos en nuestra propia finitud, aceptar nuestro carácter mortal que nos decían los griegos; vernos expuestos y frágiles ante lo real: tocar nuestra propia insatisfacción al albur como estamos de las fuerzas del destino. “la perfección es una virtud de los dioses” nos recordará Chema con acierto en el aforismo 11.

Siendo la plenitud propia de dioses no por ello deja de servirnos de horizonte. Y ahí aparece nuestra integridad, en palabras de Chema, para responder a ese horizonte que es también llamada. Nuestra integridad y también nuestra saudade o nostalgia de lo divino la cual nos empuja a esa insatisfacción apuntada por el aforismo 11. La insatisfacción, radicando en el núcleo mismo de nuestro anhelo, nos empuja a ese horizonte. La insatisfacción, la vieja melancolía, en realidad, ese motor que nos anima a seguir aguzando el oído y la figura en el cuidado de sí. A la vista la afirmación de la vida como criterio de verdad.

Se hace evidente que asumir nuestras limitaciones no pone en cuestión que el de la vida sea el gran criterio de verdad del que disponemos tal y como nos indicara Fiedrich Nietzsche. Efectivamente como nos transmite esta obra de sabiduría práctica solo disponemos de la vida y de sus potenciales quilates. Atendámosla.  No hay más que lo que hay, no hay más realidad que lo que es  y ahí debemos dirigir nuestros afanes y el tesoro de nuestra atención para, en palabras de Chema, acceder “al delicado aroma de lo que realmente somos”[1]. No malgastemos nuestro vigor en fantasías ni pasatiempos mentales. Todo es más simple. “Hagámonos amigos de la vieja realidad”, estemos atentos a lo que hay, hagámonos amigos del ser que se nos brinda en nuestra capacidad de presencia. Aquí y ahora, “en cada momento acción y lugar” nos dirá Chema. En efecto, acaso los humanos corrientes seamos poco más que olvido de si y transitemos por la vida como meras caricaturas o sombras de nuestra verdadera potencia dejando de lado nuestra capacidad de atención. Meros durmientes sin que nada les despierte como nos recuerda Chema  en el aforismo 19. Por eso mismo  la importancia de  ”esforzarnos por recordar aquello a lo que nos consagramos”. El ejercicio de la memoria, para Chema lo único capaz de salvarnos de la locura; la vía heroica que se nos sirve como camino[2]

(4)

La vereda hacia el horizonte del sentido no tiene obstáculos salvo acaso el de nuestra propia incapacidad para el silencio y la templanza, o la atonía para esa atención amorosa que nos dijera San Juan de la Cruz. Se trata de quedar abierto a la realidad y eso se hace viable en el Amor. “El amor implica presencia” como bien dice Chema, fuego devorador que no retira la mano a lo real presentándose. No olvidemos que nuestra capacidad de atención y de presencia lejos de un estado de gelidez o inafectación se nutre del Amor y en los fuegos del eros por ser el amor encuentro, unitividad  y apuesta  por la unión y la conciliación. Con la vida, con lo real, con el todo y también con nosotros mismos alcanzando nuestro propio umbral de integración personal divisando la unidad del alma. Hen kay pan -Uno y todo- que decían los románticos. El Todo y la Unidad de todo lo real como gran arcano si es que  nos abrimos a su Misterio a partir del cultivo de nuestra propia receptividad. Y es, como dice Chema, es la propia vida, la vida toda –la zoe de los griegos- “ la que nos anima e invita a sentirnos parte de la creación”. Estamos pues ante un fatum, ante una buena nueva que nos viene dada y que acoge lo humano. Ante algo que sencillamente es así –por decirlo al modo de Chema[3]-  algo que nos viene dado y se nos brinda. La vida invitándonos a su seno para en unión formar parte de ella.

Voy acabando con unas palabras del  texto  Citas con avellanos, en realidad la llamada a una tranquila pero efervescente contemplatio naturalis;  “captar los aromas más gráciles y ciertos sentidos internos, casi místicos, que en las ciudades permanecen sin desplegarse jamás… aprender a vivir en la insondable madre Naturaleza para vivir en contacto con los anhelos primordiales de todo ser humano… la vida primigenia sencilla y real, el sentido de lo transcendente  entretejido con  lo transitorio de la vida humana, la reverencial  belleza y profundidad  de las innumerables formas que adquiere la vida de la naturaleza” . Y el silencio, parafraseando a Jose María, el verdadero arte de la vida en el que alcanzamos la esencia[4].

A partir de este acogimiento enamorado de la vida nos percibimos naturalmente abiertos a un horizonte en el que asoma el sentido y la plenitud tanto de nuestra vida como de todo lo que vemos. Chema será consciente de que se abre un horizonte complejo de implicaciones bien hondas y también de puntos suspensivos. Me refiero al Misterio de la vida y la vida del hombre como misterio que nos sobrecoge. El misterio se nos brindará de un modo explícito tocándonos la entraña. En tal sentido nos dirá: “somos capaces de percibir la presencia de la Presencia, de ese algo grandioso e indescriptible al que llamamos Dios y de otras mil maneras por falta de un término que lo describa”. Como vemos Chema no se arredrará ante el hecho de que el hilo conductor de lo que se va diciendo convoque las grandes cuestiones como flores que se abren apuntando a un más allá de la esfera de lo material y del mundo físico. Estas grandes cuestiones, efectivamente, apuntarán con valentía a una esfera de transcedencia. La cuestión de Dios aparecerá en la obra desde una escrupulosa racionalidad y, bien lejos, de toda fuguismo fideista. Consideremos que la cuestión de Dios aparece en el libro como fruto casi necesario de lo desvelado por lo sublime y la belleza en tanto horizonte de sentido. La cuestión de Dios… En el aquí y el ahora, en el silencio, un vacío[5] y un Misterio fértil que, convocándonos, nos desvela “nuestra sed de lo eterno”[6]. Si como nos dice Chema[7] “la creación es la multiplicidad dentro del todo” se entenderá bien la apelación al silencio y a la atención. En la multiplicidad, en la vida y su belleza se revela lo eterno que siempre es en su infinita diversidad. La eternidad, el misterio, la llamada de una insondable unidad primordial, nuestra condición y respuesta… “Que tu vida esté al servicio de una realidad superior”[8]



[1] Aforismo 27

[2] Aforismo 21

[3] Aforismo 8

[4] Aforismo 131.

[5] Aforismo 133.

[6] Aforismo 134

[7] Aforismo 74

[8] Aforismo 77.


No hay comentarios:

Publicar un comentario