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viernes, 5 de septiembre de 2025

El cuerpo, de la piel hacia fuera: Pensando con Fernando Muñoz (reseña)

Toca la reseña de un amigo al que conocí hace ya un buen puñado de años. Alguien a quien respeto y que, acaso, debiera haber visto en más ocasiones tras mi marcha a Tierra de Campos. La lectura de su libro, Salir de sí, sobre la Modernidad y la crisis incesante que la constituye, me ha espoleado a escribir y escribir excediendo, con mucho, el espacio de una entrada del blog. El texto lo he dividido en parágrafos titulados con la idea de facilitar la lectura de una entrada extensa o, al menos, de facilitar, cierta selección en la lectura. En cualquier caso, el texto me ha salido demasiado largo. Me resulta curioso cómo la lectura del libro me ha espoleado a escribir, con agitación y pasión, de los temas que se van proponiendo. Siempre, cuando reseño un libro en el blog, acabo entablando un diálogo con el autor del libro reseñado y este diálogo, en concreto, me ha sido tremendamente fecundo. Es lo que tiene pensar en paralelo sobre temas candentes y relevantes. De hecho, lo que he escrito, más que una recensión o reseña del libro, es más un comentario al mismo o un escolio. Acaso llevaba demasiado tiempo sin leer filosofía tras entregar mis quehaceres y placeres a la poesía además de a la continuidad de este poliédrico blog de ensayo. Siendo la entrada tan extensa he pensado hacer un cambio relevante. Voy a hacer una etiqueta en el blog específica para textos largos e incluiré en la misma los artículos que ya tengo compendiados en la web de academia.edu con la finalidad de tenerlo todo centralizado en Imaginatio Vera. Esta sección dedicada a artículos, en unas semanas, la inauguraré con el escolio dedicado a Salir de sí. En síntesis, esta renovación del blog, sobre Salir de si y a modo de reseña, son los parágrafos introductorios al libro. El escolio completo lo sacaré en unas semanas inaugurando la etiqueta de artículos y textos largos.

(1)

La edición que tenemos entre manos es un libro “para otra gente” que nos invita a nombrar el proceso histórico de los últimos siglos de otra manera. Como verán el toro sale bravo de chiqueros más allá de la templanza del autor del libro y de su estilo. Y es que pocas cosas de más riesgo, para el lector y para el que escribe, que la ruptura con la convención social impuesta. Estamos ante una iniciativa intensa y valiente de crítica filosófica que exigiendo coraje al lector no busca el aplauso ni el reconocimiento fácil. En términos taurinos no sería esta una faena pinturera de toro pastueño sino una de temple lidiando al astado de más genio. La crítica que aborda Fernando Muñoz, crítica en su sentido de discernimiento -el que manejara Baltasar Gracián en El Criticón- nos abismará a un contarnos las cosas completamente diferente al usual; un relato del otro lado, un libro para partisanos y francotiradores de la filosofía. Nos encontramos ante un libro de crítica filosófica que asume la emboscadura jungueriana. El libro de un emboscado que lanza bengalas a sabiendas de que serán vistas por otros emboscados que, aguardando, también trabajan en lo profundo del bosque desbrozando maleza y, acaso, delineando pequeños claros al calor de un bosque ya convertido en protector. No hablamos de cualquier cosa. Para Ernst Jünger lo que más atemoriza a los poderosos es la existencia de personas no pautadas desde las imágenes colectivas que el poder vigente y la convención social imprimen en las conciencias apuntalándolo dado; imágenes de rebeldía incluidas. Su mera existencia atemoriza al poder pues augura imágenes por venir en tiempos de crisis hondas. Calibre el respetable la faena del diestro en su regalo de ofrecernos la posibilidad, no tan habitual, de entender lo que nos circunda de otro modo. Enriquézcanse; tengan encuentros y desencuentros. Ahí va mi reseña. Por cierto, parafraseo a Skinner en el título al indicar que la conducta no deja de ser el cuerpo; cuerpo vivo, cuerpo animado de la piel hacia fuera.

(2)

A modo de sumario. Salir de si de Fernando Muñoz. El libro compendia y sistematiza una perspectiva crítica de la Modernidad al tiempo que ahonda en esa crítica desde su propio enfoque analizando al individuo de las sociedades modernas desde diversos frentes y en una clave antropológica. La Modernidad acontecería, para el autor del libro, como un proceso y un devenir siempre abierto sin quedar referido a proyecto sustantivo alguno. En palabras de Fernando Muñoz “un curso de transformaciones o un constante devenir que acaso responda a una legalidad sin más fundamento que su misma positividad. Todo es efímero. Nada es, todo deviene”. La revolución que nunca finaliza apostillará Muñoz; un devenir insustancial en permanente cambio.

Tal devenir tendrá a su base la liquidación de la comunitas tradicional y de sus instituciones políticas constituidas cuerpo a cuerpo a partir de la vida y el tejido de relaciones y vínculos comunitarios existente. Confrontándose criticamente con tal devenir el autor vindicará el comunitarismo de la sociedad tradicional; lo que, por lo demás, no le llevará a adoptar planteamiento utópico alguno respecto de la vida comunitaria. En sus propias palabras no se tratará de “celebrar ingenuamente la comunidad sino señalar su valor primario en la constitución del campo antropológico”. Esta es una cuestión bien relevante ya que el utopismo, cincelando una sociedad dirigida a lo ideal, será uno de los totems modernos por excelencia.

Como podemos ya advertir el libro será una invitación a deconstruir ciertos relatos compartidos en el seno de la convención social vigente; especialmente los delimitados desde el mito del progreso y desde la consideración de la modernidad desde los parámetros ilustrados denigrando todo pasado.

El proceso abierto también supondría el desvanecimiento del imaginario previo a la modernidad; de los marcos rituales y litúrgicos que lo daban vida y en los que se encarnaba ese imaginario nutriendo la comunidad. El devenir que así se abrió detonará, no podría ser de otro modo, la crisis de la metafísica tradicional en tanto elaboración teórica a la que se acogía la mentalidad tradicional. A partir de tal movimiento epocal todo lo sólido, nos dirá Carlos Marx en el Manifiesto Comunista, se desvanecerá y todo lo sagrado será profanado. Entiendo que sorprenda esta cita de Marx y, efectivamente, habrá que buscarla su contexto.

La crisis de la sociedad tradicional, la emergencia de un nuevo orden, la modernidad burguesa incesantemente destruyendo y rediseñando la vida a partir de una colosal liberación de energía productiva y dominio tecno-operatorio como nunca se había visto en la historia... En el reverso de tal proceso las fisuras que éste sirve traspasando el alma de los hombres en la exposición al permanente deshacer y rehacer que conlleva tal proceso de transformaciones incesantes… En palabras de Fernando Muñoz el mismo desvelaría “una enorme capacidad de desrealización que concluye en un estado social fantasmagórico o, como se diría hoy en día, virtual” El resultado un caos y un desorden aparente que, según Dostoievski, es el grado más alto del orden burgués. Todo lo sólido se desvanece en el aire que nos decía Marx

La liquidación de las viejas creencias y el precio político pagado por todo ello, la vida de la persona singular en esa caótica liberación de potencia y de producción desatada, los grandes cambios que van aconteciendo… A todo lo dicho nos introducirá este libro y es que acaso la emergencia de lo telúrico, más allá del disfraz de sofisticación y del higienismo político de la vida moderna, sea acaso lo que mejor delimita el devenir moderno. Lo dicho, por cierto, debe mucho a cierta lectura de Marx aminorando su perfil ilustrado y atendiendo a su crítica del orden burgués. La emergencia de lo telúrico, el dominio de lo elemental: Me viene a la cabeza Ernst Jünger divisando la figura del trabajador e intentando afirmar la vida en plena tragedia. Consideremos que la Modernidad ha hecho de la “crisis su propia naturaleza” y a eso pesar de los planteamientos utopistas y de plenitud histórica que enarbola. En palabras del autor de Salir de sí “Ese carácter de plenitud y culminación hacia el orden definitivo se cumple, por el contrario, como una circunstancia siempre en vilo o cambiante que apenas podemos llamar un estado. Por el contario frente a esa plenitud buscada la Modernidad ha hecho de la crisis su permanente naturaleza”

Entre los referentes de Fernando Muñoz podemos intuir a Marx en lo que tiene de crítico duro de la burguesía, a Santo Tomás y su síntesis poderosa entre realismo aristotélico y cristianismo, a Gustavo Bueno renovando la filosofía materialista, a ese Chesterton que decía que “solo la Iglesia Católica puede salvar al hombre moderno de la destructora y humillante esclavitud de ser un hijo de su tiempo”; matizando lo dicho con la sentencia de que “quien deja de creer en Dios pasa a creen en cualquier cosa” o al magisterio de Juan Bautista Fuentes en su crítica a la psicología moderna y en su disenso filosófico respecto de los tiempos modernos y contemporáneos. De hecho, asistiendo a sus seminarios conocí a Fernando Muñoz hace un buen puñado de años. Advierto, estamos ante un libro politicamente incorrecto que no se deja clasificar. De ahí que sea capaz de desafiarnos y asaltar todos esos lugares comunes en los que se refugia la razón a la búsqueda de confort. ¿Cabe aunar el tomismo y el marxismo en un modelo crítico coherente?. Advierto, más allá de toda crítica o disenso la coherencia de Salir de si es plena en su propia figura. Por lo demás, su capacidad para revisar y volver a pensar asuntos cerrados le convierte en un libro escrito desde el disenso frente a la convención social. Un libro para otra gente capaz de asimilar dudas sobre los diversos menús que nos ofrece lo socialmente dado.

(3)

La idiocia como preludio. El libro tiene un subtítulo: Para la revolución de los idiotas... Así es, de los idiotés se trata. De esos idiotas, que dijera Chesterton, a los que alumbra la modernidad liberal como perfectos receptores de lo que disponga la sociedad de mercado. En la apelación a los idiotas no estamos ante un título poco solemne para un libro de crítica filosófica. La delimitación estrictamente racional de la apelación a la idiocia será precisa encontrando su quibla en el propio Chesterton y en el significado que, en griego clásico, se daba a la palabra idiota -idiotés-; un significado en estrecha vecindad de la reflexión griega sobre la polis y la reflexión política de la naciente filosofía. El significado de idiotés alude al mal ciudadano que no se implica en los asuntos públicos atento, en exclusiva, a las cuestiones privadas y desentendiéndose de los asuntos de la comunidad a la que pertenece.

Ahondemos en la crítica que se esboza y en lo desvelado apelando a estos referentes clásicos. Como ya he indicado, en términos de ciudadanía, nada peor para un griego clásico que quien se desentiende de la trama comunitaria a la que pertenece. Es cierto que la condición de ciudadanía, centrada en la condición del ciudadano-soldado y en el ascenso a la dominancia político-militar de las unidades de hoplitas, era exigente pero no dejaba de ser lo que aseguraba la supervivencia de la comunidad y de todos sus miembros. Al tiempo servía una serie de derechos inherentes de ciudadanía y, también, de deberes que variaban según las diversas polis. La ascensión política de las asambleas de hoplitas en tanto soldados de infantería, todos ellos al mismo nivel, había generado en la Grecia antigua comunitas muy atentas a la igualdad económica -Esparta- o a la igualdad política -Atenas-

Ser un miembro de la polis suponía quedar integrado en unas determinadas redes de parentesco, lo que apuntaba a una trama específica de asistencia mutua que cuajaba en esa trama de derechos y deberes, y, también, en una serie de instituciones que emanaban de esas redes de parentesco y, por tanto, de la propia comunidad organizada.

Estas eran las instituciones que ejercían el poder. En toda esta trama de relaciones humanas y de comunicación cuerpo a cuerpo, persona a persona, descansaba la condición de ciudadanía y la perspectiva de lo político. Sobre la base de lo dicho el duro descalificativo que merecía quien se desentendía de la comunidad ya que se desentendía de su propio contexto de vida e intereses compartidos.

Lo indicado sobre la idiocia desvela un perfecto preludio de la edición que tenemos entre manos ya que el libro se ocupa de cartografiar al hombre de las sociedades modernas inserto en las dinámicas de la sociedad de consumo; bien distantes de las propias de una sociedad tradicional. De hecho, esta edición, en palabras de su autor “trata de levantar acta de la transformación que la modernidad ejerce sobre la condición humana”. Esta transformación encontrará figura en la confrontación de las instituciones propias de las sociedades tradicionales con el Estado y su tarea permanente de administración de la vida. De este modo el idiotés de las sociedades liberales y capitalistas, ordenadas desde el Mercado y el Estado, quedará confrontado con el tipo de hombre integrado en la red comunitaria de vínculos interpersonales a partir de la cuales se organiza la sociedad política tradicional. No será casual que el libro destile un discreto, intenso y matizado aroma anarquista.

En perfecta sintonía con lo dicho recordemos como la iniciativa política propuesta por Chesterton, el distribucionismo, si algo pretendía era devolver la economía al marco de decisión de las comunidades naturales y las personas singulares y concretas arrebatándoselo al Estado y a los grandes trust. El individuo moderno, el idiotés, la dócil oveja de un rebaño universal, bien embarazada de derechos evanescentes y condenada a ser poco más que una pieza de engranaje a la que se le exigen rentabilidades específicas atendiendo a los intereses sistémicos de un modo producción de ámbito -el capitalista- ya planetario... “En esa situación -nos dirá Fernando Muñoz- los individuos conciben sus fines individuales como átomos dispersos en el espacio público, llegando a creer que esos fines se coordinan en un plan universal que resulta de la mera suma de fines individuales… Esa sociedad abstracta concluye en el cosmopolitismo del idiota, en el que cada individuo adopta como fin su felicidad individual, suponiendo que no hay contradicción entre los contenidos concretos de dichas felicidades”. La suma de los egoísmos colectivos configurando mágicamente la bonancía y el bienestar general; ¿la fe del idiotés?; una vieja idea del liberalismo a la que no le salen las cuentas a no ser que entendamos unívocamente la felicidad universal desde el crecimiento incesante del modo del modo producción capitalista, en su propio perfil de desarrollo y modo de vida, y atendiendo a aquellos que beneficia. Los individuos como átomos dispersos en un espacio público ordenado desde la economía al que se vinculan desde su condición de consumidores y empleados. El resultado, en palabras del autor de Salir de si, una enorme polvareda desenhebrada de humanos equivalentes sin claros lazos entre sí más allá de los puramente económicos. El imperium del homo aecqualis que nos diría Louis Dumont. Hasta aquí la reseña, en unas semanas el escolio entero