miércoles, 14 de julio de 2021

Battiato, vate y juglar







(1)

Siempre me dio la impresión que la música de Franco Battiato tenía un lado cómico en el que muy discretamente este siciliano se reía de sí mismo. Supe de su música en una noche de campo en Madrid. “Busco un centro de gravedad permanente…” repetía el estribillo de unas de sus canciones. Estábamos en una reunión de amigos y el LP -estábamos en el tiempo de los vinilos- no paraba de dar vueltas con sus canciones. Me llamo la atención que contenían diversos guiños a cuestiones iniciáticas y a  entender la vida como ese vuelo mágico que dijera Eliade. Su música, de un vitalismo desaforado -"y es hermoso perderse en este milagro"-, animaba a aventurarse en otros parajes dejando de lado los pesebres de estabulación habituales; la vida como gran viaje; el nomadismo como disposición interior. Lo hacía apelando a un determinado sentido estético de la existencia que exploraba veredas y llamaba a puertas. La saudade a la base de todo "se quiere otra vida". Advertía también Battiato del necesario encuentro con la sombra -esa sombra platónica- y del necesario duelo interior con los desórdenes del alma. Todo ello se entregaba en un formato poppy casi televisivo y, en parte, desconcertante. Eran los tiempos de la movida y el pop -pop por la cara que se dice- gozaba de muy buena salud. Tras este primer encuentro me fui enterando de que Battiato era un siciliano singular amante de la cultura clásica y del sufismo. A mi siempre me pareció una especie de juglar loco sacado de la corte siciliana de los Hohenstauffen, nunca Europa tuvo un proyecto político más luminoso. Con el tiempo descubrí que este gibelino avant la lettre tenía obra más allá de su lado poppy. Su música más comercial me acompañó en la primera juventud animándome discretamente a la locura, su vertiente más experimental me intrigó; siempre eché de menos adentrarme más en su obra y lamenté que no se tradujeran más canciones. Hacia el año 14 del nuevo siglo presentó en español su trabajo "Ábrete sésamo". Asomaba un Battiato completamente centrado en su propio proceso espiritual. La intensidad deslumbraba. Como he dicho sus letras reclamaron siempre mi atención. Su vitalismo encendido y el brindarse de esa trama mistérica en un contexto pop me ofrecían la imagen de alguien que sabía reírse de sí mismo; acaso como solo un mediterráneo sabe hacerlo. Reírse de uno mismo y reconocerse expuesto está al alcance de muy pocos. El juglar juguetón capaz de aunar el pop y la nostalgia del jabalí blanco falleció hace unas semanas. Salve Battiato, que las águilas y su belleza te guarden.

(2)

Añado este addenda a la entrada previa para glosar una de las canciones más enigmáticas de Battiato. Su composición es tardía y casi podríamos entenderla como un testamento personal y musical por lo que se viene a sugerir. La canción es básicamente una buenaventura y una promesa de amparo por encima de cualquier dolor y trasteo de la vida. En “La cura”, el vate, no obvia ni las enfermedades del alma ni las del cuerpo a las que nos vemos expuestos degradando nuestra capacidad de vida; no deja de lado las heridas y las escisiones íntimas, los daños privados. Nos señala una vida con asperezas capaces de destruirnos y, por tanto, la tragedia en la que el hombre queda instalado. Al tiempo proclama una presencia que está siempre a nuestro lado y que nos preserva de todo daño, del daño incluso de la muerte -de la muerte del alma-. Parece Battiato cantar en primera persona pero como se hace evidente no es Battiato quien ofrece la cura y el cuidado. El tono de la canción es casi crístico -se ofrece la eternidad de la vida, participar de la misma-. El vate nos transmite la ecuación hacia la vida plena, como si de un atributo del Misterio se tratara, reconociendo sentido al quedar acogidos en una figura de abundancia que todo lo desborda y que es amparo y puente tendido a la eternidad; plenitud del hombre que se sosiega sabiéndose amparado, telos de lo humano que contempla y reconoce. La canción, efectivamente, nos muestra una figura de plenitud que se presenta como el compañero que nos cuida tranquilizando los corazones. En “la cura” se abre una vereda estrictamente mistérica de certidumbre absoluta en el logos de la vida. Solo dice si el amante y el que se sabe amado en la promesa de la intimidad con el logos. Como se hace evidente una letra de tal calibre solo puede ser un testamento personal íntimo además de musical, la proclamación de algo decisivo, la palabra sumaria que se desea transmitir, la buena nueva. Battiato no se arredra y es capaz de salir a un escenario y cantar algo así en un formato poppy. A sabiendas incluso de la enorme desconexión entre lo que canta y el medio en el que lo canta no se arredra. La cura, el cuidado, la palabra que Battiato nos lanza a la memoria... El hermano y compañero que nos cuida dispensando en gratuidad la gran salud en la que todo miedo se disipa. A la espera queda de la respuesta del hombre. El vate le responderá en su canción "Y te vengo a buscar": "te vengo a buscar por que requiero tu presencia para entender mejor mi esencia... porque en ti veo mis raíces"

No hay comentarios:

Publicar un comentario