La entrada dedicada a Taxi driver, largamente
acariciada, ha tardado en ver la luz. Quizá por el temor reverencial que supone
indagar en la medida de una obra maestra divisándonos. Las reflexiones sobre
Taxi driver son dos. Ambas han sido escritas en momentos diferentes. Navegan en
aguas comunes desde temples diversos. Considero que se complementan una a otra
por mucho que puedan coincidir en ciertos contenidos. Ahí van ambas.
(1)
Durante mucho tiempo Taxi driver fue una de mis
películas totémicas y acaso siga siéndolo a pesar de los paisajes recorridos y
los tiempos transcurridos. Taxi driver, la historia del taxista Travis, la
historia de alguien que percibe el mundo como ajeno para, a partir de ahí, percibirlo
como gran farsa, como farsa casi inimaginable en la colosal sombra que acoge.
En el relato alumbrado por Schroder, el guionista del film, resuena Jünger y su
advertencia sobre las viguetas de dolor y sombra que sostienen e integran la convención
social. También resuena el Quevedo de Los sueños[1] en su crítica mordaz,
salvaje y destructora del orbe social. Estamos ante una obra maestra y muchos de
los grandes palos son tocados en Taxi driver. La sociedad es simplemente farsa
y el escenario social es escena y tragicomedia bufa. Un juego de apariencias
que encubre lo real, un infierno velado por los oropeles y los brillos de la
apariencia social. Para Travis la vida es un exilio incierto, habitar la
degradación de un mundo enigmático, un infierno en el que tras la tramoya se
suceden tramas de horror. “Sepa usted que está en un infierno” se dirá
expresamente en el film. Schrader se vacía desde su propia intimidad. Les
recomiendo a este director y guionista en sus tanteos e indagaciones en las
tormentas del alma.
En el Hollywood de comienzos de los setenta solo Paul Schrader
y su genio visionario podrían ofrecernos algo así. Travis nos ubica más allá de
toda perspectiva imaginable, también más allá de la perspectiva de la crítica
política convencional. De hecho la esfera de la política sale especialmente mal
parada en Taxi driver. No es casual. Schrader lo pone todo en cuestión en la
mirada de Travis. El noctámbulo Travis instala en una tierra de nadie en que la
sociedad termina por ser reconocida como esa trama de falsedad organizada. Tal trama alienará y enajenará vidas y destinos desde las exigencias de normalización con las que somete y configura
las almas. En el subsuelo social resuenan los residuos y los restos de estas
exigencias de normalización. Ahí la mera apariencia se revela reposando sobre
el crimen y la abyección. El espectáculo es pavoroso; la metáfora platónica del
estado del alma del hombre y la convención social; la caverna y la sociedad
entera como caverna patibularia que violenta las almas… Me viene también a la
cabeza el conocido poema de Allen Ginsberg Aullido y su apelación a Moloch como
gran rector de la vida pública. El episodio de Moloch en Aullido es el eje de
todo el texto y su momento de máxima tensión poética. Ahí Ginsberg se sale en
su radiografía de las sociedades contemporáneas de control y administración de
la vida. Moloch no solo exige que se acate su dominio. Exige la vida misma de
sus dominados. Exige las almas de los niños para devorarlas y así poder asignarlas,
en la fase adulta, la figura que a él convenga. La sociedad que nos habita; la
era de los titanes, con sus enormes concentraciones de poder, dominando,
administrando y controlando vidas y destinos, transformándolo todo en mercancía,
en materia confusa que se gestiona y administra; los hombres como meras piezas
del colosal engranaje social que configura vidas y conciencias. La sociedad
como máquina en permanente aceleración… A Moloch todos le rinden su tributo… Da
igual que la aceleración creciente de la máquina no aventure futuro alguno.
La mirada de Travis ubica, efectivamente, en esa
tierra de nadie. Ahí el idealismo y la
crítica meramente política pasan a ser algo sin mordiente ni valor, un
entretenimiento incapaz de vislumbrar las cuestiones decisivas, un fasto más
del espectáculo que vela el infierno. Efectivamente, no es casual que Travis
quede confrontado con una activista que cree en la política y en los ideales
que parece transmitir. Travis se sabe en ese infierno de la convención social. No
es un crítico ni un profeta. El, básicamente, trata de sobrevivir asegurando su
propia dignidad personal. Su mirada es la de un marginal absoluto casi incapaz
para las relaciones humanas. Esta marginalidad le hará cobrar conciencia del
mundo infernal que le rodea. Al tiempo, la marginalidad consigue que no le
alcance el gran espectáculo social y mediático que enhebra la vida en nuestras
sociedades. Travis es un salvaje en la periferia de ese espectáculo. Una
excepción sin normalizar. Habita el puro tuétano social, el subsuelo que esconce
los residuos y las almas desechadas. En ese registro asegurará su dignidad y
planteará su justicia y su singular revuelta. El salvaje no es ni bueno ni malo.
Responde desde lo elemental y le repugnan los océanos de degradación que
acumula la vida social. Ahí es desde donde emerge diciendo no y plantándose
ante el mundo de Moloch y sus residuos. Schrader priva finalmente a Travis del
destino trágico de quien es tomado por un daymon justiciero. Le asigna
un buen destino lo que aporta a Taxi driver cierto tono humorístico. En el desenlace
del film se nos muestra como la sociedad le incorpora a su propio espectáculo.
Nada queda en pie en Taxi driver.
(2)
Taxi driver. ¿Vivimos en el mejor de los mundos tal y
como nos dice Steve Pinker y los que siguen insistiendo en el proyecto
ilustrado o vivimos en un infierno?. Pocas películas tienen la capacidad de plantearnos
cuestiones tan decisivas y de ubicarnos en el paisaje que habitamos. Por eso Taxi
driver es una película de culto por la que no pasan los años, una obra maestra
en la que la mano del guionista Paul Scharder -de lo mejor del Hollywood de los
setenta- y del director, Martin Scorsese, se anudan derrochando genio. ¿En qué
género de mundo estamos?. ¿Podemos confiar en su orden de cosas o es todo un
baile de máscaras?. ¿Qué sentires nos suscita lo que vemos?, ¿Nos lo creemos?, ¿Nos
adaptamos bien? ¿Es una farsa el mundo del contestario político que se adhiere a
alguna de las banderías existentes y a sus promesas de emancipación?. ¿La
capacidad crítica de la política alcanza lo verdaderamente decisivo? ¿Caben
otras miradas?. ¿El progreso es un altar de destrucción -de la physis, de lo
humano- o el genio del hombre alcanzando su cenit?. ¿La colosal intervención
sobre la vida que impone el proyecto ilustrado lleva a ese su cenit o crucifica
a la persona singular arrebatándola la vida?.
El taxista Travis no entra en absoluto en estas reflexiones
filosóficas. Su mirada no es la del intelectual que atisba como un mundo que
todo lo cosifica también cosifica a los hombres. Quedar reducido a la mera
condición de objeto, de cosa sometida a rendimientos singulares por un operador
externo. El frenesí del mito del progreso. Giordano Bruno. De vinculis in
genere... Como indico Travis no analiza estos registros, es otra cosa, es lo
elemental cobrando forma y figura pasando a la acción. Además de taxista es
excombatiente del Vietnam (quizá estemos ante la mejor película de la guerra
del Vietnam), alguien de temple más allá de todo margen reconocible
habitando una periferia existencial y social. Sin embargo, por mucho que roce
con una vida social de la que desconoce casi todo, es alguien viable
socialmente. Travis no es un loco. Es un desarraigado extremo, alguien que vive
al margen de las convenciones sociales, alguien en los márgenes que ve desde
los márgenes. Un tipo no normalizado. Travis, al tiempo, es un salvaje al que
su paso por Vietnam le ha familiarizado con la violencia extrema. Es un soldado
endurecido por mucho que ya haya sido desmovilizado. Trabaja de noche -una de
las grandes metáforas del film- y conoce bien las áreas de sombra de la
sociedad en la que vive. En una profundidad que ni se menta ni se cuenta está
presente el tránsito por Vietnam. En Travis se revela alguien dañado por las
exigencias que la sociedad le ha impuesto. En sus acciones y sus exigencias de
justicia emergerá ese daño. Vietnam ha convertido a Travis en alguien feroz, y
el soldado feroz sentirá una honda repugnancia por una sociedad instalada en la
farsa y el daño generalizado. En cierto momento y percutido por esa repugnancia
Travis encarnará un daymon oscuro y justiciero que libera la ferocidad
contenida tratando de corregir la decadencia y la degradación. Su respuesta
será la de ese soldado implacable en el que la propia sociedad le ha convertido.
Ahí Travis divisa en la distancia al comandante Kurt de Apocalipsis now…
En tal contexto la mirada
de Travis se presentará como un modo de iniciación. Sucede algo análogo en Los
sueños de Quevedo en el que el viejo maestro Desengaño le susurra al joven el envés del
mundo encendiéndole el alma. “Yo
te enseñaré el mundo como es, que tu no alcanzas a ver sino lo que parece”. Desde
ese envés todo se revela como la trama de los poderosos, una farsa horrorosa de
máscaras en la que todo son hipocresía y vanidades, y la única verdad la relevancia que se anhela.
La gran farsa. El mundo en sus convenciones sociales revelado como la gran escena
de la mentira. En Taxi Driver será la mirada de un inadaptado y un marginal la
que revelará la farsa. Los tiempos han cambiado y la capacidad de intervención
del poder sobre las almas y los cuerpos se ha intensificado de un modo
inimaginable para Quevedo. Por eso, para Schroder, solo en lo máximamente
marginal parece poder emerger la perspectiva capaz de reconocer la convención
social en su degradación cierta. El antihéroe Travis; alguien más allá y más
acá de las categorías convencionales del héroe. Violentamente inocente decide
limpiar el mundo a punta de pistola. El temple humano del far west y de
las sociedades sin estado también resuenan en su figura. Travis, a años luz del
actual buenismo capaz de ahogar toda reflexión de altura desde su
sentimentalismo ágrafo y carente de calado. Inquietando tanto a la autosatisfecha
izquierda en su retorno como a los apologetas de “lo que hay” y del duro progreso
tecnoeconómico: números y medidas. Taxi driver. Los años pasan y su vigencia
crece enriqueciéndose desde las nuevas miradas del presente. Una obra maestra.
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