jueves, 24 de junio de 2021

Palabra de Travis: Sepan ustedes que están en un infierno (dos calas concéntricas a propósito de Taxi Driver)

 

La entrada dedicada a Taxi driver, largamente acariciada, ha tardado en ver la luz. Quizá por el temor reverencial que supone indagar en la medida de una obra maestra divisándonos. Las reflexiones sobre Taxi driver son dos. Ambas han sido escritas en momentos diferentes. Navegan en aguas comunes desde temples diversos. Considero que se complementan una a otra por mucho que puedan coincidir en ciertos contenidos. Ahí van ambas.

 

 


(1)

Durante mucho tiempo Taxi driver fue una de mis películas totémicas y acaso siga siéndolo a pesar de los paisajes recorridos y los tiempos transcurridos. Taxi driver, la historia del taxista Travis, la historia de alguien que percibe el mundo como ajeno para, a partir de ahí, percibirlo como gran farsa, como farsa casi inimaginable en la colosal sombra que acoge. En el relato alumbrado por Schroder, el guionista del film, resuena Jünger y su advertencia sobre las viguetas de dolor y sombra que sostienen e integran la convención social. También resuena el Quevedo de Los sueños[1] en su crítica mordaz, salvaje y destructora del orbe social. Estamos ante una obra maestra y muchos de los grandes palos son tocados en Taxi driver. La sociedad es simplemente farsa y el escenario social es escena y tragicomedia bufa. Un juego de apariencias que encubre lo real, un infierno velado por los oropeles y los brillos de la apariencia social. Para Travis la vida es un exilio incierto, habitar la degradación de un mundo enigmático, un infierno en el que tras la tramoya se suceden tramas de horror. “Sepa usted que está en un infierno” se dirá expresamente en el film. Schrader se vacía desde su propia intimidad. Les recomiendo a este director y guionista en sus tanteos e indagaciones en las tormentas del alma.

En el Hollywood de comienzos de los setenta solo Paul Schrader y su genio visionario podrían ofrecernos algo así. Travis nos ubica más allá de toda perspectiva imaginable, también más allá de la perspectiva de la crítica política convencional. De hecho la esfera de la política sale especialmente mal parada en Taxi driver. No es casual. Schrader lo pone todo en cuestión en la mirada de Travis. El noctámbulo Travis instala en una tierra de nadie en que la sociedad termina por ser reconocida como esa trama de falsedad organizada. Tal trama alienará y enajenará vidas y destinos desde las exigencias de normalización con las que somete y configura las almas. En el subsuelo social resuenan los residuos y los restos de estas exigencias de normalización. Ahí la mera apariencia se revela reposando sobre el crimen y la abyección. El espectáculo es pavoroso; la metáfora platónica del estado del alma del hombre y la convención social; la caverna y la sociedad entera como caverna patibularia que violenta las almas… Me viene también a la cabeza el conocido poema de Allen Ginsberg Aullido y su apelación a Moloch como gran rector de la vida pública. El episodio de Moloch en Aullido es el eje de todo el texto y su momento de máxima tensión poética. Ahí Ginsberg se sale en su radiografía de las sociedades contemporáneas de control y administración de la vida. Moloch no solo exige que se acate su dominio. Exige la vida misma de sus dominados. Exige las almas de los niños para devorarlas y así poder asignarlas, en la fase adulta, la figura que a él convenga. La sociedad que nos habita; la era de los titanes, con sus enormes concentraciones de poder, dominando, administrando y controlando vidas y destinos, transformándolo todo en mercancía, en materia confusa que se gestiona y administra; los hombres como meras piezas del colosal engranaje social que configura vidas y conciencias. La sociedad como máquina en permanente aceleración… A Moloch todos le rinden su tributo… Da igual que la aceleración creciente de la máquina no aventure futuro alguno.

La mirada de Travis ubica, efectivamente, en esa tierra de nadie. Ahí el idealismo y la  crítica meramente política pasan a ser algo sin mordiente ni valor, un entretenimiento incapaz de vislumbrar las cuestiones decisivas, un fasto más del espectáculo que vela el infierno. Efectivamente, no es casual que Travis quede confrontado con una activista que cree en la política y en los ideales que parece transmitir. Travis se sabe en ese infierno de la convención social. No es un crítico ni un profeta. El, básicamente, trata de sobrevivir asegurando su propia dignidad personal. Su mirada es la de un marginal absoluto casi incapaz para las relaciones humanas. Esta marginalidad le hará cobrar conciencia del mundo infernal que le rodea. Al tiempo, la marginalidad consigue que no le alcance el gran espectáculo social y mediático que enhebra la vida en nuestras sociedades. Travis es un salvaje en la periferia de ese espectáculo. Una excepción sin normalizar. Habita el puro tuétano social, el subsuelo que esconce los residuos y las almas desechadas. En ese registro asegurará su dignidad y planteará su justicia y su singular revuelta. El salvaje no es ni bueno ni malo. Responde desde lo elemental y le repugnan los océanos de degradación que acumula la vida social. Ahí es desde donde emerge diciendo no y plantándose ante el mundo de Moloch y sus residuos. Schrader priva finalmente a Travis del destino trágico de quien es tomado por un daymon justiciero. Le asigna un buen destino lo que aporta a Taxi driver cierto tono humorístico. En el desenlace del film se nos muestra como la sociedad le incorpora a su propio espectáculo. Nada queda en pie en Taxi driver.

 

(2)

Taxi driver. ¿Vivimos en el mejor de los mundos tal y como nos dice Steve Pinker y los que siguen insistiendo en el proyecto ilustrado o vivimos en un infierno?. Pocas películas tienen la capacidad de plantearnos cuestiones tan decisivas y de ubicarnos en el paisaje que habitamos. Por eso Taxi driver es una película de culto por la que no pasan los años, una obra maestra en la que la mano del guionista Paul Scharder -de lo mejor del Hollywood de los setenta- y del director, Martin Scorsese, se anudan derrochando genio. ¿En qué género de mundo estamos?. ¿Podemos confiar en su orden de cosas o es todo un baile de máscaras?. ¿Qué sentires nos suscita lo que vemos?, ¿Nos lo creemos?, ¿Nos adaptamos bien? ¿Es una farsa el mundo del contestario político que se adhiere a alguna de las banderías existentes y a sus promesas de emancipación?. ¿La capacidad crítica de la política alcanza lo verdaderamente decisivo? ¿Caben otras miradas?. ¿El progreso es un altar de destrucción -de la physis, de lo humano- o el genio del hombre alcanzando su cenit?. ¿La colosal intervención sobre la vida que impone el proyecto ilustrado lleva a ese su cenit o crucifica a la persona singular arrebatándola la vida?.

El taxista Travis no entra en absoluto en estas reflexiones filosóficas. Su mirada no es la del intelectual que atisba como un mundo que todo lo cosifica también cosifica a los hombres. Quedar reducido a la mera condición de objeto, de cosa sometida a rendimientos singulares por un operador externo. El frenesí del mito del progreso. Giordano Bruno. De vinculis in genere... Como indico Travis no analiza estos registros, es otra cosa, es lo elemental cobrando forma y figura pasando a la acción. Además de taxista es excombatiente del Vietnam (quizá estemos ante la mejor película de la guerra del Vietnam), alguien de temple más allá de todo margen reconocible habitando una periferia existencial y social. Sin embargo, por mucho que roce con una vida social de la que desconoce casi todo, es alguien viable socialmente. Travis no es un loco. Es un desarraigado extremo, alguien que vive al margen de las convenciones sociales, alguien en los márgenes que ve desde los márgenes. Un tipo no normalizado. Travis, al tiempo, es un salvaje al que su paso por Vietnam le ha familiarizado con la violencia extrema. Es un soldado endurecido por mucho que ya haya sido desmovilizado. Trabaja de noche -una de las grandes metáforas del film- y conoce bien las áreas de sombra de la sociedad en la que vive. En una profundidad que ni se menta ni se cuenta está presente el tránsito por Vietnam. En Travis se revela alguien dañado por las exigencias que la sociedad le ha impuesto. En sus acciones y sus exigencias de justicia emergerá ese daño. Vietnam ha convertido a Travis en alguien feroz, y el soldado feroz sentirá una honda repugnancia por una sociedad instalada en la farsa y el daño generalizado. En cierto momento y percutido por esa repugnancia Travis encarnará un daymon oscuro y justiciero que libera la ferocidad contenida tratando de corregir la decadencia y la degradación. Su respuesta será la de ese soldado implacable en el que la propia sociedad le ha convertido. Ahí Travis divisa en la distancia al comandante Kurt de Apocalipsis now…

En tal contexto la mirada de Travis se presentará como un modo de iniciación. Sucede algo análogo en Los sueños de Quevedo en el que el viejo maestro Desengaño le susurra al joven el envés del mundo encendiéndole el alma. “Yo te enseñaré el mundo como es, que tu no alcanzas a ver sino lo que parece”. Desde ese envés todo se revela como la trama de los poderosos, una farsa horrorosa de máscaras en la que todo son hipocresía y vanidades, y la única verdad la relevancia que se anhela. La gran farsa. El mundo en sus convenciones sociales revelado como la gran escena de la mentira. En Taxi Driver será la mirada de un inadaptado y un marginal la que revelará la farsa. Los tiempos han cambiado y la capacidad de intervención del poder sobre las almas y los cuerpos se ha intensificado de un modo inimaginable para Quevedo. Por eso, para Schroder, solo en lo máximamente marginal parece poder emerger la perspectiva capaz de reconocer la convención social en su degradación cierta. El antihéroe Travis; alguien más allá y más acá de las categorías convencionales del héroe. Violentamente inocente decide limpiar el mundo a punta de pistola. El temple humano del far west y de las sociedades sin estado también resuenan en su figura. Travis, a años luz del actual buenismo capaz de ahogar toda reflexión de altura desde su sentimentalismo ágrafo y carente de calado. Inquietando tanto a la autosatisfecha izquierda en su retorno como a los apologetas de “lo que hay” y del duro progreso tecnoeconómico: números y medidas. Taxi driver. Los años pasan y su vigencia crece enriqueciéndose desde las nuevas miradas del presente. Una obra maestra.



[1] Cfr Francisco de Quevedo. Los sueños. El mundo por dentro.


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