miércoles, 20 de diciembre de 2023

Epitafio: la belleza mineral desnudando

 


Acabo de ver una peli mexicana que desconocía, casi casualmente, dirigida por Yulene Olaizola y Ruben Imaz.. Se llama Epitafio y narra la insólita epopeya de tres castellanos que durante la expedición de Hernan Cortés a tierras mesoamericanas ascienden al volcán Popocatepl -en nahuatl montaña humeante- de 5400 metros y de muchísima actividad sísmica y eruptiva. En la ascensión, sin más amparo que las vestimentas de la época, se constató la posibilidad de hacerse con azufre para así utilizarlo en la elaboración de pólvora; algo importante para la expedición de Cortés. El planteamiento de la película es tremendamente inteligente. Los castellanos solos ante la naturaleza indómita, midiéndose en ella, encontrándose en esa soledad y mostrando lo que llevan dentro afrontando el desconcierto del encuentro con una belleza casi inhumana y decididamente hostil. En tal contexto los diálogos servirán para indagar en la conciencia y personalidad del español de la época a la conquista del dominio mexica y en plena expansión imperial. Por eso Epitafio se nutre de lo aportado por textos de la época, especialmente en la obra de Bernal Diaz el Castillo, para enhebrar tales diálogos. El resultado lo entiendo orientado; alcanzar la nobleza y la fama por encima del oro y las riquezas, la esfera de lo religioso como eje que ordena la conquista y la subjetividad de los castellanos, el castellano como soldado que solo se reconoce en la victoria y en la prueba superada. Todo esto aparecerá en la indagación que a través del diálogo se hace de esos conquistadores que ascendieron al Popocatepl.

El gran cierto de esa indagación es atender al pathos de esa gente más que a los intereses. Se insinúa casi una ebriedad capaz de abrir a algo tan insólito como escalar un volcán, abordar una expansión imperial o meterse en los frágiles barcos de la época atravesando un océano. En la escalada hay quien quiebra físicamente en manos del mal de altura, quien al quedar desnudo interiormente  y sin eje ante el descomunal esfuerzo físico y lo inhumano del paisaje es conducido al desorden de la propia memoria y a los desmanes cometidos; también hay a quien el Popocatepetl le confirma en esa sed de gran gesta, desafío y fama heroica que se considerada amparada por la divinidad. Como telón de fondo el cristianismo como textura de una civilización y de un tipo humano muy seguro de sí y de su condición. Todo lo dicho se advierte claramente en las cartas de Cortés: expandimos el mundo civilizado; somos la nueva Roma ampliando su Imperio; el imperio católico como plenitud de esa Roma. Así quedará servido un estado casi de ebriedad que acogerá esta disposición y la de los propios escaladores del Popocatepetl. No le tenemos miedo aclaran los castellanos desde el principio del relato, dejémonos de supercherías y supersticiones se dirán entre ellos tras despedirse de sus guías nativos. Estos les advertirán, cariñosamente, de los peligros a los que van a enfrentarse. El volcán está vivo y ya sabe que estáis aquí les dirán sus compañeros tlaxtecas; no soportareis su temblor, no subir, quedaros con nosotros… A su frente la misteriosa y enigmática belleza de una naturaleza capaz de desbaratarles hasta su propia muerte. La belleza del Popocatpetl, cada vez más agreste, cada vez más nevada, cada vez más humeante, será la escena del drama. Sobresaliente la tarea de dirección al desvelar tal belleza.  

Como vengo diciendo la indagación psicológica en los personajes alcanza satisfactoriamente el objetivo de atender al perfil interior del español de la época en el escrutinio al que empuja el volcán -el volcán está vivo-. Su paisaje, de roca y humo en una belleza mineral desatada desafiará no solo el cuerpo sino también el alma de estos hombres a los que se les mide y de los que saca casi todo de ellos. El de apelar a esta belleza incierta, mineral y salvaje que envuelve a los españoles llevándoles a un límite que les desnuda es el gran acierto del film. Acaso un pero; como digo los diálogos aciertan pero en uno de esos diálogos se lleva a uno de los españoles a profundizar en los desmanes cometidos por quedar arrojado en el trance del Popocatepetl a su propia conciencia. Es un evidente acierto del guionista que así confronta al conquistador con su sombra. Con todo, los horrores que narra son de tal magnitud que rozan la ficción negrolegendaria. Acaso, sin este toque, la peli no habría sido digerible por el público mexicano ya que todo lo demás conduce en otra dirección y, en absoluto, es un ejemplo de ese imaginario negrolegendario. En cualquier caso he de reconocer que más allá del debate público y si pudiéramos prescindir de los dimes y diretes sobre la leyenda negra la escena engarza sin disonancia alguna en la narración planteada.

Como digo el film indaga e investiga en la mente de los conquistadores y en un pasaje de enorme singularidad en la historia. Cómo entender la conquista de América en un momento histórico en el que todo hubiera aconsejado un retraso de algún siglo para abordar tal expansión; eso fue lo que hicieron ingleses o franceses. Lo que nutría eso que se terminará conociendo como austracismo, que emborrachó el imaginario de los españoles de la época en la idea de Imperio, es decir, en la idea de la unidad de Occidente desde sus instituciones tradicionales -el imperio y el papado- es lo que torna comprensible la época y sus actores. La historia, sin embargo, en la emergencia de los estados nación liquidó la perspectiva de una cristiandad unida en esas instituciones tradicionales para desvelar otros horizontes. España -la monarquía hispánica propiamente dicha- por aquel entonces no era una nación sino un imperio multinacional que se expandía en América soñando ser la nueva Roma. En realidad, una cuestión de imaginario político dando cauce a una praxis casi inviable. Epitafio, una historia bien contada lejos de toda apología y de todo furor criticista abordará una perspectiva básicamente descriptiva al hacerse cargo del español del XVI. Ese es su gran logro.

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