To on -el
participio activo del verbo ser- es el término más relevante de la historia de
la filosofía occidental, el que delimita la cuestión del ser como la gran
cuestión filosófica. Podría hablarse del mismo como del pilar constituyente de
la filosofía y la metafísica occidentales. Lo que resulta paradójico ya que estamos
ante un término difícil de traducir por el modo precario en que se han
trasladado a las lenguas romances los participios activos o de presente. Tanto
es así que el verbo ser carece de participio activo en las lenguas romances y
en castellano. Tomas Calvo, en la Metafísica de Aristóteles, para traducirlo, se
decanta por la expresión “lo que es”. Valentín García Yebra, atendiendo más a
la tradición metafísica previa, lo traduce con el término ente. Con el fin de
acceder al significado de to on se
hace necesario indagar en la significación de los participios activos o de
presente.
El participio es una
forma verbal impersonal. En tal medida expresa la acción verbal sin apelar a persona
alguna que la ejecute, esto es, de un modo general y abstracto. Recibe tal
nombre porque su significado participa[1]
tanto de su carácter verbal, referido a la acción, como del hecho de que los
participios sean usados generalmente como adjetivos. El participio se
diferencia del infinitivo por quedar ligado a la productividad de la acción
verbal en el tiempo, se refiera ésta al pasado o a un presente atemporal
(también hay lenguas con participio de futuro). El infinitivo apelará a la
acción como tal, y lo hará de un modo más acentuadamente abstracto y estático.
Su significado no se vincula con la productividad dinámica de la acción verbal
en diversos tiempos como sucede con el participio. De hecho infinitivo viene
del latino infinitivus que significa sin límite. El infinitivo indica la más
absoluta atemporalidad y la acción de un modo absoluto[2]
y desligado de toda concreción de la misma. Pierre Aubanque[3] nos dirá cómo la doble de significación del participio nos indica tanto la esfera de la acción verbal -qué es, el simple acto de que algo sea; quid est, ti esti; la pregunta por el ser- como la esfera de si algo es -an sit, ei esti-; lo que queda referido a la posibilidad de que algo llegue a ser -la cuestión de la entidad, de toda entidad posible o concebible-.
El participio de pasado
correspondería con la voz pasiva del verbo. En la voz pasiva la acción verbal viene
a significarse pasivamente, enfatizándose que la acción se recibe o se padece
pasivamente (amado, sentido, asimilado, comido, fracturado, violentado,
iluminado, etc). Por su lado el participio de presente correspondería con la
voz activa del verbo. En la voz activa la acción verbal queda significada
activamente en la medida en que ésta se presenta como potencia capaz de desplegarse
y ejecutarse. De este modo el participio activo enfatiza la productividad
potencial de la acción verbal en términos activos. Podría decirse que indica la
fuerza activa propia de toda acción verbal –los verbos indican acciones- en la
medida en que se enfatiza la potencialidad de la acción de ese modo genérico.
Ejemplos de participios activos en castellano podrían ser amante, fracturante,
sintiente, existente, etc. Sobre el participio activo y sus ejemplos concretos
en castellano, si es que puede hablarse en esos términos, volveré más adelante
para matizar lo dicho.
En resumen, el participio
activo significará la acción verbal atendiendo a su productividad activa en
términos dinámicos ya que ésta queda referida, potencialmente, a todos los
modos imaginables en que esa acción pueda concretarse. La acción del verbo en
su productividad general y en el dinamismo que la corresponde. El de pasivo atenderá
a esa misma productividad en términos pasivos.
Considerando que en
castellano solemos decir que la cuestión del ser es la cuestión básica de la
filosofía percibimos el problema de traducción existente ya que el carácter
impersonal y abstracto del to on, dinámico
y referido a la productividad de la acción de ser, lo pretendemos entender desde el infinitivo del verbo ser y desde
su carácter absoluto. Más allá de la riqueza semántica del infinitivo esta no
es una limitación menor ya que el infinitivo –ser- alude a la acción verbal
completamente en abstracto y, por eso mismo, sin atender a la productividad
dinámica del participio activo. Así la cuestión del to on no sería tanto la del ser, en ese sentido completamente abstracto
y desligado de las diversas posibilidades de ser, sino la del ser en tanto que llegan
a ser las diversas posibilidades inherentes a la acción de ser. Lo que supone
que la cuestión del ser, en tanto horizonte de posibilidades que llegan a ser,
sea indesligable de las cosas que son. Como podemos observar la llamada
diferencia ontológica queda prefigurada atendiendo a la semántica del griego
clásico y atendiendo al to on como
participio activo.
Algunas gramáticas
castellanas, en alguna del siglo XIX lo podemos aun encontrar, incluyen el
participio activo de tal modo que se formaría añadiendo a la raíz verbal de
cada conjugación la terminación “nte” –ya lo he anticipado- pero lo cierto es
que el hablante actual entiende más estas palabras, en su origen participios
activos que vienen del latín, como adjetivos o sustantivos -también los
encontramos como adverbios- y no como formas verbales; con lo que no podría
decirse que sean percibidas ni entendidas como participios. En conclusión,
faltan las bases para la comprensión de lo qué es un participio activo...
Los problemas de
comprensión son evidentes ya que estamos ante un recurso expresivo del que
carecemos en las lenguas romances aunque quizá quepa algún acercamiento desde
estos participios activos que discretamente acoge el castellano. Ejemplos de
participios activos –ya he apuntado algunos- serían: amante, cantante,
combatiente, presidente, existente, fracturante, sintiente, bastante, etc.
Algunas de estas
palabras aun son capaces de transmitir cierta resonancia verbal y nos revelan
el significado de un participio activo en su propia productividad referida a la
acción verbal de ese modo genérico y abstracto pero, al tiempo, considerando la
acción como esa fuerza activa que vendría a concretarse en los diversos actos
posibles inherentes al despliegue de la acción verbal. Así hablar de lo amante convocaría
a la acción de amar en un sentido impersonal pero dinámico; de tal modo que
hablar de lo amante indicaría la potencia activa de amar de un modo genérico
pero contemplando la productividad propia de la acción de amar que se concreta
en todos los amores. Lo amante así vendría a significar esa potencia activa de
amar; el amor de todos los amores, podríamos decir, la productividad potencial
de la acción de amar… Algo análogo puede
decirse de lo existente, la acción genérica de existir pero referida a como
ésta viene a quedar singularizada en cada existencia; lo existente de toda
existencia imaginable. Lo mismo cabria decir de lo sintiente, de la potencia
activa de sentir la cual se concreta en los muy diversos sentires… Como vemos
en otros ejemplos de los expuestos, como presidente, cantante o bastante –en
este caso estaríamos ante un adverbio- , el término ha perdido ya toda
resonancia verbal.
Volvamos a to on. En castellano no contamos con participio activo alguno referido al verbo ser. Este significaría la acción del verbo ser pero atendiendo a todas las cosas que llegan a ser. El ser de todos las cosas que son, “lo que es” en todo lo que llega a ser, la potencia de ser en su productividad y dinamismo, el horizonte general de la potencia de ser que toma cuerpo en la diversidad de seres que llegan a ser...
Una de las soluciones
que se dio fue la introducción del término ente para traducir el participio
activo. Apelando al latín y atendiendo al participio activo latino del verbo
ser –ens- se postuló añadir la terminación del
participio activo en castellano “nte”. De ahí salió ente como traducción de to on y de ens. La cuestión es que la expresión ente o lo ente es percibida en
castellano de un modo confuso y, en todo caso, no ha terminado de acoger el
significado propio de un participio activo. Hasta el punto que se identifica la
expresión ente con un “algo” cósico. Con todo, la programática de introducir un
participio activo del verbo ser en el castellano es quizá la más adecuada si lo
que se quiere es atender a la semántica griega del to on. Entiendo que las confusiones, inevitables, a la hora de
entender el término ente leyéndolo en la traducción de un texto clásico pueden
solucionarse con una buena nota a pie de página en la que se explicite la
significación de to on y se vuelque ésta
sobre lo ente; facilitándose así la asimilación de lo que sería un participio
activo para el verbo ser.
Por otro lado la
traducción de “lo que es” es quizá la más cercana a expresar en castellano, de
un modo adecuado e inmediato a la lengua en la cual se traduce, el significado
del término. Más allá de lo dicho creo que sería absurdo desatender la
significación puramente griega del to on,
en tanto participio activo, si de lo que se trata es de ponderar las fuentes
filosóficas de las que tratamos. Solo así podremos devolver al texto su
semántica originaria dejando de lado las proyecciones contemporáneas que puedan
mediatizar el horizonte de sentido de algo tan relevante en filosofía como la pregunta por el ser.
[1] Así lo
ha venido indicando el diccionario de la RAE en varias de sus ediciones atendiendo a lo transmitido por la gramática tradicional.
[2]
Etimologicamente, absoluto, significa desligado
[3] Pierre Aubenque. "Suárez y el advenimiento del concepto de ente", pg 7. https://revistas.ucm.es/index.php/ASEM/article/viewFile/49271/45896
[3] Pierre Aubenque. "Suárez y el advenimiento del concepto de ente", pg 7. https://revistas.ucm.es/index.php/ASEM/article/viewFile/49271/45896
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