martes, 19 de septiembre de 2017

Sorrentino: La juventud

He visto otra película de Sorrentino. El drama del hombre y la belleza que lo arropa.  El Misterio y el desconcierto al que empuja esa insolente belleza. La escena de trama líquida e incierta impuesta por ese insolente Misterio . Una colosal sinfonía que compone y entrelaza un sinfín de notas dispersas.  Los griegos llamaron logos a esa esfera de composición... Al final poco que decir ya que solo queda el silencio, siempre el silencio, siempre el Misterio deshaciendo todo juicio, todo decir… Lorca desconcertado se peguntaba “¿Se acuerda el océano del nombre de sus ahogados?”. No es para menos la angustia y la tragedia del hombre.

El título de la película sobre la escribo es “La juventud” un adaptación libre de “La montaña mágica” de Thomas Mann. En la misma se nos muestra el paisaje humano diverso de uno de esos hoteles en que retirarse unos días en la placidez de la Suiza alpina. Es un hotel, aunque pareciera un gran sanatorio para existencias y almas sin rumbo dispuestas a tomarse un respiro. Estamos ante una necesidad que pareciera universal; parar ,detenerse, sentirse y en ese paréntesis reencontrarse con la vida.  Hay, también, quien emplea el tiempo en animar su propia creatividad. Todos los personajes deambulan en la escena descrita.

La mirada a la vida que nos destaca el director es la de dos ancianos. Al tiempo un reparto coral; una mujer bella a la que la vida rinde culto pero que intenta sobrevivir a la fascinación, el deseo y los rechazos que suscita; una prostituta joven de presencia tenue devastada por el deseo ajeno, su silencio solo sugiere  un oceánico dolor íntimo; un astro del futbol convertido en monstruo y parodia de sí al que devora su propia voracidad y su deseo sin medida;  una preadolescente que aprende a vivir; un actor de Hollywood de cierto renombre al que las proyecciones de los demás silencian; una pareja pudiente, y ya mayor, que nunca cruza palabra alguna; una masajista que interpreta bellamente la danza de la vida con su cuerpo, con los cuerpos ajenos y con su saber danzar; unos jóvenes y bulliciosos guionistas que desgranan ilusiones escribiendo el guión para una futura película de renombre; la hija de un afamado director de orquesta destrozada por un fracaso matrimonial queriendo reconocer su cuerpo y su vida encendida en la mirada de un hombre que la desee… Todo ese universo es contemplado por la mirada, suavemente escéptica, de los dos ancianos; una mirada aun vital y enamorada. Uno de ellos es el director de esa futura y prometedora película. Convivir con los jóvenes guionistas y trabajar con ellos le llena de vida. Su deseo cuaja en su vocación y su vida es su vocación. Es un director ya mayor. Se encuentra en los ultimísimos compases de su carrera. El otro es un director de orquesta y compositor ya retirado del mundo al que la reina de Inglaterra persigue sin éxito para que dé un último concierto. Algo en él está roto en relación a su antigua mujer.

Como vemos el  hotel-residencia-sanatorio es un universo en el que el deseo, los dramas y los anhelos hinchan sus velas y, también, se rompen. El drama del hombre va quedando  desgranado en sus propias contradicciones, en las ilusiones de unos y de otros, en el entusiasmo tranquilo que la vida sigue brindando a los ancianos a pesar de roturas y dolores; el saberse ya en las últimas estancias, la nostalgia de lo que se brindó y se retira, lo incolmable del deseo, la incertidumbre a la que se nos arroja... Y, arropándolo todo, la gran belleza y el gran silencio al que casi nadie escucha pero que susurra elevando y haciendo levitar la condición humana. De hecho uno de los personajes, discreto y potente, entrega completamente su vida a atender esa palabra de silencio.

Estamos ante una película sin desenlace y con múltiples tramas destinadas a extinguirse en ese misterioso escenario de belleza entreverado de  deseos  y de dolores,  de anhelos y nostalgias, de caducidad y finitud. El gran desafío que nos impone el vivir para dejar constancia de qué pasta estamos hechos... Una pequeña obra maestra de Sorrentino que deleita, que enerva con sutileza y que se ve como si fuera música y danza… ¿Qué es la juventud sino la capacidad de deseo y el anhelo de ser?

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