domingo, 11 de marzo de 2018

Thoreau: la política, la religión

Thoreau, efectivamente, dirigió una crítica dura a las instituciones de su tiempo, religiosas y no religiosas. Si ponderamos esas críticas en el contexto de su obra, básicamente, las echará en cara desatender lo esencial de lo humano desde la imposición de convenciones sociales diversas. Thoreau critica al Estado –como agente de administración de las conciencias-, critica la naciente economía capitalista y el modo en que organiza la actividad humana y la relación con el trabajo, critica el modo de vida moderna -su tempo, su ruido- y el mundo evanescente de apariencias que instaura, critica la programática de dominio técnico de la naturaleza y de todo lo real, critica todas las sugestiones compartidas que, en la modernidad naciente, terminan por colonizar la conciencia y el alma del hombre... También critica a los reformadores religiosos, esto es, a los representantes de la religión exterior protestante a los que achaca su obsesión moralista[1]. En realidad su crítica alcanza a todas esas castas burocratizadas de mediadores de la verdad, que, estando implicadas con el tiempo que las toca, pretenden tener el monopolio humano respecto de los “asuntos divinos”[2]. Desde su perspectiva desatenderán las cuestiones esenciales evadiéndose del conflicto cerrado con el signo de los tiempos y con la violencia que éste despliega sobre el hombre. Conviene subrayar que la distancia crítica de Thoreau con la religión exterior, en su caso una apelación a la religión interior en un contexto de crisis de civilización, va dirigida, más que a su núcleo, a la actividad pastoral de sus representantes. En realidad el sabio de Walden no solo no critica las tradiciones sapienciales de esas religiones sino que las valora desde su propia indagación personal.

Si atendemos a la comprensión de sus propios principios, si algo tendría que achacar Thoreau al catolicismo, a los unitaristas[3] o a los puritanos[4], –todas ellas corrientes religiosas con las que cabe relacionarlo de algún modo- es su falta de coherencia espiritual y política. En este contexto de crítica a la religión exterior y de distancia hacia sus instituciones y pastores destaca, sin embargo, su breve y explícito acercamiento al  catolicismo y el viaje a Roma que llegó a planear[5]. En realidad no es algo que deba sorprendernos. Thoreau conocía en profundidad la obra de San Agustín y como otros románticos de cultura protestante[6] se vio tentado por el catolicismo como posible renovatio contramoderna. Con todo, la desconfianza radical del sabio de Walden hacia todo lo que pudiera suponer algún género de compromiso con el signo de los tiempos hacía difícil cualquier acercamiento a institución religiosa o confesión alguna coincidente con el proceso histórico que observaba. La religión o la política solo le podían interesar en caso de que éstas se constituyeran, nítidamente, desde la apertura radical a la vida; y la vida, desde sus propios quilates, no será sino la experiencia de lo real, la apertura al ser de las cosas que son dejando de lado el acercamiento supuestamente utilitario que caracteriza la apropiación moderna de la naturaleza. Thoreau solo se hubiera acercado a una religión exterior nítidamente comprometida con lo dicho y, en tal medida, radicalmente distante y activamente confrontada con todo lo que tuviera que ver con la dinámica que iba imponiendo el progreso histórico.

Thoreau es un romántico que exige una renovatio de gran calado y acaso un socrático que es consciente de la crítica a la que hay que someter a la propia tradición en tiempos de crisisComo romántico, ya lo he apuntado, es un romántico radical que no admite compromiso alguno con su tiempo ni rebaja alguna en el calado de esa renovatio. Podríamos calificarle de revolucionario, efectivamente, pero solo si le distanciamos del progresismo al uso y de la factura ilustrada de las ideologías modernas. Su revolución y su política[7], en realidad, apelan a un retorno al hombre primordial; ese hombre que constituye su soberanía en la intimidad y en el codearse con la naturaleza y el encuentro con la vida, bien lejos de los poderes  mundanos. De ahí su apelación a los indios y a un Oeste entendido como frontera abierta a un más allá; un Oeste casi metahistórico en el que arraigaron los primeros colonos y aventureros además de, por supuesto, los nativos americanos.  A diferencia del progresismo ilustrado su propuesta encontraría su quicio en volver a naturalizar al hombre y dejar de humanizar la naturaleza; liberando así a ambos de la cosificación que va implementando la administración de la vida inherente al binomio capital-estado. En realidad, en el sentido más excelso del término Thoreau es un profundo reaccionario a la par que revolucionario. Su libertarismo a la americana[8] y el primado que postula de las cuestiones de conciencia sobre la programática y las leyes injustas que imponen “los poderes mundanos” deben ser entendidas desde esta perspectiva. En el sabio de Walden, esto hay que tenerlo muy claro, quedan dislocadas las categorías políticas convencionales.

Creo importante hacer notar Thoreau nunca se calificó políticamente como anarquista –de hecho no critica toda autoridad- y que ciertas calificaciones son algo sobrevenido a su obra. De hecho el anarquismo como movimiento político activo en Estados Unidos es varias décadas posterior al tiempo en que vivió Thoreau. Otra cosa es que ciertas corrientes pertenecientes a la periferia del libertarismo puedan reivindicar coherentemente al sabio de Walden. En tal sentido me viene a la cabeza Gary Snyder, practicante y estudioso del budismo zen además de poeta cercano a la beat generation y políticamente libertario. Sobre lo vinculable que pueda ser Thoreau con el libertarismo y el anarquismo adviértase que el libertarismo dominante es de tradición ilustrada y moderna por mucho que esto sea una colosal contradicción ya que si algo caracteriza la modernidad es esa programática de administración de la vida sometiendo lo real y lo humano a todo tipo de rendimientos –en la modernidad todos somos cosas-. Thoreau, en relación al libertarismo, sería una especie de ultralibertario en el sentido de ir más allá de lo libertario al apuntar a las viejas cuestiones del espíritu en su crítica al modo de vida moderno que imponen capitalismo y Estado. Análogamente, en relación al típico reaccionario conservador sería un ultrareaccionario que va mucho más lejos en su reacción frente al proceso histórico tecnoilustrado –lo que llaman el progreso-.

Como se constata el sabio de Walden desborda las categorías políticas convencionales y también desborda la esfera de las confesiones religiosas de su tiempo; lo que no quiere decir que no haya echado raíces en su propia tradición intelectual y religiosa. Este perfil responde a su arraigo en la propia traditio a la que pertenece, eso sí, atendiendo a la disposición romántica que lo caracteriza. Desde tal disposición se atiende a la tradición y, al tiempo, se toma nota de la decadencia de sus instituciones empapadas éstas, quiérase o no, del signo de los tiempos. Insisto que en el romanticismo late una urgencia de renovatio y de gran viraje histórico. Y es que atender a la tradición en tiempos de crisis podría significar no tanto dejar de someter a crítica a determinados representantes institucionales como atender a la paideia[9] de unas determinadas tradiciones sapienciales en su dimensión más interior; esto será lo que haga el sabio de Walden en su reivindicación de la escritura; básicamente en clave occidental y atendiendo a la mitología griega, a la propia Biblia, a lo más granado de la literatura -Shakespeare, Dante-  y, en general, de las tradiciones sapienciales previas a la modernidad. Como romántico también se interesará por las religiones orientales que ya empezaban a conocerse. Accederá a cierto conocimiento del sufismo y de los vedas, valorando especialmente el Bhagavad gita. Thoreau entenderá la sabiduría oriental desde su acento en una intelectualidad pura, es decir, en su carácter de metafísica estricta[10]. Desde su punto de vista solo cabrá esperar grandes cosas de la recepción en Occidente de las sabidurías orientales. “al mundo occidental aun no le ha llegado toda la luz que está destinado a recibir desde oriente”[11] nos dirá. Como vemos el sabio de Walden se desmarca con radicalidad del pensamiento ilustrado y de considerar a la Ilustración ese tiempo axial en que la razón se emancipa de la tradición, la religión y la superstición. Precisamente, si algo le interesa a Thoreau será esa traditio de lo sagrado que desgrana lo más cimero de la tradición. En el reconocimiento de las sabidurías previas a la ilustración y, también, de las sabidurías de otras culturas será estrictamente romántico.

Como digo Thoreau reivindica la escritura[12] en lo que tiene de gran tradición sapiencial y como esfera de refinamiento y aquilatamiento del lenguaje, que supera sus usos cotidianos, la oralidad y lo coloquial. Ésta gran tradición escrituraria gira, según Thoreau, en torno al desvelamiento de la divinidad y a cómo este desvelamiento se preserva y transmite de tal modo que el aporte escriturario de los clásicos será “el único oráculo que no haya envejecido”[13]; “lo que nos mantiene alerta y nos exige nuestras horas más despiertas”[14]; lo que nos indica la senda de umbrales de ser y plenitud privativos de lo que sería una iniciación a lo divino.

Lejos de traducirse lo dicho en algo banal la obra de Thoreau muestra la tarea de un romántico de primera hornada a la búsqueda de la dimensión interior de esa traditio. El perfecto ejemplo de eso que llamara Guenon una síntesis en un contexto de excepcionalidad y crisis, la propia de la modernidad ilustrada, a la búsqueda de la propia figura espiritual[15]. En el capítulo Leer de Walden relacionará Thoreau el sentido iniciático y mistérico que reconoce presente en la gran tradición escrituraria de los clásicos con la capacidad de visión, con una visión renovada de la realidad, esa visión que insinuaría el desvelamiento de lo divino[16]. “Conmover la calidad del día, esa es la más elevada de las artes. A cada hombre le corresponde la tarea de hacer su vida, hasta el detalle, digna de ser contemplada en su hora más elevada”[17] nos dirá el sabio de Walden. Desvelamiento de lo divino, visión renovada, la realidad tal cual más conmovida, un cambio cualitativo de lo que lo que se nos presenta usualmente a la vista, la realidad tal cual revelando su condición divina, su ser más profundo; nada añadido, nada fantástico sino la realidad desnudada en su ser, lo divino desvelado. Tomemos nota de cómo va enhebrando Thoreau su acercamiento a la espiritualidad. Sirva lo dicho como primer acercamiento a la cuestión de la espiritualidad en Thoreau.

Este sabio singular advertirá sobre el peligro de un mero acercamiento libresco y erudito a estas cuestiones. La lectura debe ser entendida como una práctica de la amanecida, del despertar del alma en las resonancias que la propia lectura sirve. Con todo el gran juego se desarrolla en otra esfera. Esa esfera no será sino lo real expresándose de un modo directo y no analógico. De ahí la necesaria atención y alerta que debemos rendir a lo real.[18] Lo real se brinda y es. Al contemplarlo participamos de su ser. Los pensamientos en cambio “no dejan de parecerse a un águila que de repente entra en el campo de visión, sugiere algo inmenso y emocionante al que la contempla pero nunca se acerca realmente”[19]. La indicación de lo real propia de la escritura será, por tanto, analógica; un símbolo, una metáfora, un guiño del alma para el alma.



[1] Henry David Thoreau. Musketaquid. errata naturae, pg 74
[2] “hablaban de dios como si disfrutaran del monopiolio de lo divino… no podían tolerar una opinión diversa a la suya”. Henry David Thoreau. Walden. errara natura Ed, pg 163
[3] Los unitaristas era una variedad de protestantismo interior que ponía un especial énfasis en la contemplación de la naturaleza por considerarla expresión de lo divino, y en la unidad del cosmos en Dios entendido éste como principio supremo. Dejaban de lado la teología trinitaria en la afirmación directa de la Unidad divina y de todo en Dios.
[4] A Thoreau se le vincula con los puritanos al postular una vida sencilla que deja de lado todo lo superfluo y solo atiende a las necesidades básicas. Con todo, Thoreau estará muy lejos de lo que sería la reducción de la experiencia religiosa al ascetismo y el rigorismo moral.
[5] Cfr. Introducción. Walden. Editorial Cátedra. Chesterton apunta a la cercanía de William Blake con el catolicismo atendiendo a su realismo visionario y al manejo de ideas y nociones de deudoras de la metafísica tradicional. En realidad algo muy similar cabe decir de Thoreau.
[6] Ejemplo de lo dicho será el filocatolicismo del círculo de Jena, el primer y más importante núcleo romántico. Pienso en los hermanos Schelegel, en Novalis, en Schelling. Otro ejemplo será el de la escuela de pintura de los nazarenos.
[7] Hago notar que Thoreau  nunca participó activamente en política aunque destacó por su rechazo de la esclavitud y de la guerra e invasión de México y, sobre todo, por su encarcelamiento al rechazar el pago de impuestos para tal guerra. Fue Emerson quien pagó la multa y así fue excarcelado Thoreau ya que el se negaba a hacerlo
[8] Me refiero a la vieja tradición antiadministración y antiestado de cierta cultura política americana, la del colono o aventurero  que accede a la tierra y se mantiene en ella de acuerdo con su propia ley y carácter. De tal modo que la ulterior llegada del Estado se percibe como una intervención exterior que acaba con un modus vivendi y operandi. Un tema, por lo demás, tratado magistralmente en algunos western. Con libertarismo a la americana no me refiero al anarcocapitalismo.
[9] La paideia –cfr. Werner Jaeger. Paideia- era  el contexto educativo y de formación del carácter en la cultura griega. Su finalidad era el cultivo de la excelencia como hombre y como ciudadano. En la misma se incluía el propio cultivo de sí al encuentro de la filosofía, la poética, el teatro y la literatura en general. La tradición humanística occidental,  como referencia formadora, encuentra su precedente en la paideia clásica.
[10] “El Nuevo Testamento es excepcional por su moralidad pura  mientras lo mejor de las escrituras hindúes es la intelectualidad pura”. Henry David Thoreau. Musketaquid. errata naturae Ed, pg 132
[11] Henry David Thoreau. Muskatequid. errata naturae Ed, pg 137.
[12] Henry David Thoreau. Walden. Capítulo Leer.
[13] Henry David Thoreau. Walden, errat naturae ed, pg 107
[14] Henry David Thoreau. Walden .errata naturae ed, pg 110
[15] No olvidemos al amplio reconocimiento que da Guenon a la espiritualidad privada en el contexto cristiano, contexto al que pertenece Thoreau.
[16] Walden. pgs 105 y 114
[17] Henry David Thoreau. Walden. errata naturae ed. pg 96
[18] Henry David Thoreau. Walden, errata natirae ed, pg 119
[19] Henry David Thoreau. Diarios 26 de Octubre 1857

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