martes, 2 de enero de 2018

De saberes y mitos: Eyengui, el dios del sueño





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Con esta entrada me asomo a los rastros que nos puedan hacer más comprensibles las tradiciones y culturas de la physis y su vida en contacto inmediato con la naturaleza. En concreto ofrezco al visitante del blog el visionado -en el enlace al final del texto- de “Eyengui, el Dios del sueño”, una magnífica película muy cercana al género documental. En la misma, los pigmeos nos muestran su mundo, su sensibilidad, su capacidad de vida, su saber ritual y su arte visionario y extático. Desconfío del uso tan extensivo de palabras como chaman o chamanismo aunque reconozco su utilidad para nombrar a esas culturas de la physis(1)que veneran la naturaleza en su creatividad y en su potencia. En esas tradiciones, los saberes del éxtasis, en sus diversas variedades, son viático de salud, escena comunitaria y festiva, danza, experiencia mántica y mistérica, vía abierta a las tramas ocultas del mundo ordinario, teatro mistérico, ritual, terapia, liturgia que se brinda y que instaura, un misterio que en su simbólica abre a determinadas influencias… Como podemos constatar son diversas las esferas de lo humano que se ven interpeladas. Consideremos que en nuestra sociedad muchas de esas esferas han quedado ásperamente desgajadas…

De cara a indagar en estas tradiciones del éxtasis delimitar lo que vincule y, al tiempo, origine esferas tan diversas será un asunto bien relevante. Tal origen quedará estrechamente vinculado con el viático vivo que sirve lo simbólico en su recepción por el alma del hombre. No hablo de meras analogías. Hablo de la vida del alma que se derrama y rebosa en la atención simple a los símbolos que se brindan en rituales y relatos. Lo simbólico y lo narrativo será así el lenguaje privilegiado de estas tradiciones aportando figuras para la vida del hombre al encuentro de la vida toda y su Misterio; geometrías del alma que lejos de exigir una simple comprensión racional arraigan en la receptividad del alma y en su capacidad de atención. En los símbolos el alma reconocerá su forma, su trama, su viático, su tarea, su horizonte de sentido.

Esta dimensión humana de los símbolos, de relevancia psicológica y cognoscitiva, quedará transcendida desde una perspectiva puramente ontológica. Desde la misma lo simbólico dará cuenta de un modo de habitar el mundo, un estado del ser que se brinda e irrumpe ordenando el cosmos. De la atención simple y la pura receptividad a las formas simbólicas, de la erótica unitiva inherente a esa atención, dependerán resonancias en la vida del alma que la orientaran hacia su propia plenitud. Así, en la misma imaginación del hombre vendría a irrumpir una esfera de Misterio que transcendería lo humano demasiado humano en determinadas donaciones del ser; el ser se da, el ser se brinda, imaginatio vera.

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“Eyengui, el Dios del sueño” es una gozada de película. Da gusto verla. Expresa ese mundo ancestral en que lo acontecido, muy rápidamente, no se transforma en historia sino en narración, en cuento, en fábula y en relato ejemplar. Viendo esta película estamos ante un documento de excepción sobre el origen y la forja de los mitos, esas narraciones ejemplares que, según Aristóteles, nos indicarían viáticos y modos de plenitud del ser del hombre desde determinadas figuras simbólicas. Estas interpelarán las potencias de lo humano en su mismo núcleo. En “Eyengui, el Dios del sueño” lo acontecido se transforma en cuento, se comunica oralmente con una clara intencionalidad pedagógica -o de paideia(2)- y así pasa a formar parte del bagaje de narraciones de la tribu; finalmente un mito toma cuerpo. Este bagaje, por cierto, acogerá sus modos de re-elaboración y sus diversas variantes sobre un mismo tema; a pie de obra, a la medida de cada piel y de contextos diversos. Como se puede constatar el relato mítico no trata de dar cuenta de historicidad alguna ni tampoco pretender fijar ninguna dogmática. Tratará más bien de indicar un orden de ser, un mundo que se habita, una vía abierta a la plenitud del hombre, una capacidad de encuentro con el dolor…

Como vemos esta película es todo un botón de muestra de cómo opera el pensamiento narrativo y los mitos; la creatividad y la imaginación al encuentro de las necesidades con las que queda confrontado el hombre, el brindarse de un viático que acerca a la plenitud de lo humano, al encuentro del hombre con la vida y con ese Misterio -ya lo decíamos en el parágrafo anterior- que empapa la vida toda... La finalidad del pensamiento mítico es transmitir un legado sapiencial que instaura una textura de ser y un modo de habitar el mundo. En ese legado se ofrecen perfiles de aquilatamiento del carácter y de integración de la vida anímica; un “saber vivir” y una paideia. De la vida del hombre al encuentro de la vida toda y del propio cosmos es de lo que nos hablan los mitos.

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La película nos introduce a un hecho real que le sucedió a una tribu de pigmeos baka asediados por las madereras y los trabajadores a sueldo de estas madereras. Ante la irrupción del orbe tecnificado, la propia selva, como entorno, entra en crisis. Desciende la caza, se rompen los equilibrios naturales y el Dios Eyengui calla. Ya no se comunica con los pigmeos a través de sueños y visiones como era costumbre.

Eyengui es el gran espíritu, el espíritu supremo, el Misterio de la vida que todo lo acoge, la selva entendida como trama integrada dotada de sentido. Es algo más que el bosque o la jungla con sus animales y sus plantas. Lo es todo; con su sentido, sus equilibrios y sus escenarios de conflicto; todo, con sus plenitudes y sus crisis, con su belleza y su decadencia, con sus auges y sus modos de degradación. Lo es absolutamente todo, integradamente, sin escisión alguna. Eyengui es la selva en su totalidad, el cosmos como tal…

En el hogar de los señores de la selva, teniendo a Eyengui a la vista, todo se revela otro y diferente, y así quedan a la vista sus secretos. En palabras de los pigmeos que acceden a esa visión “allí todo es diferente”… A ese arte definitivo, intimando con el espíritu de Eyengui, apelaran los pigmeos baka para superar sus problemas más importantes. Eyengui es la selva pero la selva para un pigmeo, siendo selva, nos introduce en una reflexión metafísica y ontológica en toda regla. La selva es el cosmos, es la totalidad de lo real... Sus lindes serán los lindes de la realidad; más allá solo será la nada

Como apuntaba la película es casi un documental en el que los protagonistas son los mismos pigmeos que padecieron la odisea que se nos narra. Esta se convierte ante nuestros ojos en un cuento ya que es contada desde la mirada propia de esta tribu y desde su sensibilidad comunitaria y espiritual. Así, lo acontecido se transforma en una historia de Eyengui y en figura del alma. Finalmente, como ya apunté, la fábula ejemplar es transmitida oralmente a los niños con fines educativos y pedagógicos -y a la tribu entera- de tal suerte que queda asimilada al bagaje mítico de la tribu. Poco sentido tiene hablar de historicidad o de tiempo lineal en una mentalidad de este género; lo que se procura es que lo narrativo sirva a las posibilidades de lo humano -de los hombres concretos- en su capacidad de vida. Por eso los mitos tendrán siempre diversas variantes las cuales expresaran niveles de comprensión y visión bien diversos y tipologías humanas diferentes. Repetición y diferencia; el tiempo como llegar a ser, la verdad como visión significativa, una mirada que discierne.

Para poder contarnos y transmitirnos algo tan singular la tarea de dirección y guión, llevada adelante por Javier Novoa, necesariamente, ha de ser tan brillante como especial. Brillante por lo difícil de narrar un cuento que, sin embargo, es casi un documental y especial por quedar abierta la historia a la mirada y la sensibilidad de los propios pigmeos. El resultado es tan poderoso y amable como la cultura de esos hombres pequeños de la selva. Me encanta ver a los pigmeos jugando, transformando lo cotidiano en un juego, en una fiesta, en un ritual, en una representación, en un ceremonia que lo eleva, en un tiempo sin historia permanentemente cualificado por esos escenarios y esos juegos. Allí no hay historia sino rito, juego y narración ejemplar: tiempo eterno suspendido en el tiempo, llegar a ser, repetición de la vida, eterno retorno…

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Para nosotros, humanos pasados por tantos milenios de civilización y de historia, asomarnos a la vida de los pigmeos no puede dejar de abismarnos. Tan distante, tan íntima, tan sencilla, tan poderosa… No comparto el tópico, a la sazón moderno, del buen salvaje ni pienso que la vida de estos pueblos sea un tópico paradisiaco -sencillamente disponen de ciertos recursos de los que en buena medida nosotros carecemos- pero sí estoy dispuesto a reconocer los valores de esas culturas ancestrales a las que apreciamos y valoramos tan poco. Entiendo muy poco la pulsión de tantos contemporáneos de denostar las culturas que nos son ajenas –especialmente las llamadas primitivas-, magnificando sus contradicciones, con el fin de engrandecer la propia.

“Eyengui, el Dios del sueño” nos muestra con nitidez la complejidad metafísica y de unas elaboraciones del imaginario que se nos ofrecen vertebradas desde un magnífico ejemplo de pensamiento narrativo y mítico. El henoteísmo(3) que muestran los pigmeos es evidente y es que, como determinados teóricos de la filosofía de las religiones y estudiosos de religiones comparadas nos indican, la distinción entre monoteísmo y politeísmo acaso dé muy poco de sí. La cuestión de la Unidad está en el sentido y en la fibra más intima de muchos panteones supuestamente politeístas e incluso animistas. De hecho, entre los pigmeos baka, el origen y el sentido armónico y unitario de la multiplicidad de los espíritus constituye la referencia espiritual de privilegio. Junto a este plano de Unidad, centrado en Eyengui, el animismo en tanto indicación del plano de la Multiplicidad es la otra gran referencia de su sistema de ideas y creencias. Todo está animado, todo tiene su espíritu, su daymon, su actividad y su finalidad. Habrá que saber lidiar con todo ello ya que si bien todo tiene su origen en Eyengui no todo le conviene al hombre en tanto particularidad y forma concreta; esto es, habrá lo que le nutra y convenga y lo que le perjudique y ponga en peligro.

Desde este plano de la multiplicidad la selva deja de ser selva –deja de ser Eyengui- y es jungla; un complejo universo en el que los peligros acechan pero también todo género de bendiciones que nutren el cuerpo y el alma. Bendiciones y descalabros quedan remitidos a la interactuación entre cada hombre y ese universo en el que todo está animado. La sabiduría se remitirá pues a un saber vivir y saber desenvolverse en un mundo complejo pero que se acoge a esa sustancia común indicada por Eyengui. La jungla, como bosque, será pues hogar feliz, despensa nutricional y medicinal pero también ámbito de peligros con los que habrá que lidiar. Bendiciones y riesgos quedaran remitidas a ese universo de espíritus y potencias anímicas a través de las cuales el pigmeo entiende el mundo.

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Del mismo modo que Eyengui expresa un mundo unitario y no dual la jungla es el reino de la dualidad, del bien y del mal. Para indicar el mal y la posibilidad del daño los pigmeos se referirán a los llamados espíritus de las tinieblas. Análogamente también se referirán a los espíritus protectores, que sanan y enseñan cómo vivir. Para el pigmeo baka los malos espíritus necesitan comer carne de hombre, son predadores de hombres y se nutren de ellos. La ingesta de carne expresaría, básicamente, la asimilación de la vitalidad anímica del hombre por parte de estos malos espíritus. Esta asimilación enajenaría el llegar a ser en plenitud del hombre, haciendo peligrar su salud y equilibrio. Los malos espíritus, como vemos, se complacerían en degradar y enajenar la potencia vital del hombre; hasta el extremo, incluso, de su muerte física.

El brujo sería un hombre que se pone al servicio de estos malos espíritus con el fin de obtener alguna ganancia. Aunque, en realidad, se limitaría a estar poseído por tales espíritus ya que termina por reproducir ese carácter de predador de hombres, dispuesto a nutrirse con su espíritu y, llegado el caso, con su carne –para asimilar ese vigor espiritual- escenificando modos de canibalismo ritual. Reveladoramente, en la película, los brujos negros que acechan a los pigmeos serán, finalmente, un grupo de trabajadores de una compañía maderera, completamente amacarrados, desarraigados, alienados, degradados al extremo y dispuestos a todo tipo de rituales delirantes con el fin de intentar salir de su miserable condición de cloaca última del capitalismo y de eslabón final en una larga cadena de dominación tecno-económica. Para poder oponerse a ellos y a la degradación del bosque y de la fauna, los pigmeos, apelaran a la visión de Eyengui.

Junto a estos espíritus de las tinieblas, en el bosque, habrá también espíritus afines al hombre que a su encuentro le nutren y le transmiten los remedios a las enfermedades. El enkankan será el hombre-medicina u hombre conocedor de los remedios -el chamán-. Curará recurriendo a conocimiento botánicos y a prácticas rituales en las que, sirviéndose de salmodias y cantos, invocará a los espíritus protectores. En estas prácticas rituales el espíritu será quien cure a través del canto, de su simbólica y de las manos del hombre-medicina. De entre esas plantas con capacidad de sanar habrá una, el embondo -iboga-, que permitirá al hombre acceder al reino de los antepasados, de los grandes espíritus de la selva y de la intimidad con el Gran Espíritu. En esa intimidad quedarán reveladas las tramas ocultas de las cosas y así podrán ser resueltos los desafíos más grandes. El uso de la iboga, un brevaje visionario, quedará remitido a un preciso entorno ritual y a un determinado saber hacer que abrirá a determinadas influencias y promoverá viáticos singulares en el trance extático.

El uso de la iboga, efectivamente, acontecerá en un escenario formalizado y reglado. Quienes la ingieren son cuidados y atendidos por los otros asistentes al ritual. A esto se le da una enorme importancia ya que los pigmeos consideran que quien ingiere la iboga se encuentra en un enorme estado de exposición ya que esta planta visionaria “les abre la cabeza”. Como parte de esa forma ritual la ingesta se realizará en un lugar concreto, el kamambako, un lugar sagrado –una especie de sancta sanctorum- en el que los pigmeos guardan las armas y los enseres de los antepasados. Tal ingesta responderá al preciso protocolo que exige una cuidada experiencia extática con sus danzas, sus cantos y sus invocaciones. En palabras de los pigmeos baka una experiencia “para ver lejos” amparada en una determinada trama simbólica y forma ritual.

En fin, estamos ante una excelente película para adentrarnos por esos rastros y veredas que nos muestran los distantes universos chamánicos. Aquí les dejo el enlace de la pleícula.




(1) Physis, en griego clásico naturaleza. El significado griego incorpora tanto la creatividad de la misma como su autoregulación. El complemento de tal idea es la de arje, que sería la instancia rectora o determinante del proceso creativo de la Physis.
(2) La paideia alude a la trama de saberes humanísticos -poesía, filosofía, literatura, etc- y cultos mistéricos de los que dependía la educación y la formación integral en la cultura clásica.
(3) Con la expresión henoteismo se indica el carácter que muestra un panteón de creencias al indicarse una referencia de Unidad subyacente a cualquier diferencia. Con tal expresión se quiere indicar el carácter unitario y la atención a la Unidad de todo lo real. Esta perspectiva unitaria, más o menos discreta, se aprecia en muchos sistemas de creencias aunque tengan una formulación politeista o, incluso animista. El término henoteismo ha sido acuñado, precisamente, para salir del carácter simplificador de la distinción, puramente apologética, entre monoteismo y politeismo







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