Notas y cuestiones previas

miércoles, 15 de mayo de 2019

Miguel Angel Velasco, poeta

Reproduzco la entrada que dediqué en su día en Phantastikablog a Miguel Angel Velasco tras su fallecimiento. Su estatura como poeta crece con los años y así se reconoce. Miguel en su día me animó a introducirme en la poética de Claudio Rodríguez, según su criterio una de las más grandes del siglo pasado. Algo así debe agradecerse. Tal cual publiqué la entrada en 2010, sin más aderezos, la traslado a Imaginatio Vera. 

Ha muerto Miguel Angel Velasco. Además de amigo y cómplice en ciertas lides visionarias uno de los mejores poetas con los que contaba la lengua española en estas últimas décadas. Muere joven pero su obra es amplia, la publicada y la inédita. Desde muy pronto acumuló todo tipo de premios literarios de alto nivel. Miguel era uno de los grandes. Cierto día me habló de su padre y de como le leía poemas en su infancia. De niño soñaba con acceder a ese secreto de la palabra que conmueve. Soñaba con la intimidad desnuda de la palabra para devolverla a las gentes. La búsqueda de esa intimidad con el lenguaje le condujo hasta los umbrales de lo que se le revelaba como una mirada sin dueño. Velasco, aficionado a la química fantástica, supo como nadie inspirarse en ciertos trances visionarios para hallar esa mirada que ampara el darse de la vida. Supo madurar en ellos y allí encontró sus quilates. Los quilates y, también, ese reverso de tragedia en el que queda instalado todo hombre. En esa línea esquiva que enhebra en el Misterio la belleza y la tragedia buceó Miguel. Su vida, centrada con exclusividad en el canto poético hasta un extremo inimaginable, supo crecer al encuentro de las sustancias visionarias. Uno de los mejores libros de poesía de los últimos años, "La miel salvaje", deja testimonio de la elaborada intimidad de Miguel Angel con ese éxtasis visionario capaz tanto de mostrar el propio límite como de indicar su transcendencia.

Nos vimos varias veces a lo largo de este pasado Invierno. Me comentaba su dedicación, casi a tiempo completo, al lenguaje y a su ritmo. Me contó que casi bordeaba un estado de ebriedad poética, la mayor parte del día, en el que escribía y gozaba... Hablamos sobre ese mundo de allá fuera, el del ruido social que se impone, tan alejado de esa vida de la palabra a la que Miguel Angel apelaba. Imaginábamos estrategias de superviviencia...

En fin, a buen seguro su obra tendrá una relevancia singular. Os dejo con el enlace del propio Velasco recitando.





Desde este enlace se accede a la totalidad del recital que dio en la librería Literanta. También os dejo con con dos poemas suyos -el primero perteneciente a su último poemarío "Anima de cañon" y el segundo a "La miel salvaje"- y, finalmente, con este texto del también poeta Vicente Gallego dedicado a la obra de Miguel Angel.
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¿Qué será cuando el día se congele
con la detonación de nuestra carga
en el hueco del tiempo?
¿Cuando nos engatille
la del cuerpo mayor,
la fusilera Hécate,
con la espingarda de la luna
en desvelo de caza,
de la que ser su blanco;
o a contraluz de un sol que se comprima
en una carabina, en su mirilla,
y al fondo nuestra liebre, un punto trémulo
del túnel frío que se estreche en nada?
¿Saldrá el alma
soñándose fogueo, en expansión
reversible su posta, hacia una luz
que nos funda en su seno?
¿Se alzará en perdigones, loco polen
de plomo y extrañeza,
al encuentro del cáliz de la noche?
¿O quedará sin más amartillada,
de este lado del tímpano,
soldada a su calibre,
sin dar siquiera un humo leve el ánima.

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Las vi cruzar el puente, en un rasguño
de la noche cerrada: transcurrían
en formación precisa,
un sereno triángulo
como flecha segura que apuntara
al corazón del sol adivinado
más allá de la niebla,
tatuaje rojo inscrito en el calor
del territorio propio entre las alas.
Batían en la fe de un solo pulso
el plomo de los cielos, sacudiéndose
las bajas nubes tardas.
Volaban de memoria aquellos pájaros,
fantasmas de pureza con la mirada fija
en la línea de acero de una ancha tierra santa.
Quedé como imantado
en toda mi estatura a la alta aguja
de su navegación, mientras seguía
con los ojos errantes el vector de su rumbo.
Al cabo, la bandada
fue mullendo su esquema en una mecha
de bruma, hasta perderse
en la tinta del cielo.
¿A dónde irían
las garzas? Sólo sé
que algo de mi partió
como saeta fiel aquella noche
desde el arco del puente;
algo de mí se fue y boga dichoso
hacia algún sur de luz en la flecha del vuelo.

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