Notas y cuestiones previas

lunes, 20 de mayo de 2019

La sobria ebrietas y su traditio: la escuela perennialista

Las sabidurías de la ebriedad atraviesan una buena parte de la cultura mediterránea y europea. La Grecia antigua y los cultos dionisiacos y mistéricos, la llamada manía platónica, la ebriedad sufí o los divinos furores del pensamiento renacentista son buen botón de muestra. Todas estas sabidurías de la ebriedad encuentran su quicio en el sesgo iniciático de esa ebriedad. Todas ellas se ordenan desde una determinada expansión del alma que abre la misma a planos de vida y de plenitud existencial que transcienden lo convencional y ordinariamente humano. Todas encontrarán su quicio en la copertenencia de contrarios –coincidentia opositorum-, en la toma de conciencia de la unidad de todo lo real y en cierta pervivencia de lo humano más allá de su propia particularidad. Estas tradiciones sapienciales entenderán la ebriedad como algo que transciende lo meramente extático de tal modo que sus bendiciones abrazaran no solo determinados estados sino la más estricta cotidianidad y la totalidad de lo humano. Advirtamos que, así considerada, la ebriedad vendría a entenderse como una expansión de la conciencia que ampararía un conocimiento más profundo de lo real.

No toda modificación o alteración de la conciencia tendría este sesgo estrictamente iniciático. De hecho varias tragedias griegas nos advierten contundentemente de los peligros de las modificaciones de la conciencia al margen de las bendiciones de los dioses. El propio Platón vinculará las bendiciones que procura la ebriedad a la inspiración divina. La ebriedad tendrá pues sus formalidades, sus protocolos, sus abluciones y, sobre todo, necesitará gozar de esa inspiración divina que dinamice la expansión del alma. Como matiz para entender a Platón es importante tomar nota que lo divino en la tradición sapiencial griega girará en torno a las cuestiones del Uno y el Todo, a la unidad del mundo y de todo lo real y a la toma de conciencia de todo ello.

Junto a una perspectiva puramente ontológica esta perspectiva del Uno y el Todo, en realidad, daría cuenta de ciertas potencias de lo humano. De ahí que quepa considerar una referencia universal que atendería a estas potencias espirituales del hombre y que se expresaría a través de determinadas sabidurías en las diversas culturas. Las mismas apuntarían a una análoga referencia de plenitud espiritual y de vida aunque desde perspectivas y lenguajes diferentes.

Si nos atenemos al uso contemporáneo de sustancias visionarias esta dimensión iniciática de la ebriedad, de un modo muy análogo al expuesto y más allá de toda polémica, ha sido puesta de manifiesto por autores como Ernst Jünger o Aldous Huxley. El propio Hofmann, como buen jungueriano, era completamente deudor de la misma. La generación beat y la contracultura de los sesenta intuyeron en ese sesgo iniciático la capacidad para sublimar la conciencia y superar las contradicciones y las dinámicas de control y explotación de las sociedades contemporáneas… Podríamos citar más nombres, el del propio Shulgin sin ir más lejos…

Con todo, lo indicado, no es lo único relevante respecto al uso contemporáneo de sustancias. Al tiempo que podemos constatar determinadas intuiciones no es menos cierto que el Occidente actual está muy alejado de esas tradiciones occidentales de la ebriedad –y de las tradiciones de la ebriedad en general- con lo que queda abierto un campo abonado para todo tipo de parodias, tenderetes y distorsiones. El ejemplo más evidente es la frivolización de esa dimensión iniciática por la propia cultura de los sesenta y por la lisergia más delirante. La new age en sus demencias y sus distorsiones -pero también en sus expresiones más elaboradas- sería el modo de “espiritualidad de mercado” característico de un panorama así. No voy a dedicar esta entrada al confuso mundo de la new age entre otras cosas por haber tratado ya esta cuestión. Más bien mi intención es indicar algún género de orientación y mediación teórica a partir de la cual afinar el propio discernimiento y poder navegar en estas aguas confusas tan dadas a vender gato por liebre. Conviene no olvidar que a la cultura dominante se le hace completamente ajena, incluso, la mera delimitación y reconocimiento de esa modificación de conciencia y, en esa medida, de sus valores y potencialidades. En este sentido orientarse respecto de ciertos temas requiere un determinado esfuerzo teórico y un firme compromiso personal. No nos valdrán las correcciones políticas al uso ni los consensos más evidentes…

Antes apelaba a una referencia universal a lo humano que atenderá a las potencias espirituales del hombre y que en las diversas culturas vendría a quedar indicada a través de diferentes sabidurías de carácter espiritual. Estas sabidurías apuntarían a una análoga referencia de creatividad, libertad y plenitud de vida -de ahí la pertinencia de la expresión espiritual- aunque desde perspectivas y lenguajes diferentes. Efectivamente, podemos encontrar una esfera de convergencia entre esas sabidurías iniciáticas. Esta se nos brindaría no tanto en unos lenguajes similares –aunque muchas veces los paralelismos serán evidentes- sino en la operatividad y la praxis de esos saberes. Si atendemos a todo lo dicho estos saberes vendrían a configurarse como cartogramas de las potencias espirituales del hombre y, al tiempo, como rastros tendidos al misterio de la vida y la plenitud de todo lo real. Apelar a las tradiciones iniciáticas de la ebriedad es una buena cosa pero dado el panorama de confusión existente acaso convenga poner en valor los esfuerzos teóricos habidos tendentes a clarificar y refinar el acercamiento a estas cuestiones del espíritu. Entre los mismos creo importante destacar el de la llamada escuela perennialista o tradicional, la cual parte precisamente de esa convergencia entre las diversas tradiciones espirituales. Acogidas a esa escuela vemos a una pluralidad de autores (Rene Guenon, Henry Corbin, Julius Evola, Titus Burckhardt, Ananda K. Coomaraswamy, Marco Pallis…) que investigan o han investigado las diversas tradiciones espirituales e iniciáticas constatando esos paralelismos y ordenando teóricamente el acercamiento a las cuestiones del espíritu. Dentro de esta escuela y en relación al uso iniciático de sustancias cabe destacar el texto de Javier Manzanera "Psicotrópicos y espiritualidad en las culturas tradicionales".
Acaso la idea de traditio sea la más importante aportada por esta escuela. Traditio es un palabra latina que significa transmisión. Apelando a esta traditio la escuela perennialista significará la necesidad de eso mismo, de una transmisión específica en estas cuestiones, es decir, de contextos específicos, de protocolos concretos, de saberes, disciplinas y métodos bien establecidos, de personas capacitadas para abordar y facilitar todas estas cuestiones, de cadenas de transmisión sapiencial persona a persona... No estaremos en las cuestiones del espíritu ante la invención de ningún iluminado ni ante un saber meramente libresco. Esta idea de traditio irá más allá ya que la verdadera traditio o transmisión no será la del propio contexto o entorno iniciático sino la de la irrupción del espíritu en la vida del alma; asunto este que terminará transcendiendo toda formalidad.

No voy a extenderme en exponer más la sistemática de la escuela perennialista pero animo al lector interesado a que así lo haga adentrándose en estos autores. Como introducción y en relación a las áreas de interés tratadas en este blog la obra de Frithjof Schuon “El sol emplumado –dedicado al chamanismo y a la tradición lakota- o la obra de Titus Burckhart “Alquimia” son buenas referencias. Las obra de Rene Guenon “Los estados múltiples del ser” y el “Simbolismo de la cruz” o sus libros dedicados al Vedanta y a la tradición hindú son también un adecuada introducción a las cuestiones de la conciencia y sus estados. Personalmente siempre he guardado cierta distancia con esta escuela –sobre todo con ciertos seguidores- por las dogmáticas “de baratillo” en las que muchas veces sucumben las iniciativas humanas. Con todo -y a pesar de  no ser la única referencia de valor- hay que reconocer la brillantez y la orientación adecuada de muchas de sus obras o autores si es que ponderamos un acercamiento a las eternas cuestiones del espíritu capaz de dejar de lado la confusión y el caos existente. No olvidemos que acercarse a cualquier obra o autor, bien lejos de todo seguidismo y de toda dogmática escolar, lo que supone es formarse a su encuentro y ser capaz de renovar la propia mirada y la propia praxis.

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