Notas y cuestiones previas

lunes, 15 de julio de 2019

De participios activos y diferencias ontológicas: El griego clásico y la pregunta por el ser




To on -el participio activo del verbo ser- es el término más relevante de la historia de la filosofía occidental, el que delimita la cuestión del ser como la gran cuestión filosófica. Podría hablarse del mismo como del pilar constituyente de la filosofía y la metafísica occidentales. Lo que resulta paradójico ya que estamos ante un término difícil de traducir por el modo precario en que se han trasladado a las lenguas romances los participios activos o de presente. Tanto es así que el verbo ser carece de participio activo en las lenguas romances y en castellano. Tomas Calvo, en la Metafísica de Aristóteles, para traducirlo, se decanta por la expresión “lo que es”. Valentín García Yebra, atendiendo más a la tradición metafísica previa, lo traduce con el término ente. Con el fin de acceder al significado de to on se hace necesario indagar en la significación de los participios activos o de presente.

El participio es una forma verbal impersonal. En tal medida expresa la acción verbal sin apelar a persona alguna que la ejecute, esto es, de un modo general y abstracto. Recibe tal nombre porque su significado participa[1] tanto de su carácter verbal, referido a la acción, como del hecho de que los participios sean usados generalmente como adjetivos. El participio se diferencia del infinitivo por quedar ligado a la productividad de la acción verbal en el tiempo, se refiera ésta al pasado o a un presente atemporal (también hay lenguas con participio de futuro). El infinitivo apelará a la acción como tal, y lo hará de un modo más acentuadamente abstracto y estático. Su significado no se vincula con la productividad dinámica de la acción verbal en diversos tiempos como sucede con el participio. De hecho infinitivo viene del latino infinitivus que significa sin límite. El infinitivo indica la más absoluta atemporalidad y la acción de un modo absoluto[2] y desligado de toda concreción de la misma. Pierre Aubanque[3] nos dirá cómo la doble de significación del participio nos indica tanto la esfera de la acción verbal -qué es, el simple acto de que algo sea; quid est, ti esti; la pregunta por el ser- como la esfera de si algo es -an sit, ei esti-; lo que queda referido a la posibilidad de que algo llegue a ser -la cuestión de la entidad, de toda entidad posible o concebible-.

El participio de pasado correspondería con la voz pasiva del verbo. En la voz pasiva la acción verbal viene a significarse pasivamente, enfatizándose que la acción se recibe o se padece pasivamente (amado, sentido, asimilado, comido, fracturado, violentado, iluminado, etc). Por su lado el participio de presente correspondería con la voz activa del verbo. En la voz activa la acción verbal queda significada activamente en la medida en que ésta se presenta como potencia capaz de desplegarse y ejecutarse. De este modo el participio activo enfatiza la productividad potencial de la acción verbal en términos activos. Podría decirse que indica la fuerza activa propia de toda acción verbal –los verbos indican acciones- en la medida en que se enfatiza la potencialidad de la acción de ese modo genérico. Ejemplos de participios activos en castellano podrían ser amante, fracturante, sintiente, existente, etc. Sobre el participio activo y sus ejemplos concretos en castellano, si es que puede hablarse en esos términos, volveré más adelante para matizar lo dicho.

En resumen, el participio activo significará la acción verbal atendiendo a su productividad activa en términos dinámicos ya que ésta queda referida, potencialmente, a todos los modos imaginables en que esa acción pueda concretarse. La acción del verbo en su productividad general y en el dinamismo que la corresponde. El de pasivo atenderá a esa misma productividad en términos pasivos.

Considerando que en castellano solemos decir que la cuestión del ser es la cuestión básica de la filosofía percibimos el problema de traducción existente ya que el carácter impersonal y abstracto del to on, dinámico y referido a la productividad de la acción de ser, lo pretendemos entender desde el infinitivo del verbo ser y desde su carácter absoluto. Más allá de la riqueza semántica del infinitivo esta no es una limitación menor ya que el infinitivo –ser- alude a la acción verbal completamente en abstracto y, por eso mismo, sin atender a la productividad dinámica del participio activo. Así la cuestión del to on no sería tanto la del ser, en ese sentido completamente abstracto y desligado de las diversas posibilidades de ser, sino la del ser en tanto que llegan a ser las diversas posibilidades inherentes a la acción de ser. Lo que supone que la cuestión del ser, en tanto horizonte de posibilidades que llegan a ser, sea indesligable de las cosas que son. Como podemos observar la llamada diferencia ontológica queda prefigurada atendiendo a la semántica del griego clásico y atendiendo al to on como participio activo.

Algunas gramáticas castellanas, en alguna del siglo XIX lo podemos aun encontrar, incluyen el participio activo de tal modo que se formaría añadiendo a la raíz verbal de cada conjugación la terminación “nte” –ya lo he anticipado- pero lo cierto es que el hablante actual entiende más estas palabras, en su origen participios activos que vienen del latín, como adjetivos o sustantivos -también los encontramos como adverbios- y no como formas verbales; con lo que no podría decirse que sean percibidas ni entendidas como participios. En conclusión, faltan las bases para la comprensión de lo qué es un participio activo...

Los problemas de comprensión son evidentes ya que estamos ante un recurso expresivo del que carecemos en las lenguas romances aunque quizá quepa algún acercamiento desde estos participios activos que discretamente acoge el castellano. Ejemplos de participios activos –ya he apuntado algunos- serían: amante, cantante, combatiente, presidente, existente, fracturante, sintiente, bastante, etc.

Algunas de estas palabras aun son capaces de transmitir cierta resonancia verbal y nos revelan el significado de un participio activo en su propia productividad referida a la acción verbal de ese modo genérico y abstracto pero, al tiempo, considerando la acción como esa fuerza activa que vendría a concretarse en los diversos actos posibles inherentes al despliegue de la acción verbal. Así hablar de lo amante convocaría a la acción de amar en un sentido impersonal pero dinámico; de tal modo que hablar de lo amante indicaría la potencia activa de amar de un modo genérico pero contemplando la productividad propia de la acción de amar que se concreta en todos los amores. Lo amante así vendría a significar esa potencia activa de amar; el amor de todos los amores, podríamos decir, la productividad potencial de la acción de amar…  Algo análogo puede decirse de lo existente, la acción genérica de existir pero referida a como ésta viene a quedar singularizada en cada existencia; lo existente de toda existencia imaginable. Lo mismo cabria decir de lo sintiente, de la potencia activa de sentir la cual se concreta en los muy diversos sentires… Como vemos en otros ejemplos de los expuestos, como presidente, cantante o bastante –en este caso estaríamos ante un adverbio- , el término ha perdido ya toda resonancia verbal.

Volvamos a to on. En castellano no contamos con participio activo alguno referido al verbo ser. Este significaría la acción del verbo ser pero atendiendo a todas las cosas que llegan a ser. El ser de todos las cosas que son, “lo que es” en todo lo que llega a ser, la potencia de ser en su productividad y dinamismo, el horizonte general de la potencia de ser que toma cuerpo en la diversidad de seres que llegan a ser...

Una de las soluciones que se dio fue la introducción del término ente para traducir el participio activo. Apelando al latín y atendiendo al participio activo latino del verbo ser –ens-  se postuló añadir la terminación del participio activo en castellano “nte”. De ahí salió ente como traducción de to on y de ens. La cuestión es que la expresión ente o lo ente es percibida en castellano de un modo confuso y, en todo caso, no ha terminado de acoger el significado propio de un participio activo. Hasta el punto que se identifica la expresión ente con un “algo” cósico. Con todo, la programática de introducir un participio activo del verbo ser en el castellano es quizá la más adecuada si lo que se quiere es atender a la semántica griega del to on. Entiendo que las confusiones, inevitables, a la hora de entender el término ente leyéndolo en la traducción de un texto clásico pueden solucionarse con una buena nota a pie de página en la que se explicite la significación de to on y se vuelque ésta sobre lo ente; facilitándose así la asimilación de lo que sería un participio activo para el verbo ser.

Por otro lado la traducción de “lo que es” es quizá la más cercana a expresar en castellano, de un modo adecuado e inmediato a la lengua en la cual se traduce, el significado del término. Más allá de lo dicho creo que sería absurdo desatender la significación puramente griega del to on, en tanto participio activo, si de lo que se trata es de ponderar las fuentes filosóficas de las que tratamos. Solo así podremos devolver al texto su semántica originaria dejando de lado las proyecciones contemporáneas que puedan mediatizar el horizonte de sentido de algo tan relevante en filosofía como la pregunta por el ser.



[1] Así lo ha venido indicando el diccionario de la RAE en varias de sus ediciones atendiendo a lo transmitido por la gramática tradicional.
[2] Etimologicamente, absoluto, significa desligado
[3] Pierre Aubenque. "Suárez y el advenimiento del concepto de ente", pg 7. https://revistas.ucm.es/index.php/ASEM/article/viewFile/49271/45896

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